martes, 12 de septiembre de 2006

TONTOS DEL CULO


La expresión que inicia este comentario me parece más ilustrativa que la de “asnos”, “estúpidos” o cualquiera de los cientos de nombres que nuestro sabio diccionario dispone para llamar a esa gente que piensa y actúa no con la cabeza sino con el trasero. En las sociedades desnortadas en que vivimos es difícil escapar a no ejercer de tonto del culo a tiempo parcial, casi sin querer. Pero aquí nos interesan esos especímenes que ejercen de tontucia durante días, semanas y años, de manera voluntaria porque eso es lo que les da de comer, les divierte o las dos cosas a la vez.


Aunque no sé idiomas, creo que en inglés la expresión suena mejor: jackass. Algo más fino y horterilla que el vulgarote “tonto del culo”, pero qué le vamos a hacer si tenemos un castellano que es así de expresivo y mal hablado. Cada vez abundan más los vídeos en la interné en que los tontos del culo se juegan su integridad física sin ningún rubor o hacen majaderías por amor a la burricie. En nuestras fiestas y festejos populares los tontilocos abundan como setas, jugándose el pescuezo delante de un toro o de una gachí. En las telecacas cabe distinguir dos tontos del culo: los que las dirigen y programan, auténticos profesionales de las cipotadas, y aquellos que buscan la familla y el momento de gloria haciendo el ridículo más espantoso ante miles o millones de espectadores: grandes hermanastros, currillos de operaciones triunfales, periodistos de lengua bífida que hurga en bragas y calzoncillos ajenos, supervivientes de la nada o presentadores de programas mentecatos. Pero al menos esta patulea de tontainas se forran los bolsillos o ganan unos chavos para poder echarse al buche una caja de botellas de güisqui.


El colmo de la tontoculería son todos esos pazguatos que hacen mamarrachadas por placer, aunque pongan en riesgo su vida o integridad física. Gente capaz de pegarse los mayores trompazos jamás imaginados, mujeres que pelean en el barro, viajeros a lugares exóticos donde viven los más diversos peligros, ejecutivillos que en sus ratos de ocio descargan adrenalina haciendo la guerra de mentirijillas, millonarios japoneses que van a trabajar unas horas en la recogida de las uvas de Jerez para vivir esa magnífica experiencia vital (y fotografiarla, claro).


Los tontos del culo ejercen como tales siempre en pequeños grupos o en manada. Se potencian unos a otros, se jalean y animan. En nuestros centros educativos cada vez aparecen más chavales que disfrutan peleándose entre ellos, al tiempo que se graban en el móvil para después deleitarse varias veces con la visión repetida de la jugada. Otros, todavía más borricos, se golpean con todo tipo de objetos para probar la resistencia al dolor y baremar su nivel de idiocia. Los jackass –escribamos en plan finolis- realizan todo tipo de acciones arriesgadas con el único propósito de divertirse y de provocar carcajadas, los muy majarones. Incluso hay grupos organizados de estos cabestrillos que graban en vídeo sus locuras desde hace unos años y ya se han forjado un burrículum la mar de cochambroso con sus tontoculadas. Una vez oí rebuznar a uno de estos cabestros afirmando que para él tirarse por un tobogán o abrirse la cabeza era lo más del flipe.


El colmo de la estupidez es (en Japón hay cierta tradición) en juntarse varios al objeto de suicidarse tan ricamente en medio de risas y cachondeos. Sus antepasados eran más listos: se hacían discretamente el harakiri en soledad y santas pascuas. Pero hoy, en que la publicidad es la reina del mambo, hay que epatar ante los demás para demostrar que a tontos del culo no nos gana nadie. Así que se vomitan unos sobre los otros, se clavan chinchetas en la cabeza, se beben chupitos de lavavajillas o se cuelgan del cuerpo más chatarra de la que suele vender una modesta ferretería.


En fin, que entre los tontos del culo profesionales (una minoría mayoritaria medra en la política), los ocasionales y los que unen a su tontez el estar como una chota, no tenemos tiempo de aburrirnos. Porque es que, los muy cipotes, lo hacen todo por nosotros. ¡Mira qué bien!


Y colorín, colorado, este tontícola comentario se ha acabado.

3 comentarios:

Jc dijo...

Pero, amigo Puñetas, lo más grave del asunto es que una gran parte de esos tontos del culo - los más jovenes - serán el día de mañana nuestros médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, gobernantes, etc.

Y con lo que uno prevé más le vale cascar prontito, porque cuando todos ellos lleguen a ejercer estas profesiones le pueden amputar una mano en lugar de sacarle una muela, el recurso de una multa por aparcar en un vado se tranformará en 30 años de carcel, las tejas se nos caerán encima cuando estemos durmiendo, los embalses y carreteras serán bombas de relojería y el parlamento será de lo más similar a un parvulario.

Así que, ¡bonito panorama nos espera!

Anónimo dijo...

La verdad es que lo tenemos crudo. Con suerte lo mismo muchos de los que nos llegan en cayucos están mejor preparados que los nativos (dicen que entre ellos llegan algunos médicos, ingenieros, profesores...). Si hay medios económicos la solución es fácil: irse echando leches. Si no hay posibles, tú lo has dicho, carcar prontito.
Lo malo, JC, (¿Juan Carlos?), es que ya hay bastantes tontos del culo ocupando puestos de confianza y responsabilidad gracias a que tienen carné político, son hijos de papi y mami o han tenido un pelotazo. En estos casos, la única solución que resta, es la tradicional: rezar y que sea lo que Alá quiera. Aunque pensándolo bien, es una solución que sólo tiene un efecto placebo....

Jc dijo...

Efectivamente, es Juan Carlos. Y sí, estoy de acuerdo contigo. Sólo nos resta la esperanza de que los inmigrantes vengan mejor preparados y con más ganas de trabajar que los de aquí.