martes, 7 de marzo de 2006

¿EL LUTE CAMINA DE NUEVO?



Ya no te puedes fiar de nadie. Ni siquiera de esos mitos que permanecían anclados en nuestra memoria y que ahora, como pesadillas siniestras, nos ofrecen la cara más amarga. Hablo, por ejemplo, de “El Lute”. Un mito de película originado en la dictadura franquista: empezó robando gallinas y siguió con diversos atracos. Condenado a muerte. Dos fugas espectaculares de la cárcel y 97 causas que le suponían una pena de más de un millar de años. Con semejante historial, en esta época hubiera sido considerado un chorizo más. En aquellos años sórdidos, en que nadie escapaba al férreo control gubernamental y policial, Eleuterio Sánchez fue considerado un héroe por todos aquellos incapaces (eran muchísimos) de plantarle cara a Franco. En 1981, con la amnistía política de la democracia nuevamente renacida, El Lute salió a la calle. Convertido en otro hombre para refrendar la mitología. De analfabeto había pasado a ser abogado, a saber expresarse de maravilla y a representar uno de esos pocos casos en que alguien cambia para muy bien tras estar encerrado entre rejas durante una larga temporada. Escribió algún que otro libro, dio conferencias, coqueteó un poco en la política sin comprometerse mucho y los tíos del cine le hicieron un homenaje mediante el correspondiente film.


Pasó el tiempo y de don Eleuterio casi nadie decía ni pío, salvo que venía ganándose la vida muy bien por lo que posee un importante patrimonio. Hasta que hace unos días los periódicos nos daban la desagradable sorpresa: “Detienen al “Lute” y dictan una orden de alejamiento al denunciarle su esposa por lesiones”. La violencia doméstica no escapa ni a las estrellas modélicas de la reinserción social. Pese a la orden de alejamiento (una estupidez judicial que no sirve absolutamente para nada), la mujer de “El Lute” -con buen criterio- se ha refugiado en un piso de acogida en vez de en alguna casa familiar ofrecida por su famoso marido, de quien cuentan las crónicas que llegó a amenazar a la abogada de su ya expareja, presentándose ante el magistrado con la frase que suelen usar todos los desgraciaos que se creen algo importantes: “usted no sabe quién soy yo”. Lo único importante es que Eleuterio vuelve a las andadas y esta vez los tiempos juegan en su contra. Como no dé síntomas rápidos de arrepentimiento o aclare muy bien las cosas, mucho personal lo va a borrar definitivamente de la mitología de aquellos oscuros años para enviarlo al cuarto de las ratas. Lugar donde van a parar esos machos cabríos que maltratan a sus mujeres porque se creen que les pertenecen como si fueran una silla o un televisor. Hay que tenerlos mal puestos para ir así por la vida…

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