domingo, 7 de diciembre de 2008

EL CALENTÓN Y LOS CALENTADORES

 
Siempre he opinado (y a estas alturas nadie me hará cambiar) que son muy poco de fiar los tipos y tipas que se “calientan” fácilmente. No hablo de sexo ni de gente friolera. Me refiero a todos los que se toman las cosas por la tremenda, que sacan los pies del plato a la menor contrariedad, que se irritan por cualquier menudencia, que abusan de su cargo o superioridad social para poner a parir a los demás o abusar. Con un nivel de irritabilidad y de prepotencia mezclados al cincuenta por ciento, son de temer porque sus reacciones primarias pueden ir desde el insulto al acto violento pasando por todo el arco intermedio de la mentira y la estupidez.

A menudo, tras “calentarse” se retractan o piden perdón, pero suelen volver a las andadas pues son así, si así os parece. El cabestro que hace unos días, con un permiso carcelario en la entrepierna, asesinó a su novia y fue a la caza de su anterior esposa y familia, debió tener un calentón pasajero, seguramente, pero los que sabemos algo de psicología cotidiana (sólo la imprescindible para andar por el mundo sin necesitar de psicólogos profesionales) afirmamos que los calentones no surgen de improviso si no que se rumian y rumian durante horas, días y años previos. No pueden argüirse como justificación ante la metedura de pata o de faca.

Francamente: estoy de “calentadores” hasta los mismísimos higadillos. No hay día que no tengamos a algún jamelgo o capullina haciendo de las suyas. A menudo la cosa queda en simple estupidez verbal (porque no pueden ir más allá, que si no…), otras el asunto se pone oscuro y tenebroso. Si mezclamos los calentones de personajes anónimos con los de gente afamada y conocida, se puede decir que en España –en los últimos tiempos- estamos achicharrándonos vivos con tanto hervor y calenturas. Gente culta y simpaticona como la Cristina Almeida hace poco echaba espuma por la boca afirmando su placer porque se quemaran los libros de determinados autores que a ella no le gustan nada. Otro día un político lenguaraz y pueblerino llamaba tontos cojoneros a los que votan a otro partido político y se quedaba tan ancho. “Me calenté” –afirmó poco después el camarada, pidiendo perdón, pero justificándose por el error. Casi por las mismas fechas los  bastardos de la ETA descerrajaban cuatro tiros a un empresario vasco, fruto sin duda de un calentón que les dura ya más de cuarenta años. Los hay que viven en un calentón perpetuo.

Imaginémonos al médico que, en plena operación, se calienta por un quítame allá el bisturí; o al bombero, que jugándose la vida en el incendio, tiene que aguantar a los mirones que le dicen lo que ha  de hacer; o al profesor de instituto al que le insulta en clase el niñato de turno; o la dependienta a la que ha puesto a cien esa clienta que ya le lleva pedidos quince pares de zapatos y al final se va sin dar las gracias. Si el personal anduviese “calentándose” cada vez que le tocan los cataplines o los ovarines de manera tan gratuita, esto sería Troya. Ocurre que la gran mayoría de la población suele tener autocontrol, es educada y reprime las ganas de armar bronca o responder ante los ultrajes o tomaduras de pelo que se le vienen encima. (Por supuesto, nunca saldrá en las televisiones dando gritos, haciendo el mono y cobrando). En cambio hay otro personal (políticos, famosuelos y gente que se cree imprescindible y docta) que andan con el calentón hora tras hora y, encima, presumiendo de ello. ¡Hasta se ganan la vida así…! (Ponle un micro a un  calentador algo bocazas y le subirá la temperatura en cuestión de segundos).

Desde aquí, muy modestamente, sugerimos que las duchas frías, los cubos de agua gélida y los cubitos de hielo sean subvencionados al cien por cien dada su capacidad de apagar calentones y ridiculizar a los calentadores bípedos. En nuestro caso, y sin cobrar un duro, estamos dispuestos a seguir bajando los humos de quien se tercie, llámese ilustrísima o don nadie. Es uno de los pocos placeres que nos van quedando y nos ayuda a elevar nuestra autoestima, defensas vitales y sentido del humor.  

== VIDEOTECA ==

GOLFISTA CALENTÓN - VIDEO BASTANTE PEDAGÓGICO.
Perdonen los insultos y barbaridades que se dicen en el video pero todo sea por el final de la historia.



JOAN BAUTISTA HUMET - QUE NO SOY YO
Esta semana falleció el cantautor. Siempre nos quedará su música y su bonhomía, tan alejada de los divismos y calentones de muchos de sus colegas de profesión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dilecto Puñetas:
Por mí, eso de insultos, navajadas verbales, puñaladas traperas, entre políticos de la clase política (los hay también de la otra clase, pero suelen ser educados y buenorros) me trae al pairo, pues suelen abrazarse después y, en algunos casos, hasta acostarse juntos. Vamos, que la sangre no llega al río. Fastidia un poco, en verdad, que el insulto e introperio pueda ser dirigido a parte de los ciudadanos, caso Castro de Getafe, pero, dado el tiempo que el tío lleva en el sillón, vamos a condenarlo solo al purgatorio de la política.
Fíjese en un detalle: Este tío lleva casi desde la Caida del Imperio Romano en el Poder (con mayúscula), lo que nos lleva a concluir que debieran pensar en largarse para casa y dejar en el machito a otros, pues "se les va la olla" con el paso del tiempo.
Pero -vuelvo al inicio- esto no es verdaderamente importante. A mí,lo que me importa más es mi pasta.......y eso ya es para ir al infierno.
No satisfecha nuestra clase política con los tuneados, audis, facturas astronómicas, amiguetes astronómicos, nos enteramos que siguen con el rollo de las cestas de navidad a cuenta del erario público.
Yo creía que esta vez, a tenor con la situación calamitosa que padecemos, las cestas de marras, serían sustituidas por emails, abrazos, etc.,es decir, de muestras de afecto y reconocimiento austeras y cariñosas.
Pues no, nada de apretarse el cinturón. Venga ibérico 5 J, venga vino Vega Sicilia, etc.
Ante tamaña desvergüenza, hoy leo ya que 2 de estos sinvergüenzas se justifican diciendo que.......(adivina caro Puñetas)......que... es... PARA ESTIMULAR EL CONSUMO.
Un cordialísimo abrazo.

Juan Puñetas dijo...

Esto de los calentones en políticos profesionales (que no dejan el carguete ni por casualidad) debería estar contemplado en su libro de estilo deontológico, que no tienen pero que es urgente que se lo fabriquen. Si uno le menta la madre al otro en la intimidad del camastro o en el fragor de un pasillo, allá películas, pero cuando lo hacen con micrófonos por medio y con objetivos políticos claros, pienso que los ciudadanos no deberíamos permitírselo, ya que ellos pasan olímpicamente del asunto.

Quiero decir con ésto, que la gente de bien debería TOMAR NOTA. ¿Cómo voy yo a votar a un tipo que llama tontos de los cojones a quienes no piensan como él y, encima, se atreve a decirlo en público? Si yo cortase algo de bacalao en su partido, le quitaba los galones, lo degradaba a soldado raso -no lo echaría porque entonces a ver a donde iba a ir el pobre...- y si sólo fuese un votante psoero de Getafe, mi papeleta electoral no la iba a ver ni en pintura. Claro que para eso serían necesarias las LISTAS ABIERTAS que es lo que estos impresentables no quieren ver ni en pintura.

Lo que cuentas de esos dos sinvergüenzas es de Oscar de Jolivú. Y es que al que todo se le permite, desde el calentón más tontuno a la idiotez más supina, luego pasa que empieza a creerse dios, intocable y hasta más listo que Mortadelo. Ya te digo, amigo Freixo, necesitan un código deontológico como el comer. Otra cosa que jamás se atreverán a poner en práctica.