Pones el dedo encima del capĆ³ del Seillas Leonino que te has comprado (vale cambiar el modelo de coche, porque casi todos son iguales) y la chapa se dobla como si fuera una toalla. El DVD de 60 euros se calienta a los cuatro dĆas y reproduce una imagen sĆ y otra no. El libro de bolsillo con la novela del Reverte quien sabe si llegarĆ” a fin de aƱo sin desintegrarse. La croqueta congelada de dos euros el kilo ha pasado ya por mĆ”s manos que la Paris Hilton. El mĆ³vil es un circuito rodeado de plĆ”stico que pagas mĆ”s caro que el caviar cuando sus ingredientes no valen medio penique, como lo prueba que si se averĆa no hay forma de arreglarlo. El sofĆ” sirve para sentarse, sĆ, pero comprueba lo que hay en su interior: te llevarĆ”s una desagradable sorpresa. Las zapatillas nikeadas o adidosas te cuestan un talĆ³n y medio, las hacen unos chaveas coreanos por medio euro mensual y encima vas como un gilipollas fardando de moderno. (¡Si la esclavitud y la tonterĆa son muy antiguas!). Y asĆ todo. Cada vez nos venden mĆ”s mierda congelada o fresca a precios aparentemente econĆ³micos pero el engaƱo y la estafa es clamorosa, porque como tal basura el coste real se aproxima a cero, lo que significa que las ganancias para sus productores son fabulosas. Eso sĆ, mĆ”s de la mitad de ellas se las gastan en engatusar al personal mediante anuncios, propaganda y embustes varios para que compre.
Lo peor es que la venta de mentiras no se reduce sĆ³lo a los objetos sino tambiĆ©n a las ideas, donde la compraventa viene desde muy antiguo. Ahora que acabamos de pasar por un periodo electoral, todavĆa resuenan en nuestros oĆdos el embuste, la patraƱa y el insulto a la inteligencia del ciudadano por parte de los polĆticos vendedores de humo y pajas. Se gastan (de nuestro dinero) millonadas para que los conozcamos como si no los conociĆ©semos demasiado bien. Derrochan toneladas de papel y combustible para decir simplezas y bobadas en panfletillos y mĆtines. Recibes en casa decenas de cartas de las diversas sectas polĆticas y te tratan como un subnormal que sĆ³lo merece cuatro letras falsarias y tontorronas. ¿Por quĆ© no tienen un poco de decencia polĆtica y nos envĆa cada grupĆŗsculo politiquero su detallado programa de gobierno, para que lo estudiemos, para que lo comparemos con los demĆ”s, para que lo guardemos y les restreguemos en un futuro tanta novelerĆa y cuento chino?
Si dejamos a los polĆticos y nos vamos a los curas y ayatolĆ”s, las mentiras alcanzan –como es lĆ³gico- cotas celestiales. Salvo honrosas excepciones personales, la realidad entre lo que se predica y lo que se hace es sideral y estratosfĆ©rica. TenĆa razĆ³n el amigo Shakespeare cuando decĆa que “la vida es una gran mentira contada por un idiota” o don LeĆ³n Felipe cuando hacĆa referencia a que desde que nacemos nos duermen con cuentos. ¡CuĆ”ntos falsos Ćdolos son vendidos en los diferentes altares econĆ³micos, polĆticos y religiosos! Ahora bien, los consumidores consumidos tenemos una gran parte de culpa: que nos engaƱen una o dos veces, vale, pero como tambiĆ©n dice una sentencia juiciosa que leĆ en algĆŗn libro sabio, a la tercera vez el culpable del engaƱo eres tĆŗ mismo. Por tonto e imbĆ©cil. Pero no aprendemos. Incluso cada vez hay mĆ”s gente encantada de que le engaƱen. Y es que mientras que el mundo sea mundo siempre existirĆ”n tontos, o sea, gente la mar de crĆ©dula y feliz…
Lo peor es que la venta de mentiras no se reduce sĆ³lo a los objetos sino tambiĆ©n a las ideas, donde la compraventa viene desde muy antiguo. Ahora que acabamos de pasar por un periodo electoral, todavĆa resuenan en nuestros oĆdos el embuste, la patraƱa y el insulto a la inteligencia del ciudadano por parte de los polĆticos vendedores de humo y pajas. Se gastan (de nuestro dinero) millonadas para que los conozcamos como si no los conociĆ©semos demasiado bien. Derrochan toneladas de papel y combustible para decir simplezas y bobadas en panfletillos y mĆtines. Recibes en casa decenas de cartas de las diversas sectas polĆticas y te tratan como un subnormal que sĆ³lo merece cuatro letras falsarias y tontorronas. ¿Por quĆ© no tienen un poco de decencia polĆtica y nos envĆa cada grupĆŗsculo politiquero su detallado programa de gobierno, para que lo estudiemos, para que lo comparemos con los demĆ”s, para que lo guardemos y les restreguemos en un futuro tanta novelerĆa y cuento chino?
Si dejamos a los polĆticos y nos vamos a los curas y ayatolĆ”s, las mentiras alcanzan –como es lĆ³gico- cotas celestiales. Salvo honrosas excepciones personales, la realidad entre lo que se predica y lo que se hace es sideral y estratosfĆ©rica. TenĆa razĆ³n el amigo Shakespeare cuando decĆa que “la vida es una gran mentira contada por un idiota” o don LeĆ³n Felipe cuando hacĆa referencia a que desde que nacemos nos duermen con cuentos. ¡CuĆ”ntos falsos Ćdolos son vendidos en los diferentes altares econĆ³micos, polĆticos y religiosos! Ahora bien, los consumidores consumidos tenemos una gran parte de culpa: que nos engaƱen una o dos veces, vale, pero como tambiĆ©n dice una sentencia juiciosa que leĆ en algĆŗn libro sabio, a la tercera vez el culpable del engaƱo eres tĆŗ mismo. Por tonto e imbĆ©cil. Pero no aprendemos. Incluso cada vez hay mĆ”s gente encantada de que le engaƱen. Y es que mientras que el mundo sea mundo siempre existirĆ”n tontos, o sea, gente la mar de crĆ©dula y feliz…
2 comentarios:
"...a la tercera vez el culpable del engaƱo eres tĆŗ mismo. Por tonto e imbĆ©cil."
En efecto, nada hay mĆ”s deprimente que constatar que millones de personas, a pesar de ser conscientes del engaƱo y la mentira, siguen votando a personajes cuyo Ćŗnico mĆ©rito es mentir descaradamente sin sonrojarse y creerse con capacidad de subyugar a la plebe.
Abandonados ya los pingĆ¼inos, nostalgia tengo por regresar junto a ellos.
Salud, querido Don Juan.
Freixo
A veces creo que hay mucha gente, pero que mucha, a la que le encanta que les engaƱen: "Dame pan y dime tonto", que decĆa el clĆ”sico. AllĆ” ellos y ellas, aunque hoy dĆa algunos se han quedado sĆ³lo con la segunda parte del refrĆ”n y aĆŗn siguen estando contentos. ¡Misterios insondables del cerebrĆn humanoide!
En cuanto a los pingĆ¼inos,hay que reconocerles que se dejan engaƱar mucho menos que la mayorĆa de nuestros congĆ©neres. Y,dicho sea de paso, que visten mucho mejor y mĆ”s elegantemente que la mayorĆa de nosotros...
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