viernes, 16 de junio de 2006

A TOMAR POR...EL SOL.


A las fechas en que estamos ya tenemos la “caló”, el calorín y la calorina hasta mediados de octubre. Ya está el Rubio echando flamas a troche y moche, al menos por este Sur olvidado de dios y de la historia. Como decía el malogrado Carlos Cano (todas las buenas personas se mueren demasiado pronto), “por el Sur mucho sol, mucho sol y poca luz”.

Acostumbrados como estamos a andar con los bolsillos medio vacíos y el estómago medio lleno, al menos los sureños tenemos garantizada la vitamina D por un tubo. Y gratis total, gracias a nuestro amigo el rubiales. Es un Sol el tío. No sólo nos pone calentitos y nos alegra las pajarillas si no que encima es capaz de traernos a ese prójimo disfrazado de turista que después nos deja unos dinerillos en hoteles, cafeterías, discotecas y otros antros de diversión a cambio de irse al final de la semana o quincena veraniega más torrao que aquellos clásicos garbanzos. (Que, curiosamente, eran blancos).

Así que, hoy que estamos de buen talante, y no precisamente gracias a ZP, loaremos al sol. Desde que hace unas semanitas se ha echado definitivamente la calor, hay por la ciudad un aroma a carne frita que es demasié. Sale uno a pescar la primera insolación del verano y se da cuenta que, a pesar de que llevamos cuatro días a 36 grados a la sombra, el personal anda ya más negro de sol que un equipo completo de la NBA. Algunos parece que vivan instalados en una perpetua exposición solar. A otros, menos afortunados, se les adivinan algunos pellejos y ronchas fruto de un tueste demasiado rápido e intensivo. Esos a los que hasta que no pasen dos semanas, jamás podrás darles un amistoso golpecito en la espalda porque –consecuencia del golpecito- verán todas las estrellas del universo universal y se ciscarán en toda tu familia.

No sé qué amor tan frenético tendrá el prójimo con el solete, que en cuanto el tío dice “aquí estoy yo”, no dejan su compañía “ni a sol ni a sombra”. Y es que el personal se cree más rico, alto y hermoso cuando lleva incluidas en el curriculum al menos trescientas horas de exposición despanzurrada ante el astro rey. Si no estás moreno en su punto de sal exacto, eres un don nadie. Si te pasas, parecerás un currante de obra al que sólo le falta el carrito de transportar los ladrillos y el hormigón. O peor, te confundirán con Tugaru Muletón, natural del Congo. Si no llegas a la morenez exacta y perfecta, parecerás una cuajada de danone aderezada con miel de mil flores. Alcanzar el equilibrio de la morenez no es tarea fácil, pero los chicos y chicas que andurrean por el Sur marítimo, le tienen cogido el truco al asunto, a falta de parné y otras hierbas.

Cada uno tiene lo que tiene. Unos poseen una identidad nacional (como catalanes y vascos) y otros sólo tenemos los rayos del sol. Esa es la auténtica “realidad nacional” de los andaluces y no la que se ha inventao el cabezón del Chaves. Más dejemos la cosa política que hoy estamos de buen talante. El sol también forma parte de la dieta mediterránea, tan de moda. Lo que pasa es que algunos se pegan unos atracones de rayos uva, beta y gamma, que luego pasa lo que pasa: que la piel empieza a dar por saco. Pero hasta que eso ocurre, afirman los aludidos, que nos quiten lo bailao, aunque más bien deberían decir, lo tumbao, porque el buen cliente de sol va a la playa a tumbarse. Diez minutos a babor, diez minutos a estribor. Y vuelta a empezar. Y vuelta a empezar… Así hasta que el disco se raya de tanta exposición.

Así que este iconoclasta Puñetas va a la playa cuando es de noche. Y en vez de tomar el sol, toma la luna, que también calienta pero no quema. Y aunque a estas alturas de la película anda con una piel color yogur natural, aseguro que la cosa trae cuenta: tengo toda la playa para mí, no he de aguantar al niñato de la música pumba-pumba-pumba ni al enano de la pelota. El agua está la mar de calentita, si está sucia y tiene nata, no me entero y a esa hora los tiburones, medusas y pulpos están durmiendo, lo cual es una tranquilidad añadida. El día que me cabree y quiera estar tan negro como los demás, por unos cuantos euros me iré por la mañana a una máquina de rayos uva. O me iré a coger tomates, fresas o melones al Ejido o a Lepe, ganándome de paso unos euros extra. Aunque luego me confundan con Muletón, el del Congo congoleño. Todo antes que ponerme como un tizón chupando sol durante horas y horas sin hacer nada más que bostezar.

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