martes, 25 de abril de 2006

CRÓNICA SOCIAL: EL TÍO QUE LOS PONE EN PELOTAS



Hay un fotógrafo por ahí que se ha montado el negocio bien montado. El amigo se llama Spencer Tunick y no se sabe cómo un día le dio por hacer fotos de paisajes metiendo en los mismos gente en pelota picada. La cosa tuvo éxito y cada vez ha ido poniendo más extras desnudos en sus fotografías paisajísticas, si es que cabe llamarlas así, porque uno diría –viendo algunas- que lo suyo son los masivos despelotes con paisaje al fondo. Da igual. El camarada está teniendo un éxito del carajo y vaya a donde vaya allí verán decenas y a veces miles de hombres y mujeres que se quedan como su madre los trajo al mundo, haga frío o calor, llueva o truene, con tal de salir en la afoto y poder luego presumir de que “yo estuve allí”.


-Ese culo tan respingón y peludo es el tuyo, ¿no?

-Ese es de mi suegra. El mío está a la derecha, encima del de mi suegro.


Hace poco ha estado el bueno de Spencer por tierras vascas para hacer las consabidas fotos. El hombre se fue a la playa de la Zurriola donde por estas fechas suele hacer una agradable temperatura mediterránea, je, je. No tenía muchas ilusiones con que el personal respondiera masivamente pues, instalado en el tópico a pesar de que viaja tanto, pensaba que los vascos son muy tímidos (cosas del RH). Y, sin embargo, más de 300 personas tiritando y despendoladas (unas por arriba y otros por abajo) esperaban obedientes a que el señor fotógrafo les impartiera militarmente las consabidas órdenes.


-¡A ver, esas tetas de talla 120, que se muevan más a la derecha!


Esta vez la cosa tuvo su perendengue y mosqueo porque, al olor de la carne, aunque mucha ronde los 65 tacos, acudieron multitud de periodistas y telecacas, siempre dispuestas a aportar su granito de arena en la cosa de la información. Ya se sabe que ver un pezón o un pene (aunque sea flácido) aumenta la cuota de pantalla que es un primor. Y no digamos si en vez de un ejemplar aparecen un centenar de ellos. El fotógrafo-artista estaba de mal humor (seguramente no habría follado la noche anterior) y lo pagó con los fotógrafos-cuentistas allí presentes. Estos amenazaron con largarse, pero al final no sólo no lo hicieron si no que algunos llegaron también a quedarse como Adán y Eva, pero sin manzana. Eso sí, don Spencer Tunick (como muestran las fotografías que recogen el acontecimiento) en todo momento estuvo bien vestidito, con la cámara en ristre y la ropa cubriendo de los pies a la cabeza su oronda anatomía, no fuese que pillase un maldito resfriado.


Y así fue el acontecimiento. El personal tumbado en la arena o entre las rocas, bien como cuerpos inertes (o sea, como piedras), bien en actitudes eróticas aquellas parejas que lo consintieran. Ahora, para cerrar esta crónica social, podríamos hablar de los tiquismiquis filosóficos y hasta políticos de tanta expresión corporal: que si la liberté, que si la fraternité, que si la igualité. Como buen aguafiestas que es, el Puñetas cree que tanto tío y tía en pelotas echó a perder unas bellísimas fotografías de la playa de Zurriola, con su mar brava y su arena dorada. Lo que uno quisiera saber (y a lo mejor lo cuentan algunos de los periodistillas que estuvieron por allí) es si entre tanto roce y tanta pose hubo tiempo para algún orgasmo ocasional, algún flechazo o algún futuro divorcio. Todo lo demás ya no interesa ni a los preescolares de tres añitos.

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