sábado, 13 de diciembre de 2008

EL PUÑETAS VISITA EL PARLAMENTO

La semana pasada nos dio por hacer un viaje a Madrid para visitar el Parlamento español. Sinceramente, cuando llegamos, no esperábamos ver allí presentes a todos los diputados y figurantes. No faltaba ni uno, oiga. Y eso que llegamos tempranillo.

-Vamos a ver si cazamos a los absentistas, hacemos una foto de los escaños vacíos y escribimos un articulillo en plan denuncia.

Qué va. Allí estaban todos, bien vestiditos y peinados. Sospeché que mi visita había sido previamente filtrada por Jesusito, un amigo mío de altos vuelos y bajas camas. Habían actuado como cuando se sospecha la llegada de una alta autoridad a la oficina (el jefe, su señora o su querida) y todo el mundo llega antes de la hora, bien acicalado y con la sonrisa profidén para causar buena impresión.

En cualquier caso, allí estaban todos, más chulos que un ocho, enfrascados en un debate importantísimo para la salud del país.

-¡Y tú más! –escuché nada más llegar al Congreso.
-¡A mí no me dices eso en la sede de la soberanía popular!
-¡Mentira! Aquí la soberanía es socialista, no del partido popular! –clamó un camarada, levantando las gafas de las páginas del diario El País.
-¡Deja de leer el periódico, bellaco, y así sabrás de qué va el debate! –le reprendió un diputado pepero, rojo (con perdón) de ira.
-¡Esto no pasaría con un parlamento republicano! –terció un señor con una pegatina de IU en la solapa.
-¡Muera el Borbón! –se oyó proclamar, botella de güisqui en mano, a un tío con bigote parecido a Tejero, pero sin tricornio.
-¡Vale, señores, vale! ¡Haya tranquilidad! –Era el señor Bueno, perdón, quiero decir, Bono- No cambiaremos el mundo ni nada si no cambiamos nosotros los primeros.
 
Vi que en esos momentos el personal paró en seco, se puso a pensar y debió de decirse: “No he entendido lo que quiere decir el ghandi este, pero suena bien…”  Fue el momento en que todos reanudaron sus labores cotidianas: unos retornaron a la lectura de la prensa del día, otros empezaron a levitar (creo que eran los del PNV), algunos entornaron los ojos y los más empezaron a preguntar al de la claqueta lo que había  que votar a continuación.

Iba a aprovechar entonces para echar una ojeada a los urinarios (dime como tienes el meadero y te diré lo gorrino que eres) cuando una luz límpida y cegadora se cernió sobre mi augusta persona. Una silueta algo evanescente empezó a humanizarse ante mis propias narices. ¡Era don Zapatero! Su amplia sonrisa de piano de cola y su mirada marina me conmovieron. Quedé hipnotizado. Yo, que tengo más vuelo que toda la NBA junta, era todo un flan.

-¡Bienvenido, Puñetas, a esta tu casa! ¿Cómo estás? ¿Te apetece un cafelito? ¿Y la familia, necesita 400 euros? ¿Precisas un crédito blando al 2 %? Pídeme lo que quieras, amigo…
-Yo…, es que… -balbuceaba como si de pronto fuese un bebé.
-Ya sé que estás impresionado de verme y que la emoción te embarga, pero dime algo… Las cámaras están recogiendo la imagen, hay doscientos micros esperando una palabra tuya y como no digas nada vas a quedar como un idiota…

¡Qué tipo! ¡Qué psicología, qué mundo, cómo sabía provocarme cariñosamente para que aquello no quedase en fiasco!

-Me gustaría tomar un vaso de leche con colacao, un vasito de anís de El Mono y un bollo suizo  –dije, sacando fuerzas de flaqueza.

Todos rieron la salida, excepto Alfonso Guerra, algo envidiosillo. Nueve segundos más tarde  -cuando se acabaron las fotos- el Presidente se fue a una urgente reunión sobre el próximo partido Barcelona-Real Madrid. Volvió la normalidad a mi cuerpo serrano y pude por fin sentarme discretamente en el palco de invitados para presenciar la continuación del orden del día. Y allí estuve hasta que terminaron los discursos. Comprobé lo que ya sabía: que los unos y los otros afilaban las lenguas viperinas pero luego todo quedaba en dimes y diretes sin importancia. Gente civilizada, oyes, no como los vecinos de mi comunidad.

Cuando salí a la luz del sol dispuesto a recorrer las calles de Madrid -aún con el riesgo de encontrarme a Esperanza Aguirre contando una vez más su heroica salida de Bombay- giré la vista hacia los leones del Parlamento. Les guiñé un ojo de complicidad.

-Esos de ahí dentro son como niños pero no tenemos otros y los necesitamos. Vosotros, que sois gente del pueblo, cuidadlos, por fa.
-Sí –creo que quien hablaba era uno de los leones-, ahí dentro se mueve mucha carnaza  pero a nosotros nos tienen a palo seco, con zanahorias y cacahuetes.

Jodé. Llevo pensando en la dichosa frase toda la semana. ¿Qué coño querría decir aquel leoncete pueblerino?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues quiere decir que las chuletas se las comen dentro y lo que queda de hueso se lo echan a los leones, o sea, a la gente que pasa frío en la calle.

Juan Puñetas dijo...

A esa misma conclusión ha llegado el menda lerenda. Hoy, 11 de enero, le pongo un ejemplo ejemplificador sobre la cuestión: el otro día don Zapatero le dio cinco milloncejos de euros al presidente palestino para que los desparrame como él quiera (imagínese qué control democrático del copón va a haber con ese dinero); hoy leo que Vigilancia Aduanera está sin gasóleo para sus barcos, así que todas las naves dedicadas a la lucha contra la droga atracarán en puerto 15 días al mes para reducir gastos.

Como ve, las prioridades están claras. Las chuletas para los de dentro (incluidos los amigos de fuera, aunque vivan a miles de kilómetros) y los huesecillos para los mortales, porque ya puede imaginar quienes van a pagar el pato del incremento de la droga si los narcos -enterados del percal- pueden navegar sin miedo por nuestros mares durante medio mes.

Pero espere, que los cinco milloncejos que nos sobraban (recuerde que sólo es una minucia y un ejemplillo), aparte de para gasoleo podrían cubrir la calefacción que no tienen varios colegios de Sevilla o Jaén, un suponé. O el Centro de Correos de Barcelona, cerrado el otro día por la Inspección de Trabajo porque hacía una temperatura de 14 grados.

Qué mal saben repartir las chuletas y los huesos y desperdicios que sobran...