viernes, 19 de enero de 2007

CUALQUIER DÍA NOS VAMOS A TOMAR POR SACO


En la Universidad de Chicago, y creado en 1947 por un grupo de científicos (del que formó parte el mismísimo Einstein) preocupado por el posible estallido de una guerra nuclear, hay un reloj llamado preocupantemente “Reloj del Juicio Final”. Los expertos que lo controlan han decidido adelantarlo dos minutos, pasando a marcar las 23.55 de la noche, lo que representa simbólicamente que estamos a cinco minutos de la hecatombe mundial. Las razones que han llevado a este cambio son las "crecientes preocupaciones sobre una Segunda Era Nuclear marcada por graves amenazas", las ambiciones nucleares de Irán y Corea del Norte o los materiales atómicos sin garantías de Rusia y otros países. Lo más novedoso esta vez es que los científicos alertan también de que "los peligros que plantea el cambio climático son casi tan graves como los de las armas nucleares". Así que, como quien dice, estamos a cinco minutos de irnos a tomar por saco, ricos y pobres, tontos y listos, católicos y musulmanes, etarras y zapateros.

Cuando en el Instituto nos contaban esas historias del Apocalipsis del Evangelio, que a algunos imberbes miedosos les provocaban unas enormes ganas de ir a mear, al menda aquello le parecía una trola con protagonista equivocado. Quiero decir, que el fin del mundo no sería un castigo divino sino humano. Lo intuía y conforme me fue creciendo la barba lo confirmé. Nos iremos a freír buñuelos cualquier día de éstos gracias a nuestras armas de destrucción masiva (menudo canguelo nos hicieron pasar en la Guerra Fría ruso-americana), a nuestra despreocupación ambiental, a la destrucción de la naturaleza y al arrasamiento del mar, nuestro padrecito protector. Y en esas estamos, a cinco minutos del K.O. Por esa razón, más intelectual que sentimental, el Puñetas siempre ha despotricado de la energía nuclear, que ahora vuelven a querernos meter hasta en los calzoncillos.

A diferencia de los que sólo miran al bolsillo, lo de “Nuclear no, gracias”, me ha parecido el mejor eslogan que en el siglo XX algunos humanoides bienintencionados se han podido inventar. No sólo por el uso del armamento nuclear y atómico en cualquier momento (pronto lo podrá tener a su alcance cualquier grupúsculo de facinerosos) si no por el uso “pacífico” de la energía nuclear. Una energía asesina a largo plazo pero de la que mucha gente habla fantásticamente, ora porque les da pingues beneficios, ora porque no ven más allá de sus narices. Ni las energías renovables se han investigado como debieran (la solar, la eólica…) ni hay planes de contención del ahorro de energía, que se despilfarra impunemente en medio mundo y en cosas absolutamente prescindibles. A estas alturas ya es imposible poner puertas a este problema. Nadie que no sea idiota permitirá que le recorten un gramo de bienestar a costa de cortar el chorreo energético. Y así vamos, lentos pero seguros, hacia el desastre final, hacia el apocalipsis. La Comisión Europea –tan lista ella- acaba de destacar las ventajas de la energía nuclear, proponiendo que se construyan nuevas centrales en los países socios. Mientras que hay quien ve sólo la parte positiva del tinglado, algunos miramos a la negativa y si esta nos lleva –tarde o temprano- a desaparecer del mapa, algún repelús nos debería producir, ¿no?

Sólo en España, un país tradicionalmente contrario a la energía nuclear, tenemos 8 centrales. Una gloria bendita según algunos señoritingos, como un tal Eduardo González, presidente del Foro de la Industria Nuclear Española, que es capaz de afirmar con todo el morro que “en el mundo occidental no ha ocurrido ningún accidente nuclear”, salvando Chernobil, porque allí la tecnología era anticuada. Eso sí, el tipo no se juega el sueldo a que el temido accidente puede ocurrir cualquier día de éstos y en cualquier lugar del mundo nuclerizado. El Puñetas sí está en condiciones de asegurar que vamos a tragar radioactividad hasta por el cielo de la boca. Nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos o bisnietos, nuestros futuribles. Que, antes de palmarla, se cagarán en nuestras calaveras y calaveradas. Porque la gran temeridad y el auténtico crimen reside en los residuos radioactivos que producen las centrales y que se guardan en éstas o en los cementerios atómicos con la “seguridad” de que siempre estarán bajo siete llaves. ¡Y una mierda! Dicen los muy criminales que los materiales y recipientes que se usan para almacenar el material radioactivo durarán 241.000 años, evitando las mortales fugas. Nos toman por idiotas. ¿Como tienen la desfachatez de inventarse un número del que jamás podrán responder? Estudios recientes ya hablan de que se deteriorarán tras sólo 1.400 años, lo que quiere decir que en doscientos o trescientos abriles en algunas partes del mundo van a oler a chamusquina radioactiva de la buena. ¿Y entonces qué haremos, metemos en la cárcel a todos aquellos que pusieron algo de su parte en el genocidio “imprevisto”?

“El que venga detrás que arree, que yo me lo he pasado pipa”. Esa es la mentalidad de los depredadores humanos. Arrasan bosques, mares, naturaleza, energía y a otros humanos con tal de que su porca vidita sea de lo más placentera. El rey de la creación es el mayor asesino del reino.

0 comentarios: