martes, 11 de septiembre de 2007

EL APARCAMIENTO EDUCATIVO


Hace ya tiempo que nuestros políticos de salón y cagada dejaron de contemplar al sistema educativo como ese complejo instrumento inventado por los Estados modernos para educar de una manera más o menos uniforme al alumnado, con vistas a su integración social, instrucción intelectual y formación ética. Eso es cosa de antiguos, incluyendo en ellos desde Freinet a Freire, pasando por la Institución Libre de Enseñanza, las pedagogías institucionales de Oury y Vázquez o las diversas corrientes cristianas, marxistas, anarquistas, liberales y hasta desescolarizadoras que a lo largo de los dos últimos siglos han estudiado con lupa y aportado propuestas parciales para la educación sistematizada y generalizada de la población.


Reprimir y liberar, que dijo Carlos Lerena en un libro ya clásico. Ahora ni se reprime lo malo y negativo (que lo hay en el bichejo humano, aunque se vista de tres añitos) ni se libera y hace aflorar lo que de bueno y positivo tiene el individuo y la mismísima sociedad. De lo que se trata simplemente es de almacenar, aparcar y entretener al personal estudiantil hasta que los indicadores económicos lo estimen conveniente. Y como en ello también están implicados los papuchis –que ahora trabajan los dos, de sol a sol, en un modelo social y económico caótico que no contempla tiempo para la adecuada atención familiar de los hijos-, la situación concreta que padecemos es que las escuelas e institutos son garajes de niños y adolescentes, donde los que pretenden estudiar no pueden hacerlo, los que no estudian se ven obligados a soportar años de espera hasta que les den vía libre, fastidiando a los más trabajadores, y donde los profesores se las apañan como pueden, sin autoridad, sin recursos y, en algunos casos consentidos, sin ganas de currar.


El mal no es sólo de este puñetero país: en los países de nuestro entorno ni dios quiere dedicarse al otrora ambicionado mundo de la enseñanza, donde se gana poco, se exige mucho y se logran escasos éxitos profesionales. El único, y garantizado, es el parking de los alumnos. Por eso no extrañará que, hoy mismo, la ministra de la cosa haya anunciado que en la cochera del Bachillerato “los alumnos de primero de Bachillerato que suspendan cuatro materias o menos podrán optar por repetir curso completo o matricularse de las pendientes y ampliar con materias de segundo”, todo con el loable propósito de combatir el abandono educativo prematuro en esta etapa no obligatoria, "haciéndola más atractiva" para los alumnos, "menos rígida, más flexible y ajustada a sus necesidades".


Y es que las tasas de abandono escolar en este nivel son altísimas (un 30 % frente al 10 % que propugna la UE). Claro que “de lo que se trata no es de rebajar contenidos y exigencias intelectuales”, faltaría más, pero como sabemos por lo ocurrido con la Primaria y la Secundaria, ese es el resultado final. Más, ¿qué importa? Mejor que estén los alumnos en las aulas, aunque sea con el MP3 a toda pastilla, que en la calle pidiendo un trabajo para el que no están capacitados ni de coña (jodé, si hasta tenemos déficits de camareros por falta de “savoir faire”) y, lo que es peor, haciendo bulto en las estadísticas del paro: la medalla que ahora se pone tan ufano don Zapaterín y que antes se colocó su cuñado don Aznarín, de que nuestra economía marcha viento en popa y a toda vela, habría que devolverla a San Cucufato y eso no es muy televisivo.


Así que, más facilidades para que el parking siga bien repleto. Todo antes que reconocer que el tinglado es un inmenso fracaso y que más que medallas lo que hay que repartir es patadas en el culo. Y regresar a los clásicos, claro…


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LA OTRA REALIDAD...: "Niños de la calle".

1 comentarios:

Jc dijo...

Amigo Puñetas:

Veo que, una vez más, estamos de acuerdo en nuestros planteamientos. Sólo nos falta encontrar la forma de empezar a dar esas "patadas en el culo" que tan sabiamente ofreces. Por mi parte, empezaré a poner los pies en forma por si un día encontramos la manera.