miércoles, 7 de mayo de 2008

LA LAMENTABLE BURREZ DE LAS TELECACAS - A VUELTAS CON EL PLACER SEXUAL

Si desaparecieran las telemierdas del mundanal ruido es probable que hubiera pocos supervivientes ante tamaño desastre. Sí estoy seguro que uno de esos pocos sería este Puñetas que escribe. Si por errores de cálculo unos aviones de guerra destruyeran las instalaciones televisuales de las principales cadenas de este país (o de cualquier otro), no sería este menda lerenda quien echaría una sola lágrima in memorian. Ni siquiera se salvan de la podedumbre y la casquería esas telecacas que presumen de “progresistas”, pero que todo el día están programando fútbol, telenovelas, series americanas violentas y subnormales, concursos barriobajeros y otras lindezas con las que descerebrar y embrutecer al personal. Hoy traemos a esta santa casa dos ejemplos más para avergonzar a estos sinvergüenzas de la cosa televisiva. “Provoca estupefacción que las cadenas de televisión privadas de este país no inviertan ni cinco minutos a la semana en hablar de libros. Y que lo mismo ocurra con muchas emisoras de radio, donde sólo los escritores estrella tienen garantizada una entrevista”. (Revista QUÉ LEER, mes de mayo). Ni siquiera aquellas cadenas que pertenecen a grupos empresariales que trabajan el mundo editorial (caso de Antena 3, con el Grupo Planeta, o Cuatro, con Alfaguara y otras) tienen el buen gusto de informar sobre el mundo de los libros y, lo más importante, de arrimar el hombro para el fomento de la lectura. Lo suyo es la burricie pura y dura. Por si fuera poco, hoy habla la prensa de que “la Comisión Europea da un ultimátum a España por violar los límites de la publicidad”. Resulta que las mayores cadenas -del wáter, claro-, da lo mismo que sean públicas que privadas, superan de largo y de forma regular el límite de 12 minutos por hora de anuncios y teletienda. Para ellas los telespectadores son recipientes huecos ávidos de consumir y comprar hasta la extenuación. Si a ello unimos el nulo respeto que tienen hacia la población infantil, no sólo porque proyectan en dicho horario programas verduleros y canallescos si no porque venden muchos de ellos como “infantiles o juveniles”, entonces ya sólo queda rezar porque algún día se produzca ese bombardeo al que hacía referencia al inicio de este libelo. Que nadie pida intervención del gobierno o gobiernillos de turno porque ni se les conocen las ganas ni les da la gana a nuestros politicastros. Va a ser cosa de tener que ir pensando en llamarles también “porcos gobiernos”.

Siempre había pensado que las Constituciones de los países democráticos debían reconocer en alguno de sus articulados algunos derechos no contemplados habitualmente. Reconocer derechos como el del cabreo de los ciudadanos, el derecho al silencio y no al ruido o el derecho al placer sexual. Puestos a reseñar en las Cartas Magnas asuntos que luego si te he visto no me acuerdo –ya saben, derecho a una vivienda digna, a una educación de calidad, a una salud sin colas interminables de espera, a una justicia igual para todos y otras zarandajas-, ejemplos como los tres reseñados me parecían que tampoco estarían mal. Darían un toque de progresismo muy fino y, de paso, dormirían el sueño de los justos, como los ejemplos que cité poco después, pero siempre permitirían que en cada campaña electoral los políticos vivales de turno se llenasen la boca con palabras y derechos grandilocuentes que luego suelen ser tomados a modo de inventario. Mira tú por donde, una legisladora ecuatoriana “ha presentado una iniciativa para garantizar el placer sexual de las mujeres por decreto constitucional”. Ni qué decir tiene que los políticos de la oposición se están riendo a carcajada viva con semejante parida, hablando de “orgasmos por ley”. Supongo que la señora legisladora no será tan estúpida como para pretender esto ni que se sancione a los machos ecuatorianos –vía judicial- porque no cumplen como corresponde con sus santas. Quiero pensar que la feliz idea de la susodicha pretende poner en cuestión el papel excesivamente tradicional que muchas mujeres siguen teniendo hoy día y que las minusvalora como personas. Algo así como ser el reposo del guerrero ceporrón, amas de cría en propiedad exclusiva de su santo varón, que se las cepilla sólo pensando en él y en su colgajo testicular. Si es así, adelante con los faroles y duro al mameluco y a los mamones que sólo piensan en ellos y en su egoísta disfrute. Otra cosa es que también a los hombres debe reconocérseles el libre derecho al placer sexual. Entre otras cosas porque algunas de sus parejas andan a menudo con la líbido de capa caída. No parece razonable que en cuestión de cama y meneos sólo una parte vea reconocida –aunque sólo sea, ya digo, sobre el papel- su necesidad de pasarlo bien y cantidubi, en libertad y con el máximo respeto hacia el otro o la otra. Si hay poco fuego o se produce demasiado, es una cosa que al menos depende de dos. Vamos, digo yo, señora legisladora del amor hermoso…

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