martes, 5 de septiembre de 2006

CUATRO COSILLAS DEL VERANO



Me pongo a echar la vista atrás al verano (donde uno se desentiende bastante de la información cotidiana) y ahora mismo es que sólo me acuerdo de cuatro cosas. No sé si por amnesia, despreocupación o porque todavía andan las neuronas de vacaciones.

En primer lugar, la quema de media Galicia. Sabemos que por aquellas tierras cualquier tonto, cuando no tiene nada que hacer, se dedica a prender fuego al monte. Así que cada año, desde hace décadas, suele haber centenares de fogatas adornando las noches galaicas. Lo que no sabíamos, pero hemos aprendido este verano, es que todos los incendiarios y pirómanos son del Partido Popular, según ha manifestado alguna gente sabia del gobierno gallego y un par de intelectuales de medio pelo que escriben en el diario más aburrido de España: “El País”. Aquí empiezas comiendo en el pesebre oficial y acabas más zumbado que las maracas de aquel angelito negro llamado Antonio Machín. Un gobierno gallego la mar de contento por lo bien que lo ha hecho apagando fuegos (gracias a tan buena labor sólo han ardido cien mil hectáreas), una oposición que critica lo que ella no supo hacer tampoco cuando estuvo en el poder durante varias legislaturas. Y una cosa fantasmal llamada “Nunca Mais” que uno pensaba que nació para defender a Galicia de todos los habituales desastres que la asolan cotidianamente, tras inflársele las narices con lo del Prestige aquel, y ahora resulta que lo suyo es mirar para otra parte cuando la crítica hay que cargarla hacia un lado del espectro político. Miserables gentes esas que, bajo el pretexto de causas solidarias, manifiestan un seguidismo ideológico y partidista que atonta el sentido. El de ellas, claro. Conmigo que no cuenten. Nunca mais.


Cambiamos de barrio. Barcelona. Aeropuerto del Prat lleno hasta la bandera. Una tropa de trabajadores de tierra de Iberia okupa (ojo, no hay error ortográfico) las pistas de aterrizaje y despegue y monta un cipote de cien mil pares de narices. Las de los pasajeros que en varios días sufren las consecuencias de una salvajada laboral más pues aquí no eres nadie en el mundo del trabajo si no montas un cirio estilo hollywood. Unos se lo curran cortando carreteras y quemando neumáticos por un 3 % de subida lineal; otros sitian ciudades por una mejora de su convenio colectivo y ahora ya tenemos a los más imaginativos: huelga salvaje en plena pista de aterrizaje y despegue y a correr. Con un par. Porque aquí sacas el careto diciendo que eres de Iberia y la policía te deja volar a tu aire. Una frase se me quedó grabada de aquellos días. Un huelguista afirmaba muy serio que su puesto de trabajo era más importante que las vacaciones de miles de personas. El muy garrulo, reina por un día, parece que desconoce que precisamente porque la gente viaja en vacaciones él tiene empleo.


El conflicto de Israel con esos otros okupas del Líbano llamados Hezbolá (a quienes pagan los recibos del gas y del misil esos regímenes tan democráticos llamados Siria e Irán) ocupó parte del verano, siguiendo la tradición de que por Oriente Medio el personal se aburre si no está en guerra. Sólo llegará la paz cuando los unos y los otros se hayan destruido mutuamente. Quizás cuando Irán tenga armamento nuclear (está en ello) estemos por fin más cerca de la solución final a tan eterno conflicto. Israel ya también podrá usar el suyo y aquí paz y después gloria, nada por aquí, nada por allá. El Oriente Medio a tomar por saco. Había que resolver un problema y se hizo: Oriente Cero.


Pero lo gordo del verano, pa qué vamos a andarnos con rodeos, ha sido el fiasco de los Rolling Stone en su viaje a las alcantarillas hispanas. Sus cuatro conciertos en España tuvieron que ser cancelados uno detrás de otro. Mucho morro el de la banda del morritos, ese adonis que responde al nombre de Mick Jagger. Entre afonías del jefe, un irresponsable que no sabe cuidar su garganta sabiendo que más de 50.000 personas le esperan en cada concierto, tras pagar legalmente entre 82 y 345 euros, y accidentes paradisíacos de un subalterno, que se cayó de la hamaca en las islas Fiyi cuando hacía cosas indebidas, a estos Rolling ya no los ve en directo ni el lucero del alba. No hacen una buena canción desde que eran unos bebés, viven del cuento y encima se cachondean de sus fans. Habría que enviarlos al paro (tienen ahorros suficientes para no morirse de hambre por falta de güisqui y coca), aunque me temo que seguirán dando el timo del concierto mientras sus acólitos y fieles seguidores se crean todas sus trolas. Allá los unos y los otros.


Y colorín, colorado el veranillo se ha acabado. A partir de ahora empieza lo bueno…

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