miércoles, 28 de octubre de 2009

LOS CHORIZOS SALEN A LA CALLE



Algunos se están cayendo ahora del guindo tras comprobar que todos los días laborables y festivos hay un político o alguien famosuelo que pasa por los juzgados para aclarar un trinque o ir directamente al calabozo. Siempre ha habido ingenuos y palmeros incapaces de oler el hedor y la basura, no por disponer de una nariz sin nervio olfativo si no  -simplemente- por usar demasiada colonia y perfumes para distraer la realidad a conveniencia. En cambio, aquí seremos lo que seamos, pero tenemos unas napias la mar de despejadas así que no sólo no nos pillan de sorpresa los casos de corrupción que se vienen detectando en estos tiempos de crisis (cuando hay bonanza el personal anda demasiado atareado comiendo a dos carrillos como para que haya denuncias, venganzas y resentimientos) si no que afirmamos con un par de bemoles que los ha habido a miles, que el corrupto iceberg sólo muestra la puntita y que en cuanto pasen estos fríos económicos volveremos de nuevo al oasis, al jacuzzi, a la sauna y a la langosta. Incluso afirmamos que los trincones y mamones no actúan solos. Detrás suelen tener gente más importante que nunca les olvida por la cuenta que les trae, de modo que pasadas las primeras y escandalosas portadas, todo vuelve a la calma y al olvido, sepultado bajo miles y miles de legajos según marca el ritual al uso.

Unos pocos se creían que en Cataluña estaban vacunados contra las corruptelas. También con ellas se “hace país”, por eso todos estaban calladitos como muertos –desde los periódicos hasta los políticos pasando por los socios del Barça- hasta que un juez estrella de Madrid ha empezado a tirar de la manta, sabe dios porqué. Cuando los países son muy pequeñitos, las castas dirigentes forman una familia de amigos y compadres que se conocen, ayudan y tapan los unos a los otros. Lo mismo sucede en el País Vasco, donde no suelen abundar los casos de corrupción salvo en relación al terrorismo etarra, pero no es porque allí no haya políticos y empresarios trincones si no porque hay otras prioridades más importantes: salvar el pellejo o usar el terror como elemento de distracción. En el resto de los cortijos y cortijillos  del gran desmadre nacional –en los que la falta de una ideología identitaria impide el cómplice silencio del resto de la oligarquía mandante y mangante- los casos que salen a la luz suelen ser más numerosos. Son lugares donde –acostumbrados a niveles de vida más elementales- la tentación de coger el dinero y salir corriendo (oportunidades así no se presentarán muchas veces) hace más fácil el pillar a un alcalde pueblerino con las manos en la masa. Hasta para trincar hace falta tener estilo, clase, formación y cierto nivel de vida… 

Tenemos lo que nos merecemos. La corrupción abunda donde hay abuso de poder y dinero público abundante (después no quedan ni las raspas, que en esas estamos); donde la política está en manos de una secta llena de vivales y tramposos que toman al personal de a pie por imbécil; donde muchos currantes tienen que hacer trampas para malvivir y se les alienta y consiente para así tenerlos en el abrevadero mientras interese; donde las grandes empresas y entidades financieras se enriquecen mediante el “robo” legalizado al ciudadano y donde la justicia anda en plan tercermundista. Encima la historia pesa mucho y en Spain va de siglos la de gobiernos y dirigentes en plan arrebatacapas. Mas, tranquilos, que las aguas volverán pronto a su nivel habitual. Los ilustrados y des-ilustrados del trinque no son tan idiotas como para suicidarse los unos frente a los otros. Sencillamente, son tiempos de supervivencia en la miseria o en la falta de ingentes beneficios y hay que dar algunos avisos a los chorizos de medio pelo para que los malandrines de alto copete inviertan en más medidas de seguridad. En tiempos de crisis, ya se sabe, abundan los amantes de la envidia y el despecho y, cuando se ven abocados a la intemperie, algunos tienen la pésima manía de tirar un poco de la manta. Como dice la ministra Salgado, en 2010 volveremos a sonreír dejando atrás todo lo malo. Con la bonanza por venir pronto nos olvidaremos de los trincones. Y hasta la próxima crisis…       

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