miércoles, 29 de junio de 2005

TARANTIN TARANTINO, PSICOPATIN PSICOPATINO

Detesto profundamente la violencia. Me repugna. Que todavía perdure en el mundo, con lo que ha llovido de siglos, es la muestra más evidente de que el humanoide es una especie defectuosa de la naturaleza, puesta en circulación antes de completar su fabricación (le faltan bastantes tornillos) y que por su mala cabeza y malasangre tiene menos porvenir que un cojo en una carrera de maratón.

Pero la violencia más detestable es la gratuita, la absurda, la que sólo lleva al dolor y… al dinero. Dejemos de lado la violencia real de esos descerebrados que se ponen un cinturón de explosivos para desintegrarse en la agradable compañía de gente inocente. Los muy cretinos no saben que convertidos en polvillo microscópico no habrá paraíso que les acoja ni huríes que les soben. O la de esos gudaris que se sienten orgullosos de pertenecer a una organización armada que siempre actúa con la cobardía como bandera. No, hablemos de gente más amable, más famosa, más valorada y más pacífica. Hablemos de esos psicópatas de pacotilla que viven del cuento, o sea del cine, y que disfrutan mostrando en sus cagarrutas fílmicas toneladas de sangre, crímenes y terror educativo, finezas carniceras para que los psicópatas de verdad hagan un cursillo acelerado del crimen con sólo pagar unos cuantos dólares o euros en una sala a oscuras. Hablemos de uno de estos ejemplares esplendorosos, del rey, del inigualable Tarantin, Tarantino, ese de aquel bodrio violento y mamarrachero titulado Pulp Fiction que después atacó con dos sangrientas películas cuyo título no me da la gana recordar pero sí recuerdo que no eran muy recomendables para gente con problemas estomacales.

El menda lerenda se despachaba en unas recientes declaraciones periodísticas con esta gracieta: “La violencia puede ser bella”. El hombre estaba inspirado, aunque no borracho, cuando hablaba con el periodista: “Preguntarme por la violencia en mis películas es como pedirle a Vicente Minelli que justifique sus números musicales. Se trata simplemente de un elemento que, como director, puedes usar o no. Uno de los más divertidos. Me encanta”. Compararse con Minelli es como comparar al pato Lucas con Sofía Loren: una solemne estupidez. Claro que lo bueno viene ahora. Y es que resulta divertidísimo hacer películas churriguerescas made in tarantino: “La primera parte de mi última película trataba por completo de vísceras, ojos arrancados, matanzas… Hay mucha acción. El petardazo llega en la segunda parte. En la primera sobre todo hay diversión. Si vas a verla lo pasarás genial”, continúa diciendo el mastuerzo. Yo es que veo un ojo que explota a consecuencia de una espada japonesa que lo penetra y me entra una risa que me descojono en la butaca. Pero, ¿de dónde han sacado a este psicópata tan peliculero?

No estaría mal que bajara a la cruda realidad, esa donde la violencia no es bella sino asquerosa, inmoral y delictiva, para que recibiéndola un poquito en primera persona, le removiera las neuronas y se pusiera por fin a hacer cine del bueno, porque de tonto el Tarantin Tarantino no tiene un pelín ni un pelino.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He encontrado en un buscador que en este blog se habia publicado que Jafre era un magnífico pueblo para morir. No he podido encontrar el resto del texto. Le agradeceria que me indicara como puedo satisfacer mi curiosidad. Soy un habitante de este pequeño pueblo i resulta hasta ahora no me habia enterado de tant extraordinaria circunstancia.

Anónimo dijo...

He encontrado en un buscador que en este blog se habia publicado que Jafre era un magnífico pueblo para morir. No he podido encontrar el resto del texto. Le agradeceria que me indicara como puedo satisfacer mi curiosidad. Soy un habitante de este pequeño pueblo i resulta hasta ahora no me habia enterado de tant extraordinaria circunstancia.