martes, 3 de febrero de 2009

LA LEY DEL EMBUDO


El otro día algunos ciudadanos se cayeron del guindo al ver cómo un pequeño empresario amenazaba con pegarse fuego delante del Ayuntamiento de Loeches porque los que lo desgobiernan le deben 400.000 eurillos de nada, una minucia, una fruslería que puede esperar cuatro u ocho años porque el que manda, manda y el que no, que se joda. Si todos los que están en idéntica situación a la del depresivo empresario hiciesen lo mismo, pero acabasen finalmente por pegarse fuego o hacerlo al Consistorio deudor, nos quedábamos en cuatro días sin empresarios y sin Ayuntamientos.

Es una vergüenza que quienes exigen al ciudadano que cumpla con sus funciones fiscales y deudoras con celeridad y en los plazos legales fijados, se salten luego la norma cuando ellos han de  aplicarse el cuento. La  golfada debe provocarles mucho gustirrinín, pero a los que no tragamos que las varas de medir  sean distintas según quienes las apliquen, nos parece que debería dárseles un escarmiento a estos morosos empedernidos. No es cuestión de no votarles porque casi todos hacen lo mismo. Tampoco de mandarles el cobrador del frac porque llaman a la policía y enchironan a quien ose reclamarles algo (a ellos, dios, que velan por nuestras almas y bolsillos día y noche, noche y día). Tienen tan cubiertas las espaldas (ellos son la ley, pobre Montesquieu) que la única opción del ciudadano medio o del modesto empresario que va tirando como puede con su pequeña o mediana empresa, sería  mandarlos a la merde (no sirve para nada, pero desahoga mucho). Yo añadiría no  reírles las gracias, ningunearles en la lisonja y el baboseo, tomarlos a pitorreo, pasar de ellos, olímpicamente, tal como ellos hacen de nosotros.

Nadie cuantificará la cantidad de miles de trabajadores y de empresas que están en el paro y en la ruina porque estos fulleros no han pagado sus deudas a tiempo. Nadie los meterá en la cárcel y mucho menos los inhabilitará para desempeñar cualquier carguete de “servicio” a la comunidad. La ley del embudo que ejerce el poder es intocable: lo maneja por el lado ancho para su beneficio mientras que el estrecho lo aplica al resto de la tropa a la que –encima- tiene la desfachatez de llamarle “ciudadanía”. Sí, sí… Hablan y no paran de la burbuja inmobiliaria y bancaria pero la gran burbuja, el burbujón, lo forman ellos, grandísimos deudores  (con dinero ajeno, encima) que, en cambio, tienen la desfachatez de multarnos a los pobres curritos en cuanto nos pasamos un minuto del día en que acaba el plazo del IBI, de la basura, de la renta, de la multa de tráfico  y de la madre que los parió.  (Señor, señor, el Puñetas está perdiendo su habitual flema británica…).

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