martes, 12 de junio de 2007

QUIEN CRITIQUE A LOS JEFES, A LA PUÑETERA CALLE


Hay por el País Vasco una socialista del PSOE que ejerce de lo primero antes que de lo segundo. Con lógica razón, pues antes es el huevo (las ideas, los principios) y luego viene la gallina (la práctica política y el partido). La eurodiputada Rosa Díez viene mostrándose enormemente crítica con la dirección del PSOE por la torpona y abstrusa manera de enfocar la lucha antiterrorista que ha tenido y tiene el actual presidente del Gobierno y su guardia pretoriana. Ya sabíamos que Don Zapatero ríe mucho pero trabaja poco. Para eso tiene, el muy feminista, a la señora de la Vega, que le hace los trabajos menos gratificantes. Pero ya sabemos también que, al menos en la política antiterrorista, el señor Rodríguez trabaja con escaso éxito. De ahí que Rosa Díez afirme, categórica, que en el asunto del fin de la tregua de ETA, la organización criminal es la culpable, pero el Gobierno de don Zapa tiene claras responsabilidades. Por meterse en berenjenales condenados al más sonoro fracaso, un suponé.


Doña Rosa, tan casquivana y echada para adelante, está poniendo en un serio aprieto a mucha militancia y dirigentes psocialistas, que de boquilla siempre presumen de críticos, progresistas y tal, pero que en realidad son la voz de su amo, la voz de los que no tienen nada que decir ni pensar porque de ello ya se encarga la dirección del partido. Ellos se limitan a obedecer, a repetir consignas, a lamer los zapatos de sus superiores y a cobrar a fin de mes, que es lo que verdaderamente importa. Pasa en el PSOE, pasa en el PP y pasa en todos los partidos, salvo algunas aguerridas excepciones, como la de Rosa Díez.


Así que algunos lameculos no sólo están siempre con los jefes sino también contra los escasos disidentes o críticos. De pelotas devienen en miserables. Un buen ejemplo es un tal Miguel Buen, secretario general del PSE en Guipúzcoa, que ha reclamado ante el máximo órgano del PSOE un expediente de expulsión a la eurodiputada Rosa Díez. “Menoscaba la imagen de los cargos públicos” –ha dicho. Efectivamente: su ejemplar y crítico comportamiento muestra, por contraposición, la borreguil conducta de los que sólo tienen una idea política: lo que tú digas, jefe. Demócratas de pacotilla, no toleran la discrepancia. Argumentan problemas de imagen cuando lo suyo es un problema de ideas. Y éstas no se expulsan ni se destruyen. Si no estuviesen amparados por unas listas electorales cerradas, a estos tipos no los votaría ni su padre. Por eso, dentro de los partidos, los jefes y jefecillos huyen de los debates internos, de las voces críticas, de las primarias y de las listas abiertas. Pandilla de inútiles…

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