miércoles, 21 de octubre de 2009

EL PIRATILLA SECUESTRADO



(Cualquier parecido con la realidad puede ser mera coincidencia; no obstante, cualquier coincidencia puede ser considerada posible realidad. O algo así).

Había una vez un país situado en la Cochinchina donde mandaban los piratas. En sus aguas o cerca de ellas había muchos atunes y otros peces de buen comer, a cuya miel acudían barcos de medio mundo. Los piratas secuestraban de vez en cuando alguno y, con mejor o peor suerte, se iba sacando su botín para ir tirando mal que bien.

Un día un pesquero de un país de países fue apresado. En unos días se acercó a ver lo que le pasaba un buque militar compatriota. En un rifirrafe, los militares capturaron a dos piratas cuando éstos se aprestaban a irse del pesquero, no se sabe bien porqué. El caso es que ambos dos fueron capturados y llevados al buque, donde por fin pudieron comer caliente y pasar unos momentos de gloria.

Más hete aquí que un famoso juez del país de países quiso hacerse aún más famoso y pidió que ambos piratas fuesen enviados a la metrópoli porque quería verles el careto y mandarlos para la trena, a pesar de que sus compis seguían atrincherados en el pesquero y poniendo muy mala cara a la tripulación de marineros, a los que amenazaron con cortar el cuello si les pasaba algo a los dos compinches apresados.

La razón de la justicia se impuso y en un par de días los dos piratas fueron llevados al lugar donde indicó el juez. Mire, vuesa merced, le dijeron los de la pata de palo metafórica, que nosotros estábamos hospedados en aguas internacionales en uno de sus buques de guerra y que al venir en contra de nuestra voluntad se puede decir que hemos sido secuestrados. Y eso, señor juez, es algo muy feo para gente tan demócrata como ustedes.

Mientras que los días pasaban en alta mar sin tener conocimiento alguno del devenir del secuestro del pesquero, en la metrópoli se armó un cacao fenomenal con la edad de uno de los piratas, al que tras someterle a más chequeos médicos que a un ciudadano millonario, se le calificó de menor de 18 añetes, con lo que de acuerdo con las leyes  metropolitanas, tenía que ser puesto de patitas en la calle al considerarlo incapaz de hacer trastada alguna. Os va a caer un puro, replicó el ahora piratilla de 17 años. No sólo me secuestráis en aguas de mi país si no que ahora me calificáis de vulgar mequetrefe aniñado. Y encima irresponsable. ¡Yo soy un hombre hecho, derecho y de pelo en pecho! Exijo una indemnización y la vuelta a mi país con un cheque bajo el brazo de un millón de ricos euros.

EL juez famoso ya se había quitado de en medio y ahora otros compis y muchos abogados y políticos discutían qué demonios hacer con el piratilla, el cual ya había costado al erario público un potosí entre chequeos médicos, tres comidas por día, ropa nueva comprada en el Corte Inglés y otras bagatelas, incluidos varios habanos procedentes directamente de Cuba. Tras otras pruebas médicas el piratilla volvió a ser declarado piratón pues sus huesos parecían dotados de la mayoría de edad. En estas monsergas, ires y venires, nadie tenía ni pajolera idea de qué pasaba con la tripulación del pesquero pues no había noticia alguna de su estado.

-Piiiiiiii….

(Señoras y señores, rogamos perdonen esta interrupción producida a las 23 horas 45 minutos del día 21 de octubre de 2009. Estén atentos a su pantalla pues en los próximos días, meses o años, se supone que esta bella historia tendrá un final, esperemos que feliz para los marineros y para el piratilla piratón al que su paso por la cárcel y centros de asistencia habrá convencido que dónde mejor que vivir en ese país de países donde a uno le miran y remiran la salud física hasta en el velo del paladar. Y gratis total. Sería imperdonable renegar de Jauja…). 

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