viernes, 26 de enero de 2007

VIVIENDA: RODEADOS DE CHORIZOS POR TODAS PARTES


Qué cruz, dios mío, si habrá que irse a vivir debajo un puente con la cantidad de choriceo que rodea el rollo este de la vivienda. Resulta que la tía está por las nubes, cualquier pisucho de mala muerte, una cocina con campingás, un dormitorio con litera para que la pareja duerma uno encima de la otra (o viceversa) y un lavabo montable y desmontable, con grifo de hojalata, a precio de 180 del ala. No euros, no, miles de euros. Y a pagar en ochenta años por los hijos y los descendientes de segundo grado. Así se fomenta, de paso, el aumento de la natalidad, que estamos bajo mínimos, oiga.


Si tienes para la entrada, te hipotecas hasta en el más allá y pronto tomas posesión de tu nidito de amor. En efecto, en la primera noche ya compruebas que todo es amor porque el traqueteo que se traen los vecinos de arriba y los vecinitos de la izquierda y la derecha se oye como si tú estuvieras en medio. Al día siguiente llueve y te entra agua hasta en el cielo de la boca, dos baldosines del pomposo lavabo se caen estruendósamente, la cocina no tiene gas ni pilas y en el comedor ha aparecido una grieta que amenaza con devorarte. Por la tarde visitas a los chorizos de la inmobiliaria. El constructor está gastándose tu parné en las Bahamas, el arquitecto anda chupando del bote en otra obra, al aparejador lo han despedido y la mona chica que te vendió el piso se ha metido a monja. Vas al Ayuntamiento, que se supone sabe de la promoción inmobiliaria, sí señorita, esa que se llamaba “Urbanización Pisolandia” y te dice la gachí que en los archivos no consta y que aunque conste, el Ayunta recepcionará la obra al cabo de cinco o seis años. Entonces no tendré que pagar IBI, ¿no?, sugieres con risita sardónica. La chica se estira, te mira como si fueses un marciano y te espeta: ¿Usted es gilipollas? Aquí paga hasta el gato…


Te vas entonces a una oficina esa de reclamación de los consumidores, donde nada más entrar ves varios esqueletos esperando turno. Decides salir por piernas y te vas directo al psiquiatra para que te evite la depresión de caballo que ves llegar en horas. Pero ahí no acaban tus desgracias. Nada más regresar a casita (al pisucho, quiero decir) compruebas que el vecino de enfrente ha alquilado el suyo a doscientos chinos. Son tan pequeños, que casi ni se notan, dice el muy cabrón. Yo tengo un chalé en Marbella, esto sólo era para especular. Y para joder al resto de los vecinos, quisieras contestarle, pero echas un ojo a su pantalón y adivinas la forma alargada de un pistolón. Con suerte, te consuelas, los chinos estarán trabajando fuera todo el día y no darán la lata ni el rollito de primavera. Sí, sí, los tíos laboran de noche y día dentro del piso-fábrica, aunque no se les oye ni papa. Qué discretos, los muy capullos…


Llegan las vacaciones y tras comprobar que el notario, hacienda, el ayuntamiento, las empresas de muebles (que te vendieron una cama que sólo ha durado dos embestidas coitales), el fontanero que te inundó el piso, la empresa del gas, la eléctrica y el resto de las sanguijuelas y chorizos legales que pululan alrededor de la vivienda, te han sacado las pelas del préstamo pedido para la ocasión sin aportarte ningún beneficio, decides largarte a casa de la tía solterona que vive en Andurriales a ver si así te despejas las meninges. Cuando regresas, quince okupas se han metido en tu pocilga, han cambiado la cerradura y te envían directamente al puente llamándote pringao. Desde el ayuntamiento te dicen que recurras al juzgado por si hay suerte con un juez decente y tus nietos logran recuperar la propiedad dentro de diez años. Te cagas en la madre (y el padre) que parió a todos y quisieras ser uno de la eta. Regresas a Andurriales (te acaban de despedir en la cochambrosa empresa en que trabajabas porque ya habías perdido varios días con el rollo de hacer los trámites para el piso nuevo) y te consuelas que en el poblacho al menos hay paz y tranquilidad.


Pasados varios meses, en estas no sabes como los chorizos se han enterado de tu nueva dirección y recibes un escrito con diez faltas de ortografía del titular de Vivienda de la Comunidad Autonómica diciéndote que le debes para sus francachelas y vicios la cantidad de 27 euros (9 por mes) ya que tu piso lleva tres meses vacío y hay que pagar al erario público, o sea, a él, semejante despilfarro público de ladrillos sin ocupar. Resulta que los okupas vieron un chalé más bonito que tu cochambroso piso y decidieron cambiar de aires y el mamón te amenaza que te embargará el piso y te llevará al juzgado por insolidario, facha y corrupto. Entonces ya se te inflan las pelotas, compras una ametralladora por interné en el mercado de ocasión albano-kosovar y decides impartir justicia ya que en tu choricero país no la hay, ni divina ni humana. Y con calculada parsimonia, en un par de añitos, incluido un viaje a las Bahamas, envías a la santa gloria al constructor, al notario, al alcalde, al consejero de la vivienda, a los okupas, al fontanero y hasta a los tropecientos chinitos que seguían trabajando día y noche sin parar frente a tu nidito de amor. Pero como a los desgraciaos la fortuna nunca les sonríe, justo cuando estabas apuntando a la ministra de la vivienda del gobierno central, la de las soluciones habitacionales, y al presidente de la OCDE, ese que acababa de afirmar que la vivienda en España estaba sobrevalorada un 30 %, entonces, justo entonces, un estornudo inoportuno te hace girar el rifle cien grados centígrados y te cepillas a un inmigrante subsahariano que pasaba distraído por allí en busca de unos papeles. En ese preciso instante, quinientos mil policías (incluidos los autonómicos y los guardas jurados de todos los comercios de la zona) te plantan sus botas en los hocicos y tras leerte tus derechos, hablan de que vas a participar en el programa carcelario de la nueva alianza de civilizaciones del presidente suicida. Te ha tocado una bonita cárcel de seguridad en Irak en aplicación de un tratado recíproco de vieja y nueva amistad, firmado para mejorar las relaciones diplomáticas y culturales entre ambos países. ¡Jodío Zapatero!, logras exclamar antes de que te metan en una lechera camino de Barajas.


Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Como Sadam, quiero decir. Cuenta el Hola que ayer, a la hora de las brujas, el desgraciao de la vivienda del que hemos contao esta pedagógica historia fue ahorcado siguiendo los mandatos de la ley correspondiente. Ahora descansa en un nicho amplio y soleado en el camposanto de Andurriales, donde ningún vecino te impide dormir con su ñaca-ñaca desenfrenado. Sólo aire puro, alimentos naturales (nada de hamburguesas XXL) y un paisaje digno de revista de viajes. ¡Al fin te saliste con la tuya, desgraciao!


PD: Esta historia sólo es fruto de la imaginación calenturienta del autor, así que cualquier parecido con la realidad es increíble y milagrosa coincidencia, señor juez.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial.
Cualquier posibilidad de vinculación con personas/hechos reales dice Vd., caro amigo, que es pura coincidencia.
Pero hoy,en esta Celtiberia de mis penas,caminamos inexorablemente hacia situaciones esperpénticas en nuestra vida cotidiana, estado al que contribuyen de forma determinante nuestros dirigentes y sus chupópteros adláteres y pelotas.
Siga con salud..

Jc dijo...

Está visto que en este putiferio no puede un honrado sinvergüenza forrarse a sus anchas sin que a algún "puñetero" se le ocurra sacar a la luz sus trapos sucios.

Desde luego, ¡cómo eres amigo Puñetas!

Anónimo dijo...

Lo de la vivienda, sí, un esperpento que no es casual y del que viven groseramente muchos honrados sinvergüenzas. No hay más que ver que las cárceles están llenas de ellos, je, je.

Os escribo un pequeño fragmento de una carta publicada esta semana en un magazine semanal. "Qué hacen con el dinero? Un piso cuesta unos 50 ó 60 millones de pesetas (...) pero al entrar ves que hay gotelé, que las paredes son de papel muy fino y que todo está construido con materiales de baja calidad que seguramente serán baratos. Así que, ¿dónde está el dinero que sobra? No creo que lo usen para subir los sueldos a los trabajadores. (...) Pienso en ello todos los días entre las 7 y las 8 de la mañana en la que siempre estoy despierta porque mi vecino usa varios despertadores para levantarse, y con ellos se despierta todo el bloque, gracias a esa pared de papel que nos separa. Mientras, sigo pagando la hipoteca interminable del piso de 50 millones".

Como veis, otro caso de pura coincidencia, señor juez...