jueves, 15 de enero de 2009

DRAMA AEROPORTUARIO EN TRES ACTOS (3 DE 3)


Ya estás por fin en el avioncico. Media hora para poner tu maletita de mano en el oportuno compartimento. El personal se fía cada vez menos del control del equipaje y siempre lleva unas mudas, o medio vestuario encima, por si las moscas.  Tras la hazaña de encontrar un hueco para tu maletita, te sientas como puedes. Encajonado, como los toros. Así vas a ir todas las horas que el piloto quiera. Tus rodillas atraviesan la paletilla  del viajero de delante y el olor del sobaquillo del pasajero de al lado te llega con todo su glamour. ¡Menos mal que en el otro lado tienes la ventanilla!  Aunque no puedas abrirla…¡un aroma menos! Como tengas que ir al servicio en pleno vuelo, para salir de tu asiento,  vas a tener que hacer más virguerías que un acróbata del Cirque du Soleil.

-Señorita, ¿cuándo nos dan la prensa y el zumo de naranja? –pregunta un pasajero ignorantón.
-Uy, señor, eso es la prehistoria de la aviación. Ahora no le damos ni los buenos días.

Por fin parece que el cacharro volador subirá a los aires. Echas una ojeada a la ventanilla y ves que, después de todo, has tenido mucha suerte con que el avión estuviese justo al lado de la puerta de embarque. En el horizonte se adivinan varios autobuses atiborrados de pasajeros en busca del avión situado en el extremo más lejano del aeropuerto. Vuelves la vista al pasaje, que todavía anda algo incrédulo:

-¡No es posible, señorita! ¿Pero de verdad que vamos a volar ya? ¿No será una putada más de la compañía?

Por una vez la ficción coincide con la realidad. ¡Volaaaaamos! Quedan horas de camino pero como todo el personal está fatigadísimo por la larga espera, pronto el avioncejo será una enorme cama repleta  de sueños y ronquidos. Esperemos que los pilotos no se duerman también. Qué majos… No queda más remedio que enviarles buenas vibraciones…

Cuando te despiertas observas que el avión está atravesando una nube. Jodé, si ya estamos cerca del aeropuerto de destino… El personal empieza a desperezarse. Algunos han puesto hasta el despertador. ¡Si se fiarán poco de la compañía aérea! Tras el aterrizaje (esperamos volver a verles nuevamente, dicen los muy cínicos) llega el momento más sublime del viaje. El climax. ¿Encontraré  las maletas en la cinta, se habrán quedado en Madrid, estarán haciendo el Dakar o las habrán tirado por la escotilla de emergencia? Y si no aparecen, ¿qué va a ser de mí? ¡Con los sobrecitos de jamón y de chorizo que traía en ellas para abaratar la manduca y comer medio decente!

Miras, remiras, la cinta deja de moverse y allí te quedas anonadado, apesadumbrado, agilipollado, amargao… ¡Mis maletas! ¿Qué coño han hecho con mis maletas? Los peores augurios se han cumplido. Revisas todas las cintas de alrededor, te tientas la ropa, sí estoy aquí, pero ellas no están… Al fin reaccionas, te diriges al mostrador de reclamación de equipajes (el único que siempre está abierto, por algo será) y rellenas el PIR, un parte de irregularidad de equipajes, que todos los días rellenan regularmente miles y miles de personas en todo el mundo. ¡Así de bien hacen su trabajo quienes se ocupan del tejemaneje de las maletas! Luego sales a la calle convencido de que eres el ser más desgraciado del mundo. ¡Consuélate, tontaina: a esas mismas horas un ejército de pasajeros estará pensando de sí mismos igual que tú! Mejor que empieces a convencerte de que, aunque hayas escrito en el PIR tu dirección de hotel y el número del móvil, nadie se dignará llamarte para decirte cómo va la desaparición maleteril. Siempre serás tú quien deba llamar, interesarse, rogar y clamar porque muevan el trasero y hagan que las maletas te las devuelvan sanas y salvas. Nadie te dirá los derechos que tienes por la pérdida o la demora y tú te las verás y desearás para ponerte en contacto telefónico con un robot que repetirá monocordemente: “Estamos intentando localizarlas. Permanezca a la espera”. ¡Y una mierda! –tronarás lleno de ira-. ¡Yo soy el que paga la factura telefónica!

Sí, amiguito, te tratarán como si tú fueses el responsable de la pérdida del equipaje. Con un poco de suerte te la encontrarán, sin darte explicaciones sobre las causas del extravío. Si tienes más baraka, te las remitirán al hotel justo una hora después de que hayas cogido un taxi para el regreso a casa. Lo mismo tienes una flor en el culo y te las pierden del todo. Son así de irresponsables. Te consuelas pensando que las pobres estaban ya muy baqueteadas. En cuanto a la ropa, pasada de moda. Del jamón y el chorizo, alguien dará cuenta o, quizás logren encontrarlas cuando aparezca el hedor de su descomposición.  Osti, lo mismo te ponen una multa entonces por llevar mercancía prohibida. En fin, si no aparece tu equipaje, no esperes reclamar: siempre faltará la dirección a donde hacerlo, el departamento apropiado o, si consigues superar este primer peldaño, lo mismo te faltan  papeles y justificantes sumamente imprescindibles. Lo mejor hubiera sido hacer un seguro previo pero has llegado tarde, infeliz, que en vez de a Cuba, a Londres, a Berlín o a la Cochinchina, deberías haberte ido a pasar la semanita de las vacaciones a Jabalcuerno del Porrosillo, donde se está muy bien y la vida es más barata. Que, a ver si te enteras, la RENFE de ahora no es lo que era, que ya tenemos hasta trenes velocísimos… Así que déjate de pajarracos metálicos y pajarones bípedos aeroportuarios y pásate al AVE.

-¡Ostras, que no pasa por Jabalcuerno...! Pues no me va a quedar más remedio que coger mi cuatro latas y echarle 20 euros de gasolina súper…

(Decididamente, chaval, serás capullo hasta que te mueras…)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Se da cuenta, egregio profesor, de que -injustamente- la cara mala del sistema en estos casos es una pléyade de currantes (guardias/os, seguratas/os, informadores/as, check-in, camareros/as, azafatas/os, pilotos/as,..) es decir, todos los que están "frente al cliente-peligro" y los responsables del caos en escala creciente (jefes, sindicalistas y sus dirigentes, gerentes, políticos,....todos los que "no ven ni sienten" al cliente) ni se enteran ni quieren enterarse?.
Otra vez obrigado...

Juan Puñetas dijo...

¡Excelente corolario! Ya sabe que al final siempre (y sólo) pagan el pato los currantes, la morrallita, señor (que decía el malogrado cantautor Carlos Cano). Por eso el mundo, je, je, se divide en dos grandes clases sociales: la de los responsables de todo (los que están a pie de obra y curran) y los irresponsables (los que gobiernan, dirigen, gestan y defecan). Y, encima, nos salen a la humanidad por un ojito de la cara. Un ejemplillo de actualidad por el Sur que a nadie escandaliza: La cúpula directiva de Canal Sur -la televisión andaluza- cobrará 3,2 millones de euros durante el presente año. Oiga, y con toda la naturalidad del mundo...