martes, 10 de enero de 2006

FUMAR... ¡QUÉ ORDINARIEZ!



Tras unos días de cosa navideño-familiar por las Cataluñas del tío Maragall y sus sobrinillos el Saura, el Carod y el Mas (amén de la oveja negra de la familia, el Piqué), regresa el Puñetas al hogar, dulce hogar, o sea, a la rutina diaria que nos da para ganarnos las habichuelas y las lentejas más algún trozo de jamón que cae de vez en cuando en el puchero…


La verdad es que, visto como ha ido el patio en estas pasadas navidades y entrada de año, dan ganas de coger de nuevo otras suculentas vacaciones e irse de picos pardos pero al Caribe o Australia, bien lejos de este meneo en que andamos metidos con las cosas y chascarrillos de nuestra fauna y flora político-militar.


Pero de todo lo que ha ocurrido (desde los tradicionales varios centenares de muertos en las carreteras, pasando por la fragata militar española que hacía caridad por aguas iraquíes, siguiendo por la desvergonzada subida de precios de los productos más básicos y acabando por la asonada verbal del militar Mena) es el tema del tabaco y la nueva ley que lo regula de lo que más se ha hablado y hablará.


Que en la eterna España del fumeteo incombustible y pertinaz, a los amigos de la nicotina y los más de mil productos tóxicos que la acompañan les empiecen a tocar un poco los cataplines los poderes públicos, es algo digno de reseñarse en la próxima edición del Quijote. Por fin empiezan a encontrarse algunos lugares libres de humos. Los fumadores pasivos de oficina están que no caben en sí del gozo. Muchos comensales de restaurante andan como las cabrillas de contentos viendo que el solomillo de ternera que se van a meter entre pecho y espalda ya no va a saber más a Ducados, Fortuna o Winston por culpa del tipo humeante de la mesa de al lado. ¡Milagro, milagro!


Cierto que el gobierno zetaperino (con el aval de todos los partidos que se sientan en el Parlamento) ha hecho una ley cuernicorta que ya está creando numerosos problemas de interpretación y de control. Pero por algo había que empezar, digo yo….


Lo cierto es que muchos fumadores están que trinan porque su derecho de pernada está mermando. A ver, que levante la mano quien alguna vez en una reunión a puerta cerrada, en un bar o en cualquier lugarejo cubierto, se ha encontrado con un tipo o tipa que le ha preguntado si le molestaba el humo del cigarro que iba a encender. Nunca han destacado los fumadores (salvo una minoría escasamente representativa) por su actitud compasiva con el prójimo no fumador ni con la elegancia de la limpieza cigarreril (esos restos y colillas, tiradas a diestro y siniestro). No hablemos de los amantes de las pipas y los puros, que de esos nuestras narices están bien saciadas a costa de su placer ostentoso.


Ahora, angelicos míos, se rasgan las vestiduras porque en algunos lugares (menos de lo esperado) no pueden encender su cochambroso instrumento, en vez de admitir que por una vez se ha legislado para la mayoría (dos terceras partes no fuman). Algunos –como ese primer multado con 240 € euros, allá por Navarra- se empecinan en que nada debe cambiar pues el fumeteo está inscrito en nuestros genes celtibéricos, en vez de exigir al Gobierno que les ayude económicamente para dejar de fumar o que obligue a las tabaqueras a que fabriquen pitillos sin tantos productos químicos nocivos para la salud, al igual que se lo exige a los que embuten chorizos, enlatan atún o embolsan leche. Se ve que a algunos tanta porquería como llevan tragándose garganta y nariz arriba les está taponando también las neuronas responsables del sentido común.


Fumar…¡Qué ordinariez! ¿Es que no hay mejores placeres en la vida que estar chupando un palitroque de nicotina adulterada con mil diferentes tipos de excrementos? Sí, con esta ley del tabaco, muchos de los que se ganaban la vida vendiéndolo van a ver mermadas sus ganancias. Que se dediquen a vender cosas buenas y sanas, que todavía hay miles de trabajos productivos esperando que algunos los desempeñen. A lo peor se gana menos dinero con ellos, pero al menos la conciencia se quedará mucho más limpia y tranquila que traficando con el pestilente y cancerígeno pitillito de mierda. (Si es que las intocables tabaqueras le meten unas porquerías...)

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