domingo, 15 de febrero de 2009

LA DESVENTURA ESPACIAL


Hace ya unos años al bípedo humanoide le dio por llevar sus sucias pezuñas al espacio. No le bastaba con esquilmar, ensuciar y emborronar el planeta azul (actualmente, planeta marrón). Ya no había rincón que hollar, cumbre que escalar o fosa que explorar. Así que decidió embutirse dentro de unos trajes incomodísimos y largarse al espacio interestelar. Como no se fiaba demasiado del asunto envió primero a sus primos hermanos, los monicacos, mucho más inteligentes que él, donde va a parar. Los primeros la espicharon en pleno vuelo, pero gracias a su involuntario sacrificio la humanidad pudo comprobar que eso de salir a cazar moscas al espacio estaba muy bien. Luego comprobó que fuera del planeta no había ningún insecto volador, pero eso no arredró a los futuros navegantes espaciales dispuestos a poner sus zarpas en la luna lunera, acabando de paso con todo el romanticismo que el satélite había hecho florecer en miles de noches enamoradizas. (No es por nada, pero se nota que escribo estas letrajas en el día de San Valentín…).

Tampoco en la Luna había ningún bicho viviente al que matar, maltratar o domesticar, así que el objetivo se puso más lejano: Marte. No sabemos si algún milenio de estos el bichejo humano también desvirgará al planeta que más ha salido en las películas de Hollywood, aún sabiendo que los marcianitos no existen. Los ánimos por la conquista se han enfriado bastante pues un simple viaje de turismo no es igual que uno para someter a lejanas civilizaciones, aunque sean vulgares animalillos monocelulares. Aún así, el rastro de la humanidad va quedando indeleble e imborrable  en el espacio que rodea la Tierra: miles y miles de trozos de restos metálicos procedentes de satélites, naves espaciales y otros cacharros voladores, abandonados a su suerte en el nuevo estercolero espacial pues el humano es un ser bastante guarrindongo y todo lo que toca con sus sucias manos lo deja hecho un asco.

Por si no bastara tanta mierda espacial con denominación de origen terrícola, ahora empiezan los accidentes de tráfico entre los más de siete mil artilugios (vulgarmente llamados satélites) que hemos enviado al espacio para poder espiarnos mejor los unos a los otros o, todavía peor, para poder visionar la basura que echan las televisiones.  También sirven para otros menesteres no menos gloriosos, pero no es cosa de hacer aquí un listado de todas las degeneraciones satelizadoras del esperpéntico ingenio humano. El caso es que a unos 800 kms conforme se sale de la Tierra, a mano izquierda, dos satélites chocaron brutalmente. El uno era ruso y el otro norteamericano. No se sabe quién tuvo la culpa del encontronazo por la cosa de saber a quién le corresponde correr con los gastos, pero lo sabido es que de resultas del accidente  tropecientos cachos de chatarra han quedado esparcidos en forma de nube, con lo que está prácticamente garantizado que habrá nuevos accidentes de tráfico. No teníamos bastante con los que fabricamos diariamente en el planeta, que encima los hemos trasplantado también al extrarradio terrestre. ¡Si es que somos una especie que la caga cada vez que tiene una gran idea!

La solución del problema que se avecina no es nada fácil. Somos expertos en crear problemas sin solución. Pensamos en el más acá en vez de en el más allá, que es adonde iremos todos, tarde o temprano. Así que como necesitamos mucha energía para despilfarrarla habitualmente en bagatelas y memeces, construimos centrales nucleares que generan unos residuos radioactivos que durarán miles de años. Los que vengan detrás de nosotros, que se aguanten y arreen. Y como nos hacía mucha ilusión ver a algunos de nuestros congéneres luciendo tipito en el espacio espacial, hemos poblado el más cercano con miles de cacharros carísimos que, una vez estropeados, quedarán vagando en su órbita por los siglos de los siglos, amén. Las generaciones venideras que resuelvan el problema.

En fin, que a quien habría que enviar al espacio y sin billete de regreso, es a mucho gobernante, fabricante, ilusionista, empresario, científico y tonto del culo. Para que se den un garbeo eterno orbitando a unos cientos de kilómetros de nuestras casas. Mientras tanto, mejor fueran pensando en idear una máquina que –subida a los altares espaciales- sea capaz de jalarse toda la basura y chatarra inútil que tenemos en los alrededores terráqueos. No nos basta con ser los seres vivos  más cerdícolas del planeta que encima queremos serlo del Sistema Solar. Nuestras ínfulas de grandeza acabarán por convertirnos en los seres más despreciables del barrio galáctico.

== VIDEOTECA ==

BUENAFUENTE - BASURA ESPACIAL

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dilecto Profe:
Creo que está siendo Vd. objeto de un ataque en toda regla por parte de algún tío, tía, organismo, esgaesa, mafia, etc.
Observe el epígrafe "últimos comentarios", en donde sale una sucesión de chorradas inconexas.
Suyo incondicional,
Freixo

Juan Puñetas dijo...

Sí, amigo Freixo, me he dado cuenta que hay algunos comentaristas especiales. No sé si serán tíos, tías, organismos, sges o poetas, pero tras concienzudas investigaciones pienso que son: o políticos disfrazados (no se les entiende ni papa) o extraterrestres.

Eso de "fendi bagfendi hand bagfendi spy bagfendi bagsdolc..." me suena a lenguaje espacial. Quizás están queriendo comunicar conmigo y yo, en Babia. En cualquier caso, sólo han sido 5, así que parece que lo suyo debió ser una equivocación. ¡Con la ilusión que tenía el Puñetas de entrar en una tercera fase!

Anónimo dijo...

Dice usted que no se sabe de quién fue la culpa de la colisión espacial. Pues hombre, de quién va a ser. De quien no ha cedido la mano derecha. Suerte que he podido dictaminar quién era el culpable con tan elemental regla, porque de haberse visto involucrado un satélite inglés o japonés... allí la regla queda invalidada. Ea, pues, que hagan una código de circulación aerospacial.

Sobre el sentido de la frase ininteligible para mentes humanas lo mejor es que se dirija usted a Octavio Paz, que tiene hilo directo con los de Ganímedes y a lo mejor era eso, que los ganímodos o ganimodosianos quieren enviarle a usted lo que le dejo escrito arriba, que la culpa fue del satélite que no cedió la derecha.

Por cierto, y hablando de colisiones estúpidas, ¿se ha enterado usted del choque entre dos submarinos nucleares que llevaban apagadas las luces de gálibo, o lo que es lo mismo, llevado al mundo subacuático, llevaban apagados sus respectivos sonares?

No nos han regado la M-30 de percebes del Cantábrico porque ha habido mucha suerte, que llevaban armamento nuclear como para crear una hecatombe.

Juan Puñetas dijo...

Si es que ya lo dijo el clásico: estamos en la vida de milagro. (Con o sin códigos de circulación...).