Como por arte de magia (y pelas de por medio), Cataluña tiene una selección nacional de hockey sobre patines, que hace poco se quedó campeona del mundo en la modalidad B y que participará junto a la selección española en el próximo mundial A de no mediar decisión contraria por parte de quienes rascan bola en estos asuntos.
El tener selecciones “nacionales” es otro desafío de los muchos que los partidos nacionalistas vascos y catalanes están llevando desde hace años y más desde el momento en que se encuentran fuertes de votos y con la complicidad tontuna o sabia (según se mire) de los que gobiernan a nivel de todo el Estado. Ya debería estar solucionado el tema, pero se ve que dar soluciones equivale a enfriar la patata y aquí de lo que se trata es de que nos comamos una todos los días hasta hartarnos o reventar. Ahora son los patines, mañana será la pelota vasca, pasado el lanzamiento de chapas o la recogida del percebe.
Pero a lo que iba, que se me escapan los patines. ¿Debe jugar España contra Cataluña en ese aburrido juego del hockey rodador? Es más, si a dicho deporte casi sólo juegan los catalanes, ¿porqué no permitir que tengan su selección “nacional” patinera? Y lo mismo se podría decir del resto de los deportes. Pero, claro, si somos gente de anchas miras y de largos y solidarios horizontes, ¿por qué reducir la problemática sólo a las autonomías/naciones vasca o catalana? ¿Por qué Extremadura no va a poder tener una selección nacional propia de lanzamiento de bellotas, con su ínclito presidente Ibarra a la cabeza? ¿Por qué Andalucía no va a poder participar en el campeonato mundial de levantamiento de copa de vino pues tiene los mejores bebedores de fino “La Ina” de todo el planeta? ¿Por qué la provincia andaluza de Jaén no va a poder participar con su equipo propio en el campeonato mundial de lanzamiento de huesos de aceituna, cuando los jienenses son los que más saben y practican este deportivo menester? ¿Y por qué -pensarán en el extranjero los que asisten atónitos a este desmadre de selecciones “nacionales”- vamos a ser nosotros menos? Cada cantón suizo, su equipo representativo; cada lander alemán, ídem de ídem; cada Estado federado norteamericano, con su particular representación nacional. Porque aquí nación somos todos. ¿O es que encima les vamos a dejar a los amiguitos nacionalistas que encima ellos pongan las reglas definitorias sobre quien, aparte de ellos, es o no nación, tiene o no lengua propia? Yo mismito soy una nación, majaderos: tengo mi propio idioma, mis peculiares raíces culturales y hasta mi particular historia. ¡Oye, qué puñetera manía de escarbar en las diferencias cuando, ya puestos, sólo un par de genes nos diferencian de la pesada mosca cojonera!
La selección española de fútbol no se ha comido un rosco en su puñetera vida. La solución: hacer 17 selecciones nacionales, una de cada autonomía, a ver si así hay más suertecilla. Hay tontos que se creen que el “divide y vencerás” debe aplicarse no al enemigo sino a sí mismo. Que Alá les conserve la inteligencia. Cuando examina uno a los equipos de fútbol, de baloncesto y otros deportes, y resulta que cada uno es una pequeña ONU, es casposo y absurdo propugnar nuevos equipos “nacionales”. Aquí lo progresista, lo sensato y lo eficaz sería acabar con las selecciones nacionales. Prohibidos los campeonatos del mundo entre naciones. En los juegos olímpicos, fuera las representaciones nacionales: cada atleta compite representándose a sí mismo. Y si no se acepta tan feliz y racional idea, al menos que los deportistas tengan libertad para representar al país que les dé la gana, al que más les pague o les sea más simpático. Esta sí sería una medida auténticamente progresista al respetar la libertad individual de cada cual (incluido la del bolsillo), y no la patochada de multiplicar exponencialmente el número de selecciones deportivas nacionales.
En cualquier caso, a todos estos trogloditas de la cosa “nacionaldeportiva” cabría al menos exigirles un poco de coherencia. O sea, estar a las duras y a las maduras. Lo que decía un lector del diario AS en una carta al director: “”Estoy a favor de que las selecciones catalanas, vascas o de donde sean, jueguen contra España o contra el resto de España. Pero lo que no es coherente es que se puedan tener equipos nacionales propios para jugar contra España y luego vivir de las Ligas españolas. Si son muy patriotas, lo tienen que ser con todas las consecuencias, aunque el precio a pagar sea el que el partido del año en Cataluña o País Vasco pueda ser un Barcelona-Mataró o un Real Sociedad-Amurrio”.
Este lector se cree que los nacionalistas son idiotas. Los verdaderamente idiotas somos los demás y todavía no nos hemos dado cuenta.
El tener selecciones “nacionales” es otro desafío de los muchos que los partidos nacionalistas vascos y catalanes están llevando desde hace años y más desde el momento en que se encuentran fuertes de votos y con la complicidad tontuna o sabia (según se mire) de los que gobiernan a nivel de todo el Estado. Ya debería estar solucionado el tema, pero se ve que dar soluciones equivale a enfriar la patata y aquí de lo que se trata es de que nos comamos una todos los días hasta hartarnos o reventar. Ahora son los patines, mañana será la pelota vasca, pasado el lanzamiento de chapas o la recogida del percebe.
Pero a lo que iba, que se me escapan los patines. ¿Debe jugar España contra Cataluña en ese aburrido juego del hockey rodador? Es más, si a dicho deporte casi sólo juegan los catalanes, ¿porqué no permitir que tengan su selección “nacional” patinera? Y lo mismo se podría decir del resto de los deportes. Pero, claro, si somos gente de anchas miras y de largos y solidarios horizontes, ¿por qué reducir la problemática sólo a las autonomías/naciones vasca o catalana? ¿Por qué Extremadura no va a poder tener una selección nacional propia de lanzamiento de bellotas, con su ínclito presidente Ibarra a la cabeza? ¿Por qué Andalucía no va a poder participar en el campeonato mundial de levantamiento de copa de vino pues tiene los mejores bebedores de fino “La Ina” de todo el planeta? ¿Por qué la provincia andaluza de Jaén no va a poder participar con su equipo propio en el campeonato mundial de lanzamiento de huesos de aceituna, cuando los jienenses son los que más saben y practican este deportivo menester? ¿Y por qué -pensarán en el extranjero los que asisten atónitos a este desmadre de selecciones “nacionales”- vamos a ser nosotros menos? Cada cantón suizo, su equipo representativo; cada lander alemán, ídem de ídem; cada Estado federado norteamericano, con su particular representación nacional. Porque aquí nación somos todos. ¿O es que encima les vamos a dejar a los amiguitos nacionalistas que encima ellos pongan las reglas definitorias sobre quien, aparte de ellos, es o no nación, tiene o no lengua propia? Yo mismito soy una nación, majaderos: tengo mi propio idioma, mis peculiares raíces culturales y hasta mi particular historia. ¡Oye, qué puñetera manía de escarbar en las diferencias cuando, ya puestos, sólo un par de genes nos diferencian de la pesada mosca cojonera!
La selección española de fútbol no se ha comido un rosco en su puñetera vida. La solución: hacer 17 selecciones nacionales, una de cada autonomía, a ver si así hay más suertecilla. Hay tontos que se creen que el “divide y vencerás” debe aplicarse no al enemigo sino a sí mismo. Que Alá les conserve la inteligencia. Cuando examina uno a los equipos de fútbol, de baloncesto y otros deportes, y resulta que cada uno es una pequeña ONU, es casposo y absurdo propugnar nuevos equipos “nacionales”. Aquí lo progresista, lo sensato y lo eficaz sería acabar con las selecciones nacionales. Prohibidos los campeonatos del mundo entre naciones. En los juegos olímpicos, fuera las representaciones nacionales: cada atleta compite representándose a sí mismo. Y si no se acepta tan feliz y racional idea, al menos que los deportistas tengan libertad para representar al país que les dé la gana, al que más les pague o les sea más simpático. Esta sí sería una medida auténticamente progresista al respetar la libertad individual de cada cual (incluido la del bolsillo), y no la patochada de multiplicar exponencialmente el número de selecciones deportivas nacionales.
En cualquier caso, a todos estos trogloditas de la cosa “nacionaldeportiva” cabría al menos exigirles un poco de coherencia. O sea, estar a las duras y a las maduras. Lo que decía un lector del diario AS en una carta al director: “”Estoy a favor de que las selecciones catalanas, vascas o de donde sean, jueguen contra España o contra el resto de España. Pero lo que no es coherente es que se puedan tener equipos nacionales propios para jugar contra España y luego vivir de las Ligas españolas. Si son muy patriotas, lo tienen que ser con todas las consecuencias, aunque el precio a pagar sea el que el partido del año en Cataluña o País Vasco pueda ser un Barcelona-Mataró o un Real Sociedad-Amurrio”.
Este lector se cree que los nacionalistas son idiotas. Los verdaderamente idiotas somos los demás y todavía no nos hemos dado cuenta.
2 comentarios:
Puñetas, yo pensaba que en el fondo todos somos nacionalistas, pero la descabellada idea de que un deportista pueda representar al país que le salga de los bemoles (desde luego no creo que sea a Ruanda, salvo por motivos solidarios o de recochineo) tira por tierra mi pensamiento. Y tienes razón, carallo. ¿Por qué, aunque haya nacido en A Coruña, yo tengo que ser del Deportivo de la Coruña y no puedo serlo del Celta? ¿QUé me debería impedir el considerarme chino aunque no haya comido ni una sola vez en un restaurante chino?
Tu desbordante imaginación es superior a la de los nacionalistas de todo cuño. ¡Coño, hoy has sido más "grillesco" que nunca!
La realidad cotidiana sí que tiene imaginación y no Juan Puñetas. Y para ideas descabelladas las de los "amigos" nacionalistas. Pero en fin, si al menos nos tienen divertidos, que dios se lo pague.
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