martes, 27 de enero de 2009

EL ACONTECIMIENTO (1 DE 2)

¡Tolón, tolón, tolón!

La voz sonora y grave de la campana del Ayuntamiento de Piedragorda tiñó con su ritmo monótono, pero bien audible, el cielo azul de aquel mísero pueblo. Sus habitantes, como accionados por un misterioso y profundo resorte, abandonaron con prontitud sus labores y obligaciones cotidianas tomando pronto las de Villadiego (la calle por la que se desemboca a la plaza del Ayuntamiento).  Sólo los duros de oído, tirando a sordos, se quedaron con los brazos cruzados y sin hacer nada, porque como apenas oyen nada… Sin embargo, pronto comprendieron lo que tenían que hacer.

-Pero, ¿qué haces ahí parado y sin arreglarte, abuelete? –gritaba un mozalbete travieso al padre de su padre.
-Pues, ¿qué pasa, jovenzuelo? –respondía el abuelo unos minutos más tarde, después de haberle hecho repetir al chaval diez veces la pregunta.
-¡Tolón, tolón, tolón! –volvía a gritar el mozo, acompañándose de ilustrativos gestos.
-¡Ah, el tolón, tolón! ¡Haberlo dicho antes, caracoles!

Esta reacción general de afluencia inmediata hacia la plaza del Ayuntamiento no se hizo esperar, pasase lo que pasase…

-¿Oyes, Manolo? –preguntó la mujer del lechero a su marido (el lechero, naturalmente)- ¿Oyes? Nos llama el Ayuntamiento…
-Nos llama la vaca, mujer. Seguramente tendrá ya las tetas a rebosar.
-¿Olvidas que hoy es su día de descanso, según marca el convenio, y que por tanto no va a dejar que le manejes las ubres? –le replicó la mujer.
-Pues tienes razón, querida. ¡Nos llama el Ayuntamiento!


Dándole una patada al cubo de agua con que estaba adulterando la leche, se fue con su esposa a la Plaza Mayor para no perderse el acontecimiento anunciado. El barbero tampoco le fue a la zaga:

-¡Pero hombre - protestó el cliente- ¿cómo me va a dejar a medio pelar?
-Vuelva usted mañana y le pelaré la otra mitad –le respondió el barbero blandiendo en la mano izquierda la navaja de trasquilar.
-¿Pero usted comprende –volvió a protestar el cliente- que yo puedo salir así a la calle, con una patilla más larga que otra y con más pelo en el cogote que en la coronilla?

Pese a las protestas el barbero no dio un tijeretazo más y colgando en la puerta el letrero “Cerrado hasta que se vuelva a abrir” se largó con pelo fresco en dirección al Ayuntamiento. Algo parecido sucedió en la tienda de comestibles:

-Pero deme usted ya ese medio litrejo de vino…
-Lo siento, señora. ¿No ha oído usted el tolón, tolón?
-Sí, lo he oído, pero no creo que tarde usted mucho en despacharme medio litro de tintorro…
-Lo siento, señora, venga usted mañana.
-En fin –dijo resignada la mujer- esta noche beberemos agua…
-No se preocupe, que no notará mucho la diferencia… -terminó por decir el dependiente, medio cabreado.

Este fenómeno de abandonar todo lo que en ese instante se estaba haciendo para acudir a la llamada tolón, tolonera, ocurrió en todo el pueblo. La madre que estaba dando de mamar al pequeñuelo cortó el suministro lácteo y lo depositó en la cuna al cuidado del gato. El joven que estaba haciendo “pis” en ese momento, aligeró la evacuación para no perderse ni pizca del acontecimiento. La muchacha que estaba hablando por teléfono con su novio le dejó  a medias la declaración de amor:  "te quiero más que al Real Madrid, pichurri". El practicante, que estaba en esos momentos poniendo un par de banderillas en el trasero del director del banco, le abandonó dejándole el par a media asta.  En fin, nadie quería perderse el solemne acontecimiento que iba a tener lugar en la Plaza Mayor donde se ubicaba el Ayuntamiento. Incluso el dentista del pueblo, que estaba sacando la muela del juicio a la directora del psiquiátrico, pretendió interrumpir la extracción para asistir al acontecimiento.

-¿Pero cómo la va usted a dejar a tres cuartos? –le espetó el marido, que era matemático.
-No se preocupen. Si dentro de media hora estoy otra vez de vuelta…
-¿Y si se muere?
-¡Que espere un poco, oiga! ¡Tampoco es mucho lo que le pido!

El matemático sacó una navaja de 42 centímetros de larga por 6 milímetros de ancha y el dentista no tuvo más remedio que chincharse. Cuentan las crónicas que, a consecuencia de la frustración, días después le entró una depresión de caballo. El acontecimiento anunciado hizo perder la chaveta a más de medio pueblo.
CONTINUARÁ...

domingo, 25 de enero de 2009

DEL OBSCENO CULTO AL LÍDER


Prefiere el Puñetas mil veces a una persona independiente, crítica, medianamente objetiva y serena de ánimo a una aplaudidora, partidista, claramente subjetiva y fácilmente irritable. Uno no sabe por qué paisajes deambula la verdad y la razón, pero sí intuye que bien lejos de los habituales meapilas, cantamañanas, aplaudidores, pelotas y babosines del poder, que cada vez abundan más que las malas hierbas.

Leo hoy una entrevista en el diario EL MUNDO a un tal Tomás Gómez, del que el periódico resalta el siguiente titular: “En España ya hay un Obama. Se llama Jose Luis Rodríguez Zapatero”.  Hete aquí a un pelotillero de campeonato –me dije- antes de comprobar que quien decía semejante sandez era el Secretario General del PSOE de Madrid. Otra entrevista : “Zapatero es un líder en la lucha contra el hambre”. Así pelotea  la camarada Soraya Rodríguez, Secretaria de Estado de Cooperación Internacional.  Digámoslo alto, claro y hasta con mayúsculas: EL CULTO AL LÍDER ES, SENCILLAMENTE,  OSBCENO. (En esta línea, lo que estamos viviendo estos meses con el nuevo Presi de los EEUU es rigurosamente patético).

Uno comprende los méritos que los subalternos han de hacer ante el jefe y que el deslumbramiento  que produce estar en un cargo o puesto político/laboral probablemente inmerecido (el mayor mérito suele ser “pertenecer al partido gobernante y ser amigo de un amigo del líder”) obnubila la mente y convierte en rey a quien es un simple paje, pero cuando el halago riza el esperpento entonces la natural comprensión deviene en puro cachondeo e irritación.

Emparentado con lo antedicho recojo un artículo de Jose María Carrascal, publicado hoy en el diario conservador ABC, que ilustra sobre ese esperpéntico culto o idolatría al líder, haciendo de la cruda realidad una mentira piadosa, cuando no convirtiéndola en simple fantasmagoría.   

“(…) Una actriz de cuyo nombre no quiero acordarme declaraba hace poco que «en derechos civiles, España gana a Francia». Demostrando no saber qué ocurre en España, donde ha nacido o qué ocurre en Francia, donde ha rodado alguna película. Aunque lo más probable es que no sepa lo que son los derechos civiles. Derechos civiles no es tener unas leyes audaces y rutilantes como joyas que se exhiben ante las amistades. Derechos civiles es que no le dejen a uno tres días, o tres horas, tirado en un aeropuerto sin darle explicaciones. Derechos civiles es contar con una justicia que resuelva nuestras demandas en un plazo razonable, sin tener que esperar años a verlas resueltas. Derechos civiles es poder enviar nuestros hijos a una escuela pública donde se enseñe en el idioma común a todo el Estado. Derechos civiles es poder elegir el diputado que va a representarnos en el Parlamento, al que podamos dirigir nuestras quejas, con la garantía de que serán atendidas.

Derechos civiles es tener asegurado el descanso nocturno, sin que se vea disturbado por un local ruidoso en las inmediaciones, por una panda de adolescentes vocingleros o incluso por la algarabía organizada por las autoridades de nuestro barrio o municipio, financiada encima con nuestro dinero. Derechos civiles es disponer de una enseñanza pública de calidad, que permita a todos los niños y niñas del país alcanzar una preparación suficiente para obtener un empleo al nivel de su inteligencia y aplicación. Derechos civiles es que todos los ciudadanos paguen los mismos impuestos y no haya partes del territorio nacional que aporten menos a los gastos comunes. Esos son los derechos civiles en Francia y en todas las democracias desarrolladas, mientras en España pueden estar en la letra de las leyes, pero no en la práctica de la calle, y algunos de ellos, ni siquiera eso, ya que hemos consagrado constitucionalmente la desigualdad tributaria, algo que va contra la esencia misma del estado de derecho (…).

En cualquier caso, reducir los derechos civiles a los matrimonios homosexuales y a la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, como hace la aludida actriz, no es tomar el rábano por las hojas, que sería hasta cierto punto disculpable dado su horizonte intelectual, sino confundir el culo con las témporas, dicho sea sin segundas.”

jueves, 22 de enero de 2009

LO QUE TENEMOS, Y LO QUE SE AVECINA, VECINA...

Dice muy sabiamente el refranero que “cuando las barbas del vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. Sólo son las primeras pero vendrán más. El Estado de California, uno de los más ricos de los EEUU, ha entrado en bancarrota: no tiene un puto dólar para devolver impuestos, subvenciones a familias necesitadas, becas, costear servicios públicos… La insolvencia de las cuentas públicas es total, adeudando casi 4.000 millones a los ciudadanos. El déficit fiscal es superior a los 42.000 millones de dólares. El gobernador del Estado, un tal Arnold Schwarzenegger (que mejor regresase al cine, donde tiene más éxito) está con la soga al cuello y ningún guionista de Hollywood va a conseguir que la peli de terror acabe bien por arte de magia. La interrogación es clara: ¿Quiénes seguirán el camino de California, dentro y fuera de los USA?

Claro que si un Estado tan rico como el californiano se ve con estos harapos, echen cuentas de cómo podemos vernos en Spain muy pronto. Andalucía, por ejemplo, cuyos gobernantuchos siempre han visto en California el modelo al que aspirar. “Andalucía será la California de Europa” –decían año tras año para embaucar al personal, habitualmente creyente. Queridos trileros, ya os  falta menos para conseguirlo.

El porvenir, no es por nada, se avecina más negro que Obama. Cada día cientos de empresas cierran o despiden a personal. Como la cigarra de la fábula, en los numerosos años de bonanza económica no ahorraron nada (los beneficios se los gastaron en farras y salvas); llegado el crudo invierno  aquellos que debieron ahorrar cuando las vacas gordísimas, no tienen fondos en la caja fuerte.  Ahora la solución es la clásica de toda la vida: usar a los trabajadores como si fueran colillas o pañuelos de limpiarse los mocos. Los que deben tomar medidas para controlar y enderezar el entuerto –evitando que se aplique el capitalismo más salvaje- sólo tienen como genial idea que compremos productos de la tierra. Si piensan igual los millones de turistas  extranjeros que nos visitan cada año (milagrosamente el turismo todavía se mantiene vivito y coleando), se quedarán en su casita y nos vamos a enterar de lo que es el hundimiento del Titanic.  Así que, dales ideas, Miguelito, ministrito de Industria sin Industria, dales ideas…  Del que se encarga (es un decir) de la macro economía nada se espera salvo que un día aparezca extraviado en alguna Oficina de objetos perdidos. (¿Y qué se sabe de los 17 ministrillos de Economía de las respectivas autonomías? Ni arriman el hombro ni se les conocen grandes ideas o actuaciones. Ellos se limitan a cobrar a fin de mes, que no es poco esfuerzo).  A lo sumo, la colorida y atiborrada troupe de politicastros o parásitos que padecemos, pierde el culo por controlar las Cajas de Ahorros o concentrarlas en beneficio propio y de sus respectivas sectas (partidos). En Madrid, hay un cacao tremendo por mangonear en exclusiva Caja Madrid como si fuera propiedad de los gobernantes. En Andalucía, andan buscando la fusión de las cajas para asegurarse todavía más el control, aún a costa de disminuir la competencia y la oferta al ciudadano. 

El día que estalle la burbuja autonómica (ese dragón con 17 espumosas y gastonas cabezas), lo de California va a ser de juguete, aunque auguramos que –llegado el caso- los máximos responsables del desastre seguirán dando muestras del cinismo habitual mientras los curritos seremos quienes nos comeremos las piedras. Un ejemplo es lo que está pasando con la próxima huelga de jueces. Quienes tienen más responsabilidad en el caos judicial (gobiernos, legisladores, consejos del poder judicial y mandamases varios) se lavan las manos y tachan de irresponsables a los jueces de a pie, que son quienes tienen que bregar todos los días con las infraestructuras decimonónicas aún vigentes por culpa de aquellos. Eso sí, el ministro del ramo, no hace mucho, se gastó un pastón del erario público para arreglar el pisito en que vivirá gratis total hasta que lo cesen. En fin, el mundo al revés, donde los golfos se las dan de juiciosos y los que sufren el caos encima tienen que aguantar que les echen la culpa de todo.

Mientras tanto, que no falte carnaza al personal para que se distraiga y no vea que Roma se quema mientras la lira tañe bellas trolas. El Parlamento sigue de vacaciones (en realidad está casi todo el año) y lo que priva es el sucedáneo del intercambio televisivo con cien ciudadanos hábilmente filtrados y decantados para que –en la telecaca pública- pregunten al Presidente Profidén las cosas más peregrinas: ¿Cuánto vale un café? Y mientras a la madre que dio un bofetón al niñato de su hijo de doce años le aumentan a 67 los días de cárcel y a un año y 67 días la prohibición de ejercer de madre, España aparece como el país predilecto por la Camorra. Y es que, para las minucias son muy exigentes y "echaos palante" pero para los asuntos de comer y de la seguridad se la cogen con papel de fumar. ¡Qué país y qué paisanaje, que decía el clásico!

martes, 20 de enero de 2009

PATRIOTISMO: ODIAR LAS PATRIAS

“El señor K. no consideraba necesario vivir en un país determinado. Decía:

-En cualquier parte puedo morirme de hambre.

Pero un día en que pasaba por una ciudad ocupada por el enemigo del país en que vivía, se topó con un oficial del enemigo, que le obligó a bajar de la acera. Tras hacer lo que se le ordenaba, el señor K. se dio cuenta de que estaba furioso con aquel hombre, y no sólo con aquel hombre, sino que lo estaba mucho más con el país al que pertenecía aquel hombre, hasta el punto de que deseaba que un terremoto lo borrase de la superficie de la tierra.

-¿Por qué razón –se preguntó el señor K.-me convertí por un instante en un nacionalista? Porque me topé con un nacionalista. Por eso es preciso extirpar la estupidez, pues vuelve estúpidos a quienes se cruzan con ella.”

Bertol Brecht – Historias de Almanaque.

PD: Tras asistir hoy a la coronación harto patriotera del emperador Obama, no sé porqué, me vino a la mente este viejo cuento. Tendré que consultar al psiquiatra a ver si hay una explicación razonable.

domingo, 18 de enero de 2009

LA CHARLOTADA DE LOS AUTOBUSES "ATEOS" Y "CREYENTES"


Hace varios meses, en la publicidad de algunos autobuses londinenses se podía leer la frase: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”. A continuación figuraba la dirección de una página web. Aquello hubiera quedado en nada si no llega a ser porque una periodista del diario The Guardian, en plan curioso, entró en la mencionada página y leyendo lo que allí se decía, cogió un cabreo personal de tres pares de narices, o sea, de seis napias. Según esa página “sería condenada como no creyente a permanecer para siempre separada de Dios y a sufrir eternamente tormento en el infierno”. En fin, las gilipolleces que se decían habitualmente hasta que llegó el Concilio Vaticano II y las barrió del mapa, si bien algunos analfabetos nunca llegaron a enterarse de las reformas y siguieron -y siguen- con la misma cantinela. La periodista solicitó entonces a los lectores ateos que colaboraran económicamente para contraatacar publicitariamente en los autobuses con la frase: “Probablemente no hay Dios, deja de preocuparte y disfruta la vida”. 

El problema vino luego cuando empezó el mimetismo y, sin venir a cuento, la idea saltó las fronteras, pero en sentido inverso. Ahora eran los autobuses “ateos” los que tomaban la iniciativa. Así ocurrió en EEUU y hasta en la secularizadísima Australia, donde pasan hasta de los canguros. Desde hace unos días la charlotada ha llegado a Spain, sacada también fuera de contexto (bien que lo hemos explicado en el primer párrafo), lo cual demuestra la estupidez de la idea pues –que se sepa- ningún autobús de línea ha proclamado previamentela existencia divina. Pero da igual que igual da. Como era previsible, a algunos les ha faltado tiempo para contraatacar con otros autobuses: ”Cuando todos te abandonan, Dios sigue contigo”.

El hazmerreir de frases y autocares, reduciendo a unos vulgares slogans un debate apasionante y profundo que nunca tendrá fin, ha desembarcado en primer lugar en Barcelona y luego, o al mismo tiempo, discurrirá por otras ciudades y recintos. Activistas de uno y otro signo están encantados por la ocasión y usan el nombre de Dios sin pagar canon ni derechos de autor, los unos como si tuvieran enchufe directo con el Altísimo y los otros como si anduviesen con el libro de reclamaciones. Ya han empezado las primeras objeciones de conciencia: en Londres, un chófer (“sentí horror, no podía conducir y me marché de casa” –dijo el aspirante al despido o a la beatificación); en Italia, donde el chou empezará el día 4 de febrero -la estupidez, ya ven, está más globalizada que la economía- los sindicatos estudian el derecho de los conductores objetores a llevar un autobús sin publicidad que les hiera la conciencia y la retina. Supongo que también ocurrirá a la inversa en las campañas replicantes, para no ser menos. Algunos sólo se acuerdan que tienen conciencia cuando les tocan la cosa religiosa o su contraria.

Ante la chorrada de los autobuses, ¿qué deberían hacer los que agnósticos o quienes pasan de semejante memez cartelera? ¿Contratar también otros autobuses con frasecillas como “A mí ni fu ni fa” o “Dejad a Dios en paz, que ya tiene suficientes problemas personales” o “¿A nosotros qué nos importan vuestros rollos”)? ¿A qué viene montar una campaña publicitaria en la vía pública con las creencias religiosas o no religiosas como arma arrojadiza hacia los otros, usando un lenguaje digno de un anuncio de colonia? Bien pudiera ocurrir que de la anécdota pasemos a la categoría en cuanto que -como en el fútbol- algunos fanáticos o tontos del culo conviertan el asuntejo en un problema de orden público, armándose la de dios. 

Los polítiquillos de medio pelo se quitan de en medio (“no se infringe la Ley”), los gestores de los autobuses se forran los bolsillos ante el negociejo sobrevenido por la calentura de algunos, ciertas asociaciones muy conocidas en su casa a la hora de recoger subvenciones sacan la patita para hacer se famosuelas y los periódicos ya empiezan a recoger las sandeces de los primeros guerrilleros: “Los ateos han salido del armario. ¡Pobrecillos! De verdad que me mueven a compasión y me dan una tremenda lástima. Muy satisfechos de lo inteligentes que son, han quitado a Dios y han entronizado a la diosa razón. ¿No os mueven a conmiseración? Cuando tengan algún problema, ¿qué van a hacer? ¿Encomendarse a la fría e inmisericorde razón? Creen haberse liberado y han caído en una esclavitud fría y estéril. (…) ¡Necios! La vida se disfruta realmente cuando tiene una finalidad más allá de la de “comer y beber que mañana moriremos”. De verdad que no sabéis qué es ser felices”. (Carta al director publicada en ABC el 17/01/09).

La mecha está lista y preparada para que algunos le arrimen el mechero. Sólo falta que un descerebrado algo peliculero convierta en chatarra un autobús de esos del cartel adosado. Viendo cómo han empezado a tomarse algunos esta charlotada, el Puñetas empieza ponerse en lo peor… Mientras lo vemos venir, me quedo con esta reflexión de Mingote, publicada el 20 de abril de 2008.


== VIDEOTECA ==

EL AUTOBÚS - LOS PAIZAS DE GUANACEVI
Sigue el carnaval autobusero...

jueves, 15 de enero de 2009

DRAMA AEROPORTUARIO EN TRES ACTOS (3 DE 3)


Ya estás por fin en el avioncico. Media hora para poner tu maletita de mano en el oportuno compartimento. El personal se fía cada vez menos del control del equipaje y siempre lleva unas mudas, o medio vestuario encima, por si las moscas.  Tras la hazaña de encontrar un hueco para tu maletita, te sientas como puedes. Encajonado, como los toros. Así vas a ir todas las horas que el piloto quiera. Tus rodillas atraviesan la paletilla  del viajero de delante y el olor del sobaquillo del pasajero de al lado te llega con todo su glamour. ¡Menos mal que en el otro lado tienes la ventanilla!  Aunque no puedas abrirla…¡un aroma menos! Como tengas que ir al servicio en pleno vuelo, para salir de tu asiento,  vas a tener que hacer más virguerías que un acróbata del Cirque du Soleil.

-Señorita, ¿cuándo nos dan la prensa y el zumo de naranja? –pregunta un pasajero ignorantón.
-Uy, señor, eso es la prehistoria de la aviación. Ahora no le damos ni los buenos días.

Por fin parece que el cacharro volador subirá a los aires. Echas una ojeada a la ventanilla y ves que, después de todo, has tenido mucha suerte con que el avión estuviese justo al lado de la puerta de embarque. En el horizonte se adivinan varios autobuses atiborrados de pasajeros en busca del avión situado en el extremo más lejano del aeropuerto. Vuelves la vista al pasaje, que todavía anda algo incrédulo:

-¡No es posible, señorita! ¿Pero de verdad que vamos a volar ya? ¿No será una putada más de la compañía?

Por una vez la ficción coincide con la realidad. ¡Volaaaaamos! Quedan horas de camino pero como todo el personal está fatigadísimo por la larga espera, pronto el avioncejo será una enorme cama repleta  de sueños y ronquidos. Esperemos que los pilotos no se duerman también. Qué majos… No queda más remedio que enviarles buenas vibraciones…

Cuando te despiertas observas que el avión está atravesando una nube. Jodé, si ya estamos cerca del aeropuerto de destino… El personal empieza a desperezarse. Algunos han puesto hasta el despertador. ¡Si se fiarán poco de la compañía aérea! Tras el aterrizaje (esperamos volver a verles nuevamente, dicen los muy cínicos) llega el momento más sublime del viaje. El climax. ¿Encontraré  las maletas en la cinta, se habrán quedado en Madrid, estarán haciendo el Dakar o las habrán tirado por la escotilla de emergencia? Y si no aparecen, ¿qué va a ser de mí? ¡Con los sobrecitos de jamón y de chorizo que traía en ellas para abaratar la manduca y comer medio decente!

Miras, remiras, la cinta deja de moverse y allí te quedas anonadado, apesadumbrado, agilipollado, amargao… ¡Mis maletas! ¿Qué coño han hecho con mis maletas? Los peores augurios se han cumplido. Revisas todas las cintas de alrededor, te tientas la ropa, sí estoy aquí, pero ellas no están… Al fin reaccionas, te diriges al mostrador de reclamación de equipajes (el único que siempre está abierto, por algo será) y rellenas el PIR, un parte de irregularidad de equipajes, que todos los días rellenan regularmente miles y miles de personas en todo el mundo. ¡Así de bien hacen su trabajo quienes se ocupan del tejemaneje de las maletas! Luego sales a la calle convencido de que eres el ser más desgraciado del mundo. ¡Consuélate, tontaina: a esas mismas horas un ejército de pasajeros estará pensando de sí mismos igual que tú! Mejor que empieces a convencerte de que, aunque hayas escrito en el PIR tu dirección de hotel y el número del móvil, nadie se dignará llamarte para decirte cómo va la desaparición maleteril. Siempre serás tú quien deba llamar, interesarse, rogar y clamar porque muevan el trasero y hagan que las maletas te las devuelvan sanas y salvas. Nadie te dirá los derechos que tienes por la pérdida o la demora y tú te las verás y desearás para ponerte en contacto telefónico con un robot que repetirá monocordemente: “Estamos intentando localizarlas. Permanezca a la espera”. ¡Y una mierda! –tronarás lleno de ira-. ¡Yo soy el que paga la factura telefónica!

Sí, amiguito, te tratarán como si tú fueses el responsable de la pérdida del equipaje. Con un poco de suerte te la encontrarán, sin darte explicaciones sobre las causas del extravío. Si tienes más baraka, te las remitirán al hotel justo una hora después de que hayas cogido un taxi para el regreso a casa. Lo mismo tienes una flor en el culo y te las pierden del todo. Son así de irresponsables. Te consuelas pensando que las pobres estaban ya muy baqueteadas. En cuanto a la ropa, pasada de moda. Del jamón y el chorizo, alguien dará cuenta o, quizás logren encontrarlas cuando aparezca el hedor de su descomposición.  Osti, lo mismo te ponen una multa entonces por llevar mercancía prohibida. En fin, si no aparece tu equipaje, no esperes reclamar: siempre faltará la dirección a donde hacerlo, el departamento apropiado o, si consigues superar este primer peldaño, lo mismo te faltan  papeles y justificantes sumamente imprescindibles. Lo mejor hubiera sido hacer un seguro previo pero has llegado tarde, infeliz, que en vez de a Cuba, a Londres, a Berlín o a la Cochinchina, deberías haberte ido a pasar la semanita de las vacaciones a Jabalcuerno del Porrosillo, donde se está muy bien y la vida es más barata. Que, a ver si te enteras, la RENFE de ahora no es lo que era, que ya tenemos hasta trenes velocísimos… Así que déjate de pajarracos metálicos y pajarones bípedos aeroportuarios y pásate al AVE.

-¡Ostras, que no pasa por Jabalcuerno...! Pues no me va a quedar más remedio que coger mi cuatro latas y echarle 20 euros de gasolina súper…

(Decididamente, chaval, serás capullo hasta que te mueras…)

martes, 13 de enero de 2009

DRAMA AEROPORTUARIO EN TRES ACTOS (2 DE 3)


Ya estás en la sala de embarque. Aquello tiene un bullebulle que no veas: anda más transitado que las taquillas del Bernabéu en día de Champion. Miras a las pantallas y tu vuelo sigue en stand by. Mosqueado, preguntas a una señorita que pasa por allí.

-¡Oiga, yo sólo soy la señora de la limpieza…! –te recrimina indignada.

Empiezas a mosquearte. La hora de embarque está cercana y todavía no hay ni rastro de tu vuelo. Parece que no eres el único. Allí todo el mundo anda de cabeza averiguando sobre lo suyo.

-¿Tiene usted la amabilidad, señorita, de indicarme –si no se le sabe mal y entra en su sueldo- dónde cojones está escondido o perdido el avión que tenía que tomar ayer por la tarde con destino a Jabalcuerno del Porrosillo?

La dama ni se digna contestar. A la susodicha,  Iberia (un suponer) no le paga para resolver las dudas de los pasajeros. Además, a ella tampoco le informan sus superiores, así que aquí no hay tío páseme usted el río. En vista de lo cual no tienes más remedio que intervenir, suplantando a la susodicha.

-Oiga, señor, me parece que usted se ha equivocado de edificio. Lo suyo corresponde a RENFE y a una estación del ferrocarril.

Entonces el tío se pone hecho un basilisco creyéndose que eres el jefe del aeropuerto, cuando a ese nadie le ha visto nunca el careto. Al final, con el cabreo del ignorante y el tuyo, estáis a punto de hacer un asalto de lucha libre, pero la campana os salva.

-¡Din, don! Aviso a los pasajeros del vuelo 75.689 de la compañía JIJI-AIR, con destino a Groenlandia. Tengan la amabilidad de pasar al iglú nº 7, desde donde serán embarcados ipsofacto. Repetimos ahora el aviso, pero en el idioma de los pingüinos: ¡Brrr, aggg, piffff!

Todo mentira. Piensas: mentira podrida. Se inventan un vuelo ficticio para que la gente se crea que todo funciona normalmente menos en el vuelo que a ella le ha caído en desgracia. Vuelves a mirar la pantallita de marras y compruebas que pone algo. Retraso, claro. Dos horitas de retraso para ir abriendo boca, porque luego añadirán otro par y así hasta que tu ansiado pajarraco metálico aterrice procedente de su anterior destino. La gente acude en masa a los mostradores de información donde se da de todo menos información. ¡Estás en un aeropuerto, macho, ciudad sin ley en donde se pierden los aviones, las maletas, los pasajeros, los bocadillos de tortilla y hasta la policía! Si tienes suerte te darán un vale para que te compres un periódico (atrasado, claro) y puedas adelantar doscientos trece puestos en la cola del WC.

Te entretienes mirando la cristalera que da a las pistas. De pronto ves a tus cuatro maletas encima de un motocarro. Las reconoces porque las pobres están llorando de pena y claman tu nombre y apellidos. No hay nada que hacer. Ahora las agarran y, pumba, las tiran brutalmente a otro motocarro  que, a continuación, se las lleva a un avión cercano. Lloras como un bebé viendo su desgracia. De pronto, caes en la cuenta: no puede ser que ellas lleguen a Cuba antes que yo…. Sí, sí, a Cuba… A China se las llevan, por equivocación o porque allí las pagan más caras.

Seis horas más tarde tienes una intuición: tu avión acaba de aterrizar, listo para llevarte a tu caribeño destino. Lo has adivinado porque una bandada de pajaritos (vulgo, pasajeros) ha acudido en tropel al mostrador de la hipotética puerta de embarque.

-Tranquilos, señores y señoras. Yo sólo soy el marido de la hermana de quien tenía que estar aquí. Mi cuñada está de baja médica y me ha pedido que le recoja el cortaúñas que se dejó el otro día al lado del micrófono. ¡Buen vuelo, señores y señoras!

Otro fiasco. Pero la esperanza es lo último que se pierde y cuando menos te lo esperas, salta la liebre en forma de buena noticia:

-¡Din, don! ¡A ver, los pasajeros del vuelo 89.385! ¿Se puede saber qué demonios hacen ustedes? ¡La tripulación les estamos esperando en el avión desde hace la friolera de ocho horas! ¿Pero por qué son tan irresponsables? ¡Llevamos ocho horazas tirados en el frío compartimento del Airbus 969 esperando su embarque y ustedes, hala, dale que dale mirando las pantallitas y preguntando a cualquier hijo del aeropuerto! ¡Si es que dan ganas de abandonar esta bendita profesión con viajeros así! ¡Leñe, vayan al mostrador 92.376, donde les está esperando nuestra más guapa azafata y nuestro más musculoso azafato!

Y qué vas a hacer tú y todos los que te acompañan en busca del vuelo perdido. Pues agachar la cabeza, coger otra vez más el equipaje de mano (callos tienes ya en las manos de tanto moverlo de aquí para allá y de allá para aquí) y buscar el mostrador indicado. Con un poco de suerte lo mismo hasta aparece. Y entonces, sí, por fin, habrás conseguido lo que te proponías, chaval: ¡volar y tirarte una semanita de plácidas vacaciones en otro rincón del mundo gracias a tu compañía aérea favorita! (¡Pero qué inocente sigues siendo, capullo!). 


CONTINUARÁ...

domingo, 11 de enero de 2009

DRAMA AEROPORTUARIO EN TRES ACTOS (1 DE 3)

 

Uno de los mejores inventos del sadismo humanoide son los aeropuertos: esas ciudades en miniatura llenas de algunos pajarracos y muchos pajaritos, donde los primeros hacen su agosto a costa de los segundos. En ocasiones, los pajaritos (o sea, los pasajeros) acaban fritos  de asco, indignación o cansancio.

Estos días muchos ciudadanos están sabiendo de primera mano cómo se las gastan en algunos aeropuertos, especialmente el de Barajas, aunque no es el único. Si en días de normalidad climatológica el viajero es tratado, más o menos, como si de un bulto más se tratara, cuando se juntan las nieves, las huelgas de celo de algunos pilotos intocables, el descontrol organizativo de Aena y el trato acostumbrado de muchos trabajadores del lugar, mejor olvidarse del vuelo y acudir al cine a relajarse un poquito viendo una película de terror: la realidad siempre superará a la ficción.

Desde el momento en que pisas las dependencias de un gran aeropuerto tómate por un pájaro desplumado. Ya sueles llegar mosqueado pues el taxista te ha cobrado el desplazamiento desde casa a precio de bellota cuando el kilometraje no pasaba de vulgar jamón de york. A continuación deberás realizar una carrera de fondo –se recomienda el uso de  zapatillas deportivas- por decenas de pasillos, vericuetos y laberintos hasta dar con la ventanilla apropiada donde habrás de hacer la cola de rigor.

-¿Y todos éstos vamos a caber en el avioncico? –preguntas sorprendido al que te precede.
-No se preocupe: a los que sobremos nos acomodarán en el vuelo de la semana que viene.

Tras la espera de rigor, te plantas ante la señorita o señorito de turno a ver si tiene piedad y te da un asiento de la parte delantera del avión, que cuando llegan las turbulencias el pajarraco se mueve un poco y a ti te da un acojono que no veas. Mejor estar cerca de los pilotos…

-Sólo me queda el asiento del retrete delantero y dos plazas en la bodega del equipaje. Usted mismo…

Maldices tu mala suerte y coges la tarjeta de embarque mientras despides apesadumbrado a tus cuatro maletas (jodé, una muda limpia para cada día de la semana, qué menos…) pues te imaginas los maltratos que pasarán las pobres en las siguientes horas y, lo que es peor, desconoces a dónde irán a parar gracias al organizado descontrol de equipajes del aeropuerto y de las compañías aéreas. Rezas cuatro  padres nuestros ya olvidados y te encaminas hacia el control de pasajeros tras recorrer otro par de kilómetros. Viajero no primerizo, pasarás olímpicamente de la comida que se sirve en los tugurios por mala, cara y de difícil digestión. Cuando estás a diez kilómetros de altura, tu estómago lo     que desea es tranquilidad y no echar horas extras triturando algo incomestible tomado  en tierra aeroportuaria.

En tu largo caminar ojeas las pantallas donde aparecen los vuelos más próximos. Tranquilo, chaval, te dices. Mientras que estoy aquí, dos horas antes de la salida, mi avión debe andar todavía por Londres, Paris o Berlín, así que adivina tú el porvenir de puntualidad británica que me espera. Pasemos cuanto antes el duro trance del control de pasajeros, que cada vez está más peliagudo. Entonces tu corazón empieza a latir aún más deprisa ante la visión de unos tipos y tipas disfrazados de guardias jurados que te van a cachear hasta los higadillos. Te quitas todo lo metálico, cinturón incluido, ropa de abrigo también y, más convencido que un creyente, ríes por lo bajini:

-Rabia, rabiña, que no me vais a encontrar nada metálico…

Ingenuo de ti. Siempre habrá algo que habrás olvidado de quitarte. Esos botones metálicos de los calzoncillos, ese piercing en la tercera vértebra intercostal, esas tijeras para cortarte las uñas de los pies aprovechando el vuelo…

-¡Piiii, piiiii! ¡Malandrín a la vista!

No pudo ser. Quizás sean los zapatos, que llevan algo metálico en los cordones… Y te los tienes que quitar, claro…

-Pero, oiga, que el suelo está muy frío y los calcetines los llevo algo agujereados y olorosos…
-Si quiere volar, ya sabe, pobre mindundi. Queremos comprobar que usted no es un terrorista islámico disfrazado de vulgar padre de familia, barrigón y distraído.
-Pero es que las normas dicen…
-Qué normas, bobo, qué normas… Si quiere llamo a los guardias civiles, que esos son todavía más exigentes…

Ante amenaza tan soberbia, y dado que tú sólo quieres ir a Cuba una semanita para disfrutar de la vida y de unos cuantos polvetes a la salud de Fidel Castro, agachas la cabeza, te quitas los zapatos y lo que haga falta. Y tranquilo, eh, que en unos meses el chequeo será mucho más limpio: un escáner mostrará al guarda jurado todas las vergüenzas que se esconden debajo de tu ropaje. Ese sí que te va a dejar en pelota picada. Próximamente en sus pantallas.

Cuando por fin recuperas tu dignidad perdida en los zapatos, das un suspiro profundo y te felicitas: sin novedad en el frente aeroportuario. (¡Pero qué inocente eres, capullo!)
                                 
CONTINUARÁ...