jueves, 19 de enero de 2006

MUCHAS LENGUAS Y UNA SOLA BOCA



Cuando sale uno al extranjero es cuando más se da cuenta que si habla un solo idioma, es hombre muerto y al agua. Siempre, claro está, que ese idioma no sea el del imperio, es decir, el pikinglis. Si le das a la lengua de Chakespeare, todo furula normalmente. Milagros de la cosa imperial y multinacional. Pero si lo que parlas es un vulgar castellano almibarado de cientos de expresiones locales y dialectales, entonces vas aviado: tienes menos porvenir que un cerdo ibérico en el Polo Norte.

Hay quien utiliza la lengua como arma arrojadiza para con los demás. Algunos quieren ser nación gracias a que tienen una lengua peculiar. Otros están siempre con la lengua fuera y los más no se enteran ni de lo que hablan entre ellos mismos, cosa bastante corriente (dicho sea entre paréntesis).

Hace un par de años un profesor de árabe en la Escuela de Idiomas de Málaga, en una entrevista periodística, decía que “el árabe debería ser el segundo idioma a aprender en la Enseñanza Secundaria”. Aquello me dejó completamente preocupado porque el menda ha sido incapaz de aprender otro idioma distinto del materno, por más que lo intentara con el inglés y el francés. Y es que hay quien no tiene don de lenguas ni lenguaje extra donde cobijarse. El muá, un suponer.

Así que lo de aprender árabe despertó en mí resonancias casi bíblicas. Por historia y proximidad geográfica, está claro que el Puñetas –aunque ya no calce zapatos de la ESO- debería aprender el árabe. Claro que cada vez que compra cualquier cacharro y ve en un lado “made in China”, sabiendo que –además- son muchos los chinos con los que poder hablar (¡hay tantos!), considera la necesidad de aprender chino. Más después me paso al coreano cuando observo patidifuso que casi toda mi ropa deportiva y más cacharros son de allí. ¿Cómo no aprender un idioma que está aportando tanto a la civilización occidental? Además, como viajo cada vez más a las Cataluñas por motivos familiares, también estoy considerando la posibilidad de aprender el catalán porque es que cada vez me entero menos de lo que allí se parla. Para más inri mi empresa me dice que pronto deberé extender mis tentáculos comerciales al País Vasco, por lo que parece recomendable que me vaya perpetrando de unos conocimientos de euskera (hasta ahora sólo sé decir “gabon” y “gambón”) y de un chaleco antibalas. Me cuentan que cada vez hay más intentos en España de tener cada tierrecilla su idioma particular y específico por aquello de que la cosa da lustre y pedigrí. Y si no se tiene, pues se inventa con un pase mágico por aquí y un garbeo prehistórico-lingüístico por allá. El caso es presumir de lengua larga y ancha.


En mi orfandad lingüística no olvido que desde mi más tierna infancia tuve una prima francesa y que mi bachillerato fue edulcorado con el dulce acento gabacho, pese a lo cual sólo sé algo del “plaisir” y del “amour a la remanguillé”.

Del inglés, en cambio, no entiendo ni papa. Ya sé que es la lengua del imperio y que sin ella soy un huérfano lingual, pero uno –ya se sabe- no es perfecto. Y es que, en vez de aprender un idioma a mis años para así parlar internacionalmente con muchos millones de hijos de vecino, me resulta más atractivo y simpático hincarle el diente a otros saberes del orbe más livianos y pasajeros. Caprichos de la edad, las neuronas y la escasa verborrea con que me adorno. Hay quien con tantos idiomas se hace la pichi un lío et ya no sa muy bian si sui idioma est el latin, landalú, el castiellanu o el quechúa. Yo, que sólo utilizo la lengua que mis papis me enseñaron al nacer, no tengo ese lío.

Tal como dice el profesor universitario, para que a las nuevas generaciones no les pase como a mí, es recomendable que se dejen de tantas mate, historia, naturaleza y demás zarandajas y que aprendan los principales idiomas del mundo. No como uno, el que ésto chirría, que mucho deseo de aprender lenguachas ajenos pero al final rien de rien (por torpe). Y así me va, que sólo sé insultar al prójimo en un idioma. Las lenguas, como la pasta gansa, están muy mal repartidas… ¡Y eso que hay más de 7.000!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tío:
Insisto....eres un fenómeno.
Te leo y sigo con fruición.
Acabo de leer tu última inserción y he apostado con mi esposa (a la que leí esto último) que eres profe o asimilado. ¿Acerté?.
Mi blog de paridas de un inconformista (¡no hay plagio eh¡) se aproxima a la tuya, aunque sin calidad, es decir, a lo bruto.

Salud y pazzziencia.

Anónimo dijo...

Pues sí, amigo, la cosa anda por la deseducación. (Antes se procuraba enseñar cosas buenas a los alumnos, ahora se trata de intentar borrar las cosas malas aprendidas fuera de la escuela). Pero Juan Puñetas es un personaje que tiene vida propia e independiente de su autor, como si hablásemos -un suponé- de doña Rogelia y Mari Carmen y sus muñecos. Ya tiene vida propia y a veces tengo que pelearme con él para imponer algunos de mis banales criterios. He leído los últimos posts de tu bitácora y me agrada la brutez y el inconformismo que muestras. ¡Al menos ya somos dos haciendo paridas! La he colocado en mis enlaces porque seguro que la seguiré leyendo de aquí en adelante, ya que antes no la conocía. Un cordial saludo.