El otro día un amigo –que desconoce la ácida y crítica existencia de esta puñetera bitácora- me hacía un comentario sobre un tal Risto Mejide. El caballero es un miembro del jurado del ya clásico programa de televisión “Operación Triunfo” y al parecer se ha hecho muy famoso en los últimos años porque cuando juzga a los concursantes derrocha mala baba y –como si fuera un ginecólogo- los pone a parir, da igual que sean chicas que chicos. ¡Tienes que verlo! –me reclamaba entusiasmado el presunto amigo. Y digo lo de “presunto” porque nadie en su sano juicio puede recomendarme desde la “amistad” que vea la TV actual y menos esos bodrios caquiles destinados al gran público: el gusto lo tendré rarito pero no atrofiado.
La curiosidad, sin embargo, me picó y la otra noche (previa toma de varios tranquilizantes) me dispuse a disfrutar un máximo de cinco minutos con ese señor que tanto llama la atención por sus críticas ingeniosas a los concursantes. Llegado el momento ya había acumulado en el Word varias páginas con información sobre el interesado, especialmente algunas de sus famosas críticas, así que mi espíritu estaba perfectamente preparado para superar el shock. Lo primero que vi fue a un tipo más o menos joven vestido de oscuro y con unas gafas graduadas de sol. Este último detalle es muy moderno pues cada vez abundan más los niñatos que aún a las tres de la mañana pasean o circulan con su cuatro latas motorizado disfrazados con una gorra y gafas oscuras no vaya a ser que los rayos solares les destrocen el cuero cabelludo y la retina. En fin, que el tal Risto no tenía cuernos y ni siquiera lucía en todo su esplendor el físico que se supone debe acompañar a un figurín de éxito de las telecacas. Más bien lo que lució en aquellos minutos fue una desfachatez como la copa de un pino pues la diferencia entre esos aspirantes a triunfitos y triunfitas y él es que el tipo se cree alguien mientras que los primeros aspiran a serlo. Contemplar a los practicantes de gorgoritos relamidos cómo escuchan con la cabeza gacha, a modo de corderos degollados, las lindezas que el tal Risto les endilga, es uno de los espectáculos más patéticos que el Puñetas ha visto en mucho tiempo.
Supongo que lo que viene buscando el camarada con sus poses y sus borderías es que se hable de él, aunque sea mal; que se hable mal es supercalifragi porque eso vende más que las alabanzas y críticas positivas. Incluso te permite sacar al mercado un libro-churro la mar de divertido. La cadena telepinguera da bastante cancha a Mejide –mucha más que al resto del jurado- en una actitud que cualquier observador imparcial considera claramente descarada y comercial. Los mismos concursantes así lo asumen y parece al final que todo el tinglado esté montado para que el famoso crítico de la nada saque a pasear su lengua viperina y colme de orgasmos a las quinceañeras pringosas que siguen el programa, algunas de las cuales son capaces de escribir en un blog amigo y entusiasta esta enorme gilipollez: “Me rechifla este tío dios mioooooo es super atractivo e interesante.Hacía años que no había visto algo semejante…uff me pone cantidad está como un tren y me parece irresistible.Su novia estará gozando porque mola cantidad”.
¿Y por qué se ha hecho tan famoso este especímen? Pues por críticas tan inteligentes como éstas: “Ha sido un placer tenerte para la vista, pero un dolor para el oído”. "Justo me toca hablar contigo un día en que lo haces de puta madre porque fuiste un chulito en su momento, pero luego te bajaron los humos”. "Si la audiencia la semana pasada demostró que estaba sorda, con la expulsión de esta noche ha demostrado que es de lo más vulgar”. "Eres el primer producto defectuoso de esta edición de OT”. "Has interpretado una canción de 'Greta y los Galbo' y a mi me dan ganas de llamarla para pedirle perdón en tu nombre". "Vosotros, panda de malcriados”. “Yo creo que con tu actuación has dado la oportunidad a muchas familias en sus casas a levantarse, irse a la nevera y tomar algo”. “Eres de alguna forma como un consolador, me explico: eres perfecta en la ejecución, pero tremendamente fría en el sentimiento”.
Observen qué fineza de estilo, de oratoria, de personalidad crítica se gasta el amigo. Es un perfecto representante, eso sí, de lo que se estila en los medios de la telebasura: destrozar a los demás sin usar ni una sola argumentación razonada. “Si nadie se molesta por lo que dices es que no has dicho absolutamente nada”- ha vomitado el muy zorro. Esa es toda su filosofía. "Yo digo lo mismo que diría si estuviera en casa, pero con la diferencia de que estoy rodeado de cámaras", ha sentenciado en alguna ocasión. Es tan inteligente que no sabe distinguir la diferencia entre un comentario casero-coloquial y uno efectuado públicamente ante millones de oyentes. “Me llamo Risto Mejide, llevo 31 años haciéndome publicidad y algo más de 8 haciéndola para otros” –he leído por ahí. Te voy a bajar los humos, Ristito mío: aunque demuestras tener un ego y un morro que te lo pisas, sólo eres uno de los miles de productos comestibles de las telemierdas. Devolviéndote con la misma moneda, no a la persona si no al icono que representas, por mucho que te hayas fabricado el papelón –porque lo tuyo es un papelón- de hombre sagaz, critiquísimo, duro y peleón, eres más blando que un osito de peluche. Si no lo fueses, no estarías haciendo el panoli en Telepingo y en su Operación Fracaso.
-Oiga, Puñetas, ¿y no pone algún video del amigacho?
-Pues no, caballero. A los vulgares cantamañanas, ni agua ni vino ni video. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
2 comentarios:
Risto es lo que es: un producto. Y los chavales que están en el concurso son futuros productos de éxito o no (musicalmente hablando, se entiende)
Tienes razón: todos son productos surgidos de las factorías mediáticas correspondientes. A ésto los clásicos marxistas (todos han muerto) le llamaban algo así como "cosificación", convertir en "cosas" o "productos" a las personas y a su trabajo. En cualquier caso se ganan la vida mejor que los currantes de a pie de obra, de aula, de oficina, de consulta o de calle. Lo que indica que tontos no son. Quizás por eso los concursantes agachan la cabecita lucera (de ovejita lucera, quiero decir) cuando el tal Risto les echa el insulto.
He de reconocerte dos cosas. La primera que, si yo fuese concursante, al primer insulto, el tal Risto me iba a oír, no devolviéndoselo de manera desabrida pero sí parándole los pies y poniéndolo en ridículo. (Aunque luego, acto seguido, los jerifaltes de Telepingo me echasen a la calle por no aceptar las normas internas del cutre-programa). La segunda es que a mí jamás se me ocurrirá hacer de concursante de ninguna telecaca.
Un cordial saludo.
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