(De los periódicos: “Según el 95% de los demandantes, las empresas endurecen las pruebas de selección de empleo aunque los sueldos ofertados disminuyen”).
- Se llama usted Roberto Criadillas del Cordero. ¿Cierto?
- Efectivamente, señor.
- Es usted Licenciado en Económicas. Posee un Máster en Ciencias Escatológicas y el Graduado Escolar de Ciencias Políticas.
- Sí, no se me dan mal los estudios…
- Eso está bien. Pero no veo que en su currículum tenga usted mucha experiencia laboral…
- Si pasa a la página dos…
- Ah, sí, perdone… Hum, fue cinco meses repartidor de Radiopizza, estuvo seis meses ejerciendo de camarero en un chiringuito playero de Torremolinos y llevó los cafelitos a los jefes del partido político PUAF durante un día. ¿Experiencia traumática?
- Muy traumática… Aquellos indocumentados no es que no me dieran propina alguna, es que no me daban ni las gracias ni los buenos días. Los mandé al cuerno…
- Pues tener paciencia y unas buenas tragaderas es condición indispensable del puesto de trabajo al que aspira. Usted sabe que los clientes de nuestra marca son muy exigentes… Lo que no veo por aquí son los idiomas que usted domina, así como los conocimientos informáticos que tiene…
- Si no le importa, pase a la página 3, por favor…
- Disculpe. Hoy estoy un poco espeso. Las preocupaciones, ya sabe, los niños, la mujer, el perro, el Gobierno…
- Comprendo, señor.
- O sea, que sabe usted inglés, francés, polaco, ruso, chino mandarín y esperanto. No está mal… pero… ¿no sabe usted catalán?
- Lo siento, señor, llevo sólo una semana en Barcelona. He venido para buscar trabajo… Lo aprenderé si consigo este empleo pues se me dan bien los idiomas, pero necesito algo de tiempo para aprenderlos. ¿Lo comprende, verdad?
- Sí, sí… pero el gran jefe y sus superiores nos exigen que al menos se conozcan tres idiomas: el inglés, el castellano y el catalán. Es impensable que nuestros clientes se encuentren con un vendedor que no sepa atenderles en alguno de estos idiomas. Usted también lo comprende, ¿verdad?
- Pues no, oiga. Estoy aspirando a una plaza de vendedor de zapatillas de una conocida marca de fama mundial en una de sus miles de tiendas que tiene repartidas por medio mundo. Por muy famosas y lustrosas zapatillas que sean, más que hablar lo que voy es a aspirar olores de pies y, que yo sepa, los pies hablan poco, aunque cantan mucho. Pero, si no le importa, podríamos haber empezado por lo que su afamada marca de zapatillas tiene pensado pagarme si me contrata de vendedor. A partir de ahí sería el momento de empezar a hablar de mi currículum, si es que el trabajo me sigue interesando...
- Pues mire usted, con sueldo, incentivos, descuentos, ierrepeefes, bagatelas, impuestos locales, seguros, canon de la SGAE, ecétera…, al mes serían unos 400 euros limpios. Jornada laboral de 12 horas, ya sabe…
- Si hubiera usted empezado por ahí me hubiera ahorrado perder el tiempo de esta manera tan absurda. Por esa mierda de sueldo yo hablo a los clientes sólo en arameo, no necesito más que el Graduado Escolar, pero de la ESO, y mi experiencia con el PUAF sería suficiente. Es más, ¿sabe lo que le digo? Que desde este momento su puñetera marca de zapatillas ha dejado de existir para mí y que prefiero ir descalzo a llevar en los rinpeles esa bazofia de calzado que venden a precio de oro cuando lo fabrican a precio de piastra.
- Haga usted el favor de salir inmediatamente de este despacho o llamaré al segurata...
- No pienso estar aquí ni un minuto más.
(Roberto Criadillas del Cordero se levantó muy despacio, cogió su currículum y lo metió en silencio en la carpeta azul donde lo había traído. Mientras se daba la vuelta empezó a desabrocharse la correa del pantalón, oculta a la mirada de su interlocutor. Sus calzones resbalaron al suelo en cuestión de segundos. Debajo no llevaba calzoncillos. Entonces apretó con fuerza y se tiró un cuesco que sonó como cuatro truenos. También fueron escasos segundos los que tardó en recolocarse de nuevo los pantalones, mientras a sus espaldas aquel tipo de la mundialmente famosa y prestigiosa marca de zapatillas seguía sin reaccionar. Cuando lo hizo ya era tarde: aquel tipo había salido de la habitación. A los cinco minutos llamó la secretaria a la puerta. Nadie contestaba. Volvió a llamar. Seguía sin haber respuesta. Abrió al tiempo que emitía un “con permiso, don Joaquín”. Al grito de “¡qué pestazo hay aquí!”, la secretaria emitió un chillido que retumbó por todo el habitáculo. El tal Joaquín estaba tumbado en el suelo. Retorcidamente muerto. La autopsia de rigor lo dejó claro: murió de asfixia por causas naturales. Respecto al señor Criadillas, las últimas noticias lo sitúan trabajando en la fábrica de una famosísima marca de perfumes, de esas que todas las Navidades se gastan miles de euros en sosísimas campañas publicitarias con sabor francés).
domingo, 6 de septiembre de 2009
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2 comentarios:
Este Sr. Criadillas puede que nunca llegue a PDG de ninguna multinacional, puede que se quede toda la vida como mileurista corbachiano, pero si no come al menos se escojona y nos hace soñar con lo que a todos nos gustaría hacer en alguna fase de nuestra vida.
Coda: Tambien nos escojonamos nosotros.
Freixo dixit.
Sí, seguro que a más de uno le encantaría tener los poderes del Sr. Criadillas. Para ciscarse en gente que -como hoy mismo- dice que "España tiene la generación universitaria mejor formada de la historia" (Sr. Botin, del vampírico Banco de Santander) y, sin embargo, paga sueldos de miseria y asco a quienes tienen un currículum tan espectacular.
Tanto usted como yo conocemos a gente muy preparada que por 600 o unos pocos más euros está echando horas y horas en empresas grandes y pequeñas que no marchan nada mal en la cosa económica. Si es cierto lo que dice Botin también es cierto que es "España tiene la generación universitaria peor pagada de la historia".
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