He seguido con cierto detalle (por querencia intelectual y familiar) el devenir de la polĂtica catalana desde las Ășltimas elecciones, esas que aĂșn dando la victoria a los de siempre –CIU-, por esa cosa de las alianzas postelectorales de las que nadie habla antes de las elecciones, permitieron la subida a los altares del filosocialista don Pascual y su trouppe. En el circo que se montĂł –un remedo de lo que posteriormente estĂĄ llegando al resto del paisaje- habĂa de todo: equilibristas, payasos, malabaristas, domadores de serpientes y hasta un oso. Los nuevos inquilinos del circo habĂan decidido juntar sus fuerzas para echar tripartitamente a la calle al antiguo dueño convergente. TambiĂ©n se juramentaron que el espectĂĄculo –por primera vez- no se iba a limitar al estrecho margen del territorio habitual, si no que iba a procurar ganarse tambiĂ©n adeptos en territorio comanche, para lo cual era imprescindible dejar morir por inaniciĂłn al antiguo capataz de Ă©ste: el PP.
-A los chicos del exbigotes Aznar, ni pan ni agua ni gaseosa...
Y empezĂł la funciĂłn. Pronto se vio que los guionistas ponĂan buena voluntad, pero que su intelecto e imaginaciĂłn no daba para muchos folios. AsĂ que se limitaron a idear un solo nĂșmero circense: el Estatut. Al principio aquello resultaba simpĂĄtico y hasta emocionante, pese a que el personal esperaba mĂĄs variedad temĂĄtica.
-Oiga, ¿quĂ© hay de mi Carmelo?
-Eso se cura con el Estatut
-¿Y quĂ© hay de lo mĂo, que la Caixa no me quiere perdonar un prĂ©stamo como ha hecho con el tito Montilla?
-Unas pastillas de Estatut, mucho sol y un 3 % de paciencia, hermano…
Aquello empezĂł a llamarse “el coñazo del Estatut”. Pero como sĂłlo habĂa uno, todos arrimaron el hombro por si el nĂșmero fracasaba, el circo se hundĂa y tenĂan que irse nuevamente al paro o a la segunda vivienda. En el territorio comanche, el Cabo con mando en plaza (un inexperto aprendiz de brujo al que momentĂĄneamente la suerte le sonreĂa) pensaba que el numerito del Estatut le venĂa de perlas para dejar atado de pies y manos al antiguo capataz (otro inexperto Cabo, tambiĂ©n aprendiz de brujo, que acabĂł quemĂĄndose las manos en Irak) y a sus herederos, a quienes no gustaba ni el Estatut ni nada que no hiciesen ellos mismos. Entre gente egoĂsta y sosa, sĂłlo puede mandar uno y al otro mejor enviarlo a galeras por lo que pueda pasar. En eso estaba el nuevo Cabo. AsĂ que durante meses siguiĂł el espectĂĄculo circense a toda pastilla hasta que los artistas de la pista empezaron a desavenirse ya que se acercaba el final y no se ponĂan de acuerdo en como terminar aquello. De modo que, antes de que se cayesen los palos de todo este sombrajo, el Cabo chusquero decidiĂł recurrir al antiguo dueño del circo a travĂ©s de su ahijado "Mas" prĂłximo. Y en una visita al extinto mundo de Pujolandia lo logrĂł. ¡Albricias, se decĂa la mar de sonriente! Pero el cipote que se montĂł entre los tripartitos no se lo esperaba, especialmente la rabieta del que mĂĄs cobraba, un tal Carod, que de la extrema pobreza habĂa pasado en un par de años a permitirse muchos lujos y hasta creerse el rey del mambo (o sea, de la sardana). Tanto se cabreĂł el caro amigo que decidiĂł no participar mĂĄs en el numerito del Estatut, boicoteando todas las modificaciones que el Cabo y su nuevo ayudante Mas habĂan acordado para que no se hundiese el tinglado. El delegado del Cabo (un ancianete ya chocheante que dirigĂa la funciĂłn tripartita con mano casquivana y maragalliana), no tuvo mĂĄs remedio que expulsar a su primo Carod.
La funciĂłn (tras meses de representaciĂłn) ya se la conocĂa de memoria todo el mundo. SĂłlo quedaban unas cuantas sesiones mĂĄs y decidir si el numerito habĂa sido del agrado de todos los espectadores, de unos pocos o de casi nadie. Tras el dictamen final de los espectadores (que deberĂa ser positivo), ya pensarĂan en montar otro espectĂĄculo mĂĄs global, variado y atractivo para poder seguir manteniendo el chalet adosado, la finquita en Pedralbes o la Diagonal y el carnĂ© de socio del Barça. Pero para ello serĂa condiciĂłn indispensable al menos un aprobado de la ciudadanĂa local. Sin Ă©ste, se corrĂa el riesgo de que regresase el antiguo dueño del circo, ahora representado por su ahijado Mas. El aprobado, ni siquiera por los pelos, no estaba nada fĂĄcil porque aunque le tenĂan de quintacolumnista aliado, el excĂ©ntrico primo Carod se oponĂa al mismo por despecho, coincidiendo tambiĂ©n en el NO con los expulsados del ParaĂso catalĂĄn (los herederos del Aznar pepero-iraquĂ), que tambiĂ©n estaban decididos a poner un cero patatero a los examinados por ningunearlos tras las Ășltimas elecciones.
AsĂ que los socios mayoritarios del circo no tuvieron mĂĄs remedio que hacer trampas preelectorales para alcanzar su objetivo. Desde acudir a pedir ayuda al equipo de fĂștbol de sus amores –algo mĂĄs que un club, segĂșn cuentan las viejas crĂłnicas- hasta echar la culpa de todos los males de la exPujolandia al desterrado PP. Lo que ocurriĂł finalmente es cosa que sĂłlo saben los dioses pues del futuro no entendemos los humanoides, pero sigan atentos a la pantalla que muy prontito saldremos de dudas. Mientras tanto, como todo se pega menos la hermosura, en otro territorio colindante llamado Chaveslandia (AndalucĂa, para algunos), empezaron a renovar la funciĂłn circense (mĂĄs de veinte años con la misma sintonĂa ya aburrĂa hasta a los mĂĄs adictos) incorporando nuevos y atractivos nĂșmeros musicales de karaoke (el presupuesto no daba para un montaje tan grandioso como el del circo catalĂĄn) pretendidamente parecidos a los que en la Maragallandia actual se han practicado en los Ășltimos tiempos. En cuanto los veamos y oigamos en directo a pie de pista, contaremos quĂ© sopor nos producen. Y es que el Puñetas gusta mĂĄs de espectĂĄculos solitarios como la lectura que de multitudinarios numeritos circenses que sĂłlo engañan a los que ya estĂĄn engañados. Y colorĂn colorete…
1 comentarios:
Soy andaluz, Puñetas, y al hilo de tu comentario de hoy espero pronto ver algo parecido sobre el Estatut que se estå cociendo por nuestra tierra. Un saludo.
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