miércoles, 25 de junio de 2008

POR UNA LENGUA COMÚN (QUE HAYA QUE DEFENDER ESTA OBVIEDAD…)

Spain es un país algo ciclotímico. Pasamos de la excitación a la depresión en cuestión de horas. Creamos ídolos con la misma facilidad con que los tiramos a la basura. Nos vamos de un extremo a otro con una bobería absurda. No tenemos término medio. Al menos en lo que se manifiesta pública y políticamente, aunque ya sabemos que la mayoría silenciosa suele ser, además de callada, bastante juiciosa. Eso nos salva habitualmente…


El caso es que llevamos unos años en que estamos nadando en el desvarío autonómico. Hemos pasado de ser un país enormemente centralizado a uno en que cada región o autonomía hace de su capa un sayo. Se mantiene, eso sí, la ficción de que el gobierno central manda mucho. Pura fachada. Mientras los grandes temas que afectan a los ciudadanos (educación, sanidad, parte de la justicia…) están en manos de politiquillos de medio pelo apegados al terruño catetil, otros temas no menos pequeños dependen de los burrócratas de la UE. Se han descentralizado desorganizadamente un montón de transferencias y asuntos, encontrándonos ahora con un país de reinos de Taifas (la historia vuelve a repetirse bastantes siglos más tarde, aunque sin árabes) donde el orden y concierto general brilla por su ausencia. Quien paga los platos rotos, naturalmente, es el currante de a pie, pero a ese sólo se le da vela en el entierro cada cuatro añitos y a correr... Y en épocas de crisis como la actual, ni te cuento…


En las comunidades bilingües (que, a este paso, acabarán siendo todas) esos catetones de medio pelo llevan años haciendo barbaridades y tropelías con el tema del idioma sin que nadie les ponga coto porque el gobierno central ni pincha, ni corta, ni tiene ganas, ni se le espera. Cuando el idioma castellano tiene una salud envidiable a nivel mundial, incluso en el territorio del mismísimo Imperio yanqui, resulta que los pelagatos que dirigen esas autonomías están impidiendo políticamente que el idioma común de todo el Estado (el castellano) se estudie y exprese con naturalidad. Llevan años empecinados en convertir sus comunidades respectivas en monolingües, sea con el catalán, el vasco o el gallego. Y a fe que, poquito a poco, lo van consiguiendo. A esta barrabasada le vienen llamando “normalización lingüística”, una estupidez más de ese lenguaje basura que tanto gusta a los políticos ídem. Para ellos dicha normalización no es que los ciudadanos sean bilingües, usando a voluntad la lengua común del castellano y la autóctona, sin discriminaciones ni sectarismos ni segregacionismos. Su objetivo final es que en el cortijo el personal sólo pueda hablar y expresarse en la lengua que ellos consideran la “suya”, la “única”, “la propia”. A la “otra” que le den morcilla, aunque sea precisamente esta lengua la que permita entenderse con los cuarenta millones de gentes más próximas. (Naturalmente, estos tipos no son idiotas y de tapadillo mandan a sus hijos a escuelas privadas para que aprendan correctamente el castellano y otros idiomas complementarios pues lo que es malo para la plebe y la canalla es siempre bueno para los dirigentes y sus tierna prole. Las expectativas de futuro de la gente les importan un carajo, si bien las suyas suelen defenderlas a cara de perro, los muy hijoputillas).


Estamos, pues, enfrascados en una abierta guerra política de lenguas en la que van a llevar la peor parte los de siempre: la morrallita, señor, que decía Carlos Cano. La que pierde siempre en todas las guerras y a veces hasta en la paz. Queremos sólo una lengua vehicular (otra palabreja basura), la nuestra, y el castellano que lo aprendan en los periódicos o en las televisiones que emiten desde Madrid. El objetivo, que las futuras generaciones no puedan comunicarse adecuadamente con el resto del Estado y del país. Se trata de ir carcomiendo la madera común hasta que se pudra y, por su propio peso, caiga la fruta madura de la independencia política, que es el punto final de su acción tan torticera y desleal.


Por todo ello un grupo de intelectuales, ya que la gran mayoría de politicuchos pasan del tema, ha decido hacer un “Manifiesto por la lengua común”, que ya podían haber titulado directamente “por el idioma castellano”. Habrá que apoyarlos e implicarnos con ellos porque muestran sensatez y la razón les/nos asiste, aunque ya mismo los fachas de la lengua los catalogarán de fascistas y absolutistas. El problema , sin embargo, es más de fondo: o ponemos coto al caciquismo de nuevo cuño que se ha enquistado en los cortijos autonómicos (aunque en unos más que en otros), o al final acabaremos cada uno lamiéndonos irremediablemente nuestras propias heridas mientras los hijoputillas se escaquean a las Bahamas con nuestro dinero, si la cosa se les pone mal. O ponemos límites a tantos desmanes (entre los que el lingüístico es uno de los más importantes) o nos iremos a hacer gárgaras dentro de un par de generaciones. Cuando ello ocurra muchos ignorantes, cobardes, pesebristas, pasotas, analfabetos y gilipollas se echarán las manos a la cabeza para poner el grito y la sorpresa en el cielo. Entonces, claro, será demasiado tarde. Como siempre…


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