martes, 21 de marzo de 2006

EMBOTELLADOS



Así está parte de nuestra flamante juventud española: perfectamente embotellada, etiquetada y empaquetada. Lista para consumir y consumirse. En perfecto estado de cóctel con alcohol. Si es que da una alegría verla tan contenta, dicharachera, despreocupada, inocentona y cachonda….


Tenemos lo que tenemos (una parte, ya digo, aunque no pequeña). Preocupadísima en acudir como masa borreguil allá donde unos cuantos cabecillas les citen para emborracharse, dejar el lugar hecho una asquerosidad y pasárselo en grande. Porque divertirse cantidubi sólo es posible de una manera: dándole al canuto y a la litrona. Muchos no conocen otra forma más sana de pasárselo bien. Ni se la imaginan. La culpa, claro, es de sus mayores, porque aquí la culpa de nuestras vergüenzas y desvergüenzas las tienen siempre otros. Hablamos de gente que en muchos casos estudia en la universidad. O sea, de personal un poco “escogido”, que ha pasado varios lustros con las posaderas en un pupitre intentando aprender algo, coger una cultureta, adquirir unos modales…. Vano esfuerzo. Ya la universidad no sólo es una perpetua fábrica de parados, labor en la que lleva opositando mucho tiempo, si no una fábrica también de maleducados.


Podrían preguntarles a sus papis cómo se divertían ellos cuando tenían su edad, con escasísimos medios económicos y la moral carpetovetónica imperante para la que casi todo acto placentero era pecado mortal. ¿Pueden imaginarse que la vida era posible sin la televisión, sin el móvil, sin la ginebra, sin el coche y sin monstruosas y aborregadas reuniones? Ay, esa imaginación que ya vuela menos que un pájaro enjaulado. O embotellado, que viene a ser lo mismo. Más no hagamos leña del árbol que ni siquiera llegó a caerse porque nunca se levantó. Afortunadamente hay otra parte muy importante de juventud (que nunca sale en las telecacas porque nunca monta numeritos espectaculares), que estudia, trabaja y se divierte de manera más civilizada y saludable. Espero que ésta sea la que el día de mañana nos saque las castañas del fuego a los que quedemos ya estrujados y explotados por años de currelo y de experiencia. Porque como el porvenir dependa de estas pandillas de alcohólicos potenciales, lo llevamos claro.


Igualico, igualico que la Francia esa que nos saca cientos de kilómetros de ventaja en muchos órdenes de la vida. Andan allí los estudiantes liados con su rechazo a los contratos porca-miseria y los despidos automáticos que los señoritos gobernantes quieren endilgarles. Y mientras que se juntan por miles para poner patas arriba Paris y lo que haga falta, por las Españas del desmadre y el todo vale, caminan sus homónimos de edad (que no de formación ni de compromiso) dándole al frasco Carrasco. A los que ya no somos jóvenes, pero una vez lo fuimos y no hicimos el imbécil de manera tan sonada y gratuita, siempre nos quedará Paris. Menos da una piedra o una botella de ginebra garrafera, o sea, de matarratas.

2 comentarios:

la aguja dijo...

La culpa no tiene padres... o algo así que lapidó algún gran vate en un arranque de genialidad.

¿Prohibir el botellón? ¡Pero si este es un país libre...! ¡Cómo se te ocurre mencionar la palabra "prohibir"! (ya sé que no lo has escrito, lo digo yo).

Los derechos de personas civilizadas (entendiendo por civilizada aquella persona que pretende dormir a partir de la una de la madrugada) son pisoteados por estos bárbaros modernos, que asaltan urbanizaciones en manada y produciendo un ruido ensordecedor.

Que apliquen las leyes, que para algo están. Si no hubiera habido tantas contemplaciones desde el principio y tantas dudas a la hora de atender las denuncias de la gente que no podía dormir y que veía cómo su piso se devaluaba hasta el punto de que nadie lo quiere ni regalado porque su parque se ha convertido en zona botellón, digo que si se hubieran aplicado ciertas medidas ahora no estaríamos hablando de semejante descontrol.

Pero mejor me callo, que releyéndome hasta yo mismo me parezco reaccionario, intolerante, carca y desfasado.

Cosas veredes, amigo Puñetas.

Juan Puñetas dijo...

Cada tiempo tiene sus miedos y vergüenzas. Recuerda el miedo que intentaba meternos la religión en el cuerpo en nuestra juventud. Aquello pasó. Ahora toca algo similar pero de otro corte: el que no esté de acuerdo con los valores y costumbres dominantes es un reaccionario, intolerante, carca y desfasado. Así lo venden y así está de mal visto. Esta bitácora es mi respuesta hacia este modo de proceder dominante. Ni izquierdas ni derechas, que ya nos conocemos el cuento. Pepitos Grillos es lo que hacen falta, que desde una formación básica, una información suficiente y una independencia de criterio e ideología muy amplia, arremetan como recurso de defensa personal contra todas las majaderías, estupideces y absurdos que nos cuelan todos los días. Los meapilas de uno y otro signo (pero todos agarrados a las tetas del poder) no van a conseguir que algunos cejemos en el empeño de llamar al fútbol circo, al botellón borreguismo de cafres o a la política financiera pirateo institucional. Estamos más solos que Mindolo pero eso que ganan nuestras pituitarias. Prefiero mil veces la nacionalización boliviana del petróleo y el gas a la nacionalización de la incultura, la estupidez y la indecencia en la que estamos enfrascados en España. Mil veces el liberalismo salvaje que la salvajada del todo vale con tal contentar al populacho y nosotros sacar tajada. Frente al libertario "Parad el mundo que me bajo" prefiero el lema puñeteril, sector grouchista de "Majarones: ¡al poder!". Y en esas están los pobres desde hace la tira de siglos. Y nosotros que lo veamos, poniéndolos a parir... Nos va en ello la salud mental.