jueves, 11 de febrero de 2010

NO SE VAN NI AUNQUE LOS ECHEN


En un país (se llame España o las Chimbambas) donde la tasa del paro ascendiese al 20 %, la deuda pública lo tuviese hipotecado para varias generaciones, las alarmas de las pensiones y de la seguridad social empezasen a sonar a toda pastilla y todo fuese un desbarajuste económico, una cultura política medianamente decente y responsable debería hacer que sus máximos dirigentes se marchasen a casita a regar geranios.

Pero ni en España ni en las Chimbambas hay decencia política, (de hecho, salvo contadísimas excepciones, el ejercicio de la alta política está reñido con la decencia) así que lo habitual es que los que han trincado el poder (por muchos votos que recibiesen) sigan amarrados a sus poltronas hasta que les den la patada final en las urnas, como si dejar un cargo al haber llegado al máximo nivel de incompetencia (a veces colabora en ello una oposición más bien de mente estrecha y unas circunstancias ajenas a uno mismo, pero eso no invalida el argumento) fuese un crimen o un desatino en vez de una medida higiénica que al primero que da fuerza es a quien la toma. Pero no, aquí y allá no dimite ni dios porque –digan lo que digan los que tienen la vara del más alto mando- ellos se lo pasan divinamente con ella entre las ingles. Ya se sabe que la erótica del poder nutre mucho, más que el ser cuasi-responsables de que un país se vaya a pique. Y si no, que se lo digan a los últimos gobiernos griegos, algunos de cuyos miembros deberían estar no ya en su casa sino en la cárcel.

De modo que nadie espere, siguiendo la tradición de crisis anteriores, que don Zapa coja el petate y se largue a León o a escribir los bellos discursitos del camarada Obama. Ni nadie espere que uno sólo de los 17 presidentes de las Comunidades Autónomas decida dimitir por incapacidad para afrontar las vacas flacas en su terruño o cortijo, como si aquí el único que tuviese que bregar con estos tiempos tan debiluchos fuese el presidente de la Nación y su gobierno. ¿Qué pasa, que en las autonomías sólo se dedican a gastar y a tocar la gaita del paisanaje? ¿No tienen también la misión de crear las condiciones para que el empleo suba o para que la deuda se minimice? ¿Acaso el millón de parados que hay en Andalucía, un suponer, no incumbe a las inútiles políticas que, en su caso, viene realizando la Junta de Andalucía desde hace la tira de años?

No se largarán con viento fresco, dejando paso a otros del mismo partido gobernante o de la oposición o a un gobierno multicolor. En su cultureta política no cabe el abandono, como si quien abandona se convirtiese en un apestado o un paria. Muy al contrario, demostraría que tiene capacidad de autocrítica, que desea por encima de todo el bien de su país y de sus conciudadanos y no el suyo propio. Cuando las cosas no salen bien o no se saben hacer mejor, lo sensato y racional es dejar el sitio a otros que puedan hacerlo mejor, o al menos intentarlo. Pero no, como les falta humildad, altura de miras y decencia, tendremos que aguantar al “Uno” y a los “Diecisiete” hasta que el agua nos llegue al cuello. Y entonces, el pueblo llano, pagará como siempre las más altas consecuencias. No lo va a hacer ni el Banco de España, ni el BBVA (cuyo presidente tiene una pensión de 79 millones de euros), ni el Presidente de la Patronal por mucho que una de sus empresas haya quebrado, ni estos tipos aferrados al sillón que se creen (y va a haber que darles la razón) que sin él son unos don nadies. Pues hala, a seguir ahí mientras no se os caiga la cara de vergüenza. Que no se os caerá, claro…

0 comentarios: