domingo, 14 de junio de 2009

VENDEDORES DE MENTIRAS

Pones el dedo encima del capó del Seillas Leonino que te has comprado (vale cambiar el modelo de coche, porque casi todos son iguales) y la chapa se dobla como si fuera una toalla. El DVD de 60 euros se calienta a los cuatro dĆ­as y reproduce una imagen sĆ­ y otra no. El libro de bolsillo con la novela del Reverte quien sabe si llegarĆ” a fin de aƱo sin desintegrarse. La croqueta congelada de dos euros el kilo ha pasado ya por mĆ”s manos que la Paris Hilton. El móvil es un circuito rodeado de plĆ”stico que pagas mĆ”s caro que el caviar cuando sus ingredientes no valen medio penique, como lo prueba que si se averĆ­a no hay forma de arreglarlo. El sofĆ” sirve para sentarse, sĆ­, pero comprueba lo que hay en su interior: te llevarĆ”s una desagradable sorpresa. Las zapatillas nikeadas o adidosas te cuestan un talón y medio, las hacen unos chaveas coreanos por medio euro mensual y encima vas como un gilipollas fardando de moderno. (¡Si la esclavitud y la tonterĆ­a son muy antiguas!). Y asĆ­ todo. Cada vez nos venden mĆ”s mierda congelada o fresca a precios aparentemente económicos pero el engaƱo y la estafa es clamorosa, porque como tal basura el coste real se aproxima a cero, lo que significa que las ganancias para sus productores son fabulosas. Eso sĆ­, mĆ”s de la mitad de ellas se las gastan en engatusar al personal mediante anuncios, propaganda y embustes varios para que compre.

Lo peor es que la venta de mentiras no se reduce sólo a los objetos sino tambiĆ©n a las ideas, donde la compraventa viene desde muy antiguo. Ahora que acabamos de pasar por un periodo electoral, todavĆ­a resuenan en nuestros oĆ­dos el embuste, la patraƱa y el insulto a la inteligencia del ciudadano por parte de los polĆ­ticos vendedores de humo y pajas. Se gastan (de nuestro dinero) millonadas para que los conozcamos como si no los conociĆ©semos demasiado bien. Derrochan toneladas de papel y combustible  para decir simplezas y bobadas en panfletillos y mĆ­tines. Recibes en casa decenas de cartas de las diversas sectas polĆ­ticas y te tratan como un subnormal que sólo merece cuatro letras falsarias y tontorronas. ¿Por quĆ© no tienen un poco de decencia polĆ­tica y nos envĆ­a cada grupĆŗsculo politiquero su detallado programa de gobierno, para que lo estudiemos, para que lo comparemos con los demĆ”s, para que lo guardemos y les restreguemos en un futuro tanta novelerĆ­a y cuento chino? 

Si dejamos a los polĆ­ticos y nos vamos a los curas y ayatolĆ”s, las mentiras alcanzan –como es lógico- cotas celestiales. Salvo honrosas excepciones personales, la realidad entre lo que se predica y lo que se hace es sideral y estratosfĆ©rica. TenĆ­a razón el amigo Shakespeare cuando decĆ­a que “la vida es una gran mentira contada por un idiota” o don León Felipe cuando hacĆ­a referencia a que desde que nacemos nos duermen con cuentos. ¡CuĆ”ntos falsos Ć­dolos son vendidos en los diferentes altares económicos, polĆ­ticos y religiosos! Ahora bien, los consumidores consumidos tenemos una gran parte de culpa: que nos engaƱen una o dos veces, vale, pero como tambiĆ©n dice una sentencia juiciosa que leĆ­ en algĆŗn libro sabio, a la tercera vez el culpable del engaƱo eres tĆŗ mismo. Por tonto e imbĆ©cil. Pero no aprendemos. Incluso cada vez hay mĆ”s gente encantada de que le engaƱen. Y es que mientras que el mundo sea mundo siempre existirĆ”n tontos, o sea, gente la mar de crĆ©dula y feliz…

2 comentarios:

Freixo dijo...

"...a la tercera vez el culpable del engaño eres tú mismo. Por tonto e imbécil."
En efecto, nada hay mÔs deprimente que constatar que millones de personas, a pesar de ser conscientes del engaño y la mentira, siguen votando a personajes cuyo único mérito es mentir descaradamente sin sonrojarse y creerse con capacidad de subyugar a la plebe.
Abandonados ya los pingüinos, nostalgia tengo por regresar junto a ellos.
Salud, querido Don Juan.
Freixo

Juan PuƱetas dijo...

A veces creo que hay mucha gente, pero que mucha, a la que le encanta que les engaƱen: "Dame pan y dime tonto", que decĆ­a el clĆ”sico. AllĆ” ellos y ellas, aunque hoy dĆ­a algunos se han quedado sólo con la segunda parte del refrĆ”n y aĆŗn siguen estando contentos. ¡Misterios insondables del cerebrĆ­n humanoide!

En cuanto a los pingüinos,hay que reconocerles que se dejan engañar mucho menos que la mayoría de nuestros congéneres. Y,dicho sea de paso, que visten mucho mejor y mÔs elegantemente que la mayoría de nosotros...