miércoles, 12 de diciembre de 2007

SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL O.K. CORRAL

SIEMPRE NOS QUEDARÁ EUROPA. Hace poco el secretario de Estado de Telecomunicaciones, un tal Francisco Ros, se reunía con la comisaria de la Competencia de la UE para discutir sobre los precios de la banda ancha en España. El ejecutivo comunitario afirma que los consumidores españoles pagan más que el resto de europeos por la banda ancha mientras que este pobre hombre -que está a las órdenes del zangolotino gobierno zapateril- afirma sin el más mínimo rubor ni vergüenza que “los precios de la banda ancha en España se encuentran en el entorno de la media de la UE”. Hay que tenerlos cuadrados y congelados para decir semejante sandez. ¿Será por eso que la UE –con datos proporcionados por la propia Telefónica- le impuso una multa de 152 millones de euros en el pasado mes de julio? De la calidad, el muy pillín no ha dicho ni mú, porque la cosa ya es de juzgado de guardia. Así que mientras una comisaria europea defiende a los consumidores españoles, nuestros patrióticos gobernantes continuán practicando su deporte favorito: meter las dos manos y el pie en nuestros bolsillos. Con lo cual queda al descubierto que Telefónica aún continua siendo un patio particular del Gobierno, es decir, la teta a través de la cual nos venden la leche telefónico-internetera a precios de escándalo. Pese a lo cual, el 75 % de los hogares hispanos navega “intrépidamente” por la banda “ancha”. Y es que el masoquismo lo tenemos en los mismísimos genes. ¿O será que amortizamos la tomadura de pelo pirateando sin descanso? ¡La madre que los parió… y que nos parió!


DUELO EN O.K. CORRAL CINEMA. La Federación de Cines Españoles (que representa a los exhibidores) está que echa las muelas, los dientes, los empastes y hasta la dentadura postiza tras la aprobación de la nueva Ley del Cine. Están hasta el celuloide de que en su negocio intervengan los gobiernos, siempre a costa de sus magras carnes. La exigencia de una cuota de pantalla del 25 % para la programación del cine europeo les provoca pérdidas millonarias pues el público (al que el cine le cuesta más de lo deseable) no quiere ver pelis polacas, rumanas, alemanas, francesas y ni siquiera del país. Aquí son los americanos los que comen el coco cinematográfico al personal y éste se muestra encantado. Aprovechándose de ello, los grandes grupos de distribución estadounidenses obligan a los exhibidores a comprarles un montón de morralla peliculera a cambio de una peli de éxito. O sea, que el negocio es redondo… para ellos y fatal para los que ponen sus salas a disposición del público que, encima se las deja echas un asco de palomitas, patatas y otras porquerías comestibles y bebibles. Así que, entre el trinque europeo, el chantaje yanqui y la guarrería del personal nativo, los pobres exhibidores no se costean y andan muchos en suspensión de pagos o en franca retirada del negocio. Por eso la FCE ha dicho que tururú, que la nueva Ley sigue jodiéndoles la pantalla y que, como medida de presión, piensa “echar” al cine nacional de sus salas exhibiendo sólo las pelis españolas que “interesen” al público. ¡Ay, aquellos tiempos en que el cine era cultura! Ya sólo es vulgar pirotecnia, pagada vía impuestos y vía entrada a un precio de escándalo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Don Juan:
Y en lo que atañe a los explotadores (en el buen sentido de la palabra) de los cines, creo han arrojado la toalla y están "transfiriéndose" al mundo de la especulación inmobiliaria , con lo que el cine desaparece y siempre tendremos la tele, la SGAE y las subvenciones para la progresía de salón del mundo cinematográfico subvencionado por el Gobierno. Todo da igual, lo importante es mamar de la ubre de nuestros impuestos y lo de menos que la película interese al público. Y si no que se lo pregunten a todos lo s que indiscriminadamente montan manifestaciones y otros circos a favor del mundo zapateril y sus intereses. Ad maioren gloriam.

Juan Puñetas dijo...

De verdad que no entiendo esta bajada de pantalones y faldas del mundo del cine hacia el poder,en este caso zapateril, aunque no crea que la cosa no puede irse al otro extremo, si es que la pasta circulase por más carriles y a más altas velocidades. No entiendo que se obligue a las televisiones a sufragar una parte del cine local o que se subvencionen las películas o que se impongan cuotas de pantalla, o que junto al Señor de los Anillos obliguen al exhibidor a comprar otras cinco películas que jamás interesarán a nadie. Esto del cine debe ser cosa para los muy iniciados (en el chanchullo y en la caradura, quiero decir) y en esos niveles el Puñetas está pez, o sea, que no comprende nada de nada.

"¡Ay, aquellos tiempos en que el cine era cultura!" -escribía al final de la cosa. Si lo que mayoritariamente se proyecta hoy por las telecacas y por las sábanas blancas de los cines, es considerado cultura, a mí que me registren: decididamente, soy un indocumentado y un analfabeto. Salvo que admitamos que ya todo es cultura (¿recuerda, por ejemplo, lo de "cultura del pelotazo"?), en cuyo caso todavía me lo ponen peor. ¡Me niego bajo pena de cárcel a admitir que la actual cartelera navideña tiene algo que ver con el saber, la ilustración o la inteligencia!