viernes, 28 de abril de 2006

MÁS VERGÜENZA Y MENOS MALA MEMORIA



Una proposición de ley de Izquierda Hundida (Unida para los recalcitrantes optimistas) ha declarado esta semana que el 2006 sea el año de la Memoria Histórica, que significa en su jerga (y en la del resto de partidos suscribientes) que la II República fue un dechado de virtudes democráticas, antecedente directo de la Constitución de 1978 que tan felizmente nos cobija. Hace unos días fue también la conmemoración del 75 aniversario de la II República, festejada por cuatro gatos (en mi Málaga, medio millar de personas), pese a lo cual algunos proclamaron hasta quedarse roncos que hace falta la III y dar puerta a la monarquía actual. Y es que algunos quisieran que –como ocurrió con la Segunda- la Tercera República llegase de golpe, casi sin avisar: se hacen unas elecciones municipales y se proclama la República porque se han logrado los ayuntamientos más importantes, aunque se tengan menos votos que la alternativa monárquica. Así respetaron algunos la legalidad de entonces y así les gustaría a otros respetarla en estos comienzos de siglo.


Esto de declarar lo que resta de año como periodo de comedura de coco en torno a la brillantez de un periodo histórico que sólo recuerdan los nostálgicos que no lo vivieron y que lo tienen en el magín mágico de la leyenda, es un ejemplo más de la memez política e intelectual en que estamos instalados en este país de un tiempo a esta parte (o sea, desde hace unos tres mil años, je, je). El que desee estudiar y comprender la II República, que se vaya a una librería y se compre cientos de libros sobre el tema, escritos por gente de derechas, centro, izquierda y mediopensionistas y que, por sí mismo, saque sus particulares conclusiones. ¿A santo de qué viene ahora lo de evangelizarnos desde el Poder y el Gobierno (con lo sectarios y mentirosos que suelen ser siempre, sean de la orientación política que sean) con las historietas y matracas que pasaron hace ya la tira de años?


Corre uno el riesgo (para estos meapilas de la historia) de alinearse con la derecha, el PP, que ha votado en contra de la ley de marras. Me importa un bledo porque a estos maniqueos sólo les funciona medio cerebro, anclados en el “quien no está conmigo, está contra mí”. Allá películas. Pero ponerse a estas alturas –repito, desde el mismísimo Poder y Gobierno- a loar y vanagloriarse de un periodo histórico aciago, en el que hubo más sombras que luces, más violencia que paz, más incultura que ideas, más estupidez que inteligencia, es una torpeza y hasta un suicidio político. Hacerlo de una época que acabó en una tremenda guerra civil de tres años, la cual dio origen a una dictadura durante unos 40 aciagos años, es síntoma de estupidez, candor o maldad. O las tres cosas juntas. Si acaso, habría que mostrar de aquellos convulsos años todo lo que se hizo fatal (que fue mucho) para evitar su repetición con nuevas y actualizadas músicas. Más no es esa la intención de los que propugnan la memoria de aquellos tiempos utilizando la palanca del poder que ahora detentan. A eso todos los santones de la izquierda tradicional (desde Carlitos Marx a Bakunin, pasando por Mortadelo y Filemón), le llaman adoctrinamiento. Quieren adoctrinarnos en las viejas ideas de 1931 cuando nuestro mundo actual y los habitantes de este país –o lo que sea- nos parecemos a aquello como un huevo a una castaña.


Manda narices que esta apoteosis del pasado la defiendan especialmente los grupos políticos que vienen de aquellos tristes lodos. (O quizás será por eso). Tiene bemoles que el PSOE, el PCE (o sea, Izquierda Hundida sin disfraz), ERC y PNV –que ya hacían de las suyas por aquellas históricas fechas- nos quieran ahora vender la burra sobre la bondad de las mismas. Lo que todavía estamos esperando muchos descreídos es que, desde estas variopintas siglas centenarias, se pida perdón en nombre de sus antepasados políticos e ideológicos por todo aquello que no se pudo, supo o quiso hacer en aquel entonces. Señoritos políticos: aunque les duela, aplíquense un poquito de autocrítica partidista y luego dejénnos en paz. Los que -salvo contadas excepciones- estuvieron de vacaciones durante la larga dictadura de Franco (menos el PCE, todos los demás), pretendieron engañarnos durante los últimos 30 años de que lucharon contra ella, como si el personal fuésemos gente boba o subnormal. Ahora quieren retroceder más de 70 años para enseñarnos el Paraíso perdido de sus tatarabuelos políticos. Ya puestos, el Puñetas preferiría que nos trasladasen a la época de Adán, Eva y la serpiente. Aquello sí que debió ser pura ecología, paz y armonía y no lo de estos cantamañanas comedores del pasado y vividores del presente con aspiraciones a seguir chupando del poder en el futuro hasta que la muerte nos separe.

martes, 25 de abril de 2006

CRÓNICA SOCIAL: EL TÍO QUE LOS PONE EN PELOTAS



Hay un fotógrafo por ahí que se ha montado el negocio bien montado. El amigo se llama Spencer Tunick y no se sabe cómo un día le dio por hacer fotos de paisajes metiendo en los mismos gente en pelota picada. La cosa tuvo éxito y cada vez ha ido poniendo más extras desnudos en sus fotografías paisajísticas, si es que cabe llamarlas así, porque uno diría –viendo algunas- que lo suyo son los masivos despelotes con paisaje al fondo. Da igual. El camarada está teniendo un éxito del carajo y vaya a donde vaya allí verán decenas y a veces miles de hombres y mujeres que se quedan como su madre los trajo al mundo, haga frío o calor, llueva o truene, con tal de salir en la afoto y poder luego presumir de que “yo estuve allí”.


-Ese culo tan respingón y peludo es el tuyo, ¿no?

-Ese es de mi suegra. El mío está a la derecha, encima del de mi suegro.


Hace poco ha estado el bueno de Spencer por tierras vascas para hacer las consabidas fotos. El hombre se fue a la playa de la Zurriola donde por estas fechas suele hacer una agradable temperatura mediterránea, je, je. No tenía muchas ilusiones con que el personal respondiera masivamente pues, instalado en el tópico a pesar de que viaja tanto, pensaba que los vascos son muy tímidos (cosas del RH). Y, sin embargo, más de 300 personas tiritando y despendoladas (unas por arriba y otros por abajo) esperaban obedientes a que el señor fotógrafo les impartiera militarmente las consabidas órdenes.


-¡A ver, esas tetas de talla 120, que se muevan más a la derecha!


Esta vez la cosa tuvo su perendengue y mosqueo porque, al olor de la carne, aunque mucha ronde los 65 tacos, acudieron multitud de periodistas y telecacas, siempre dispuestas a aportar su granito de arena en la cosa de la información. Ya se sabe que ver un pezón o un pene (aunque sea flácido) aumenta la cuota de pantalla que es un primor. Y no digamos si en vez de un ejemplar aparecen un centenar de ellos. El fotógrafo-artista estaba de mal humor (seguramente no habría follado la noche anterior) y lo pagó con los fotógrafos-cuentistas allí presentes. Estos amenazaron con largarse, pero al final no sólo no lo hicieron si no que algunos llegaron también a quedarse como Adán y Eva, pero sin manzana. Eso sí, don Spencer Tunick (como muestran las fotografías que recogen el acontecimiento) en todo momento estuvo bien vestidito, con la cámara en ristre y la ropa cubriendo de los pies a la cabeza su oronda anatomía, no fuese que pillase un maldito resfriado.


Y así fue el acontecimiento. El personal tumbado en la arena o entre las rocas, bien como cuerpos inertes (o sea, como piedras), bien en actitudes eróticas aquellas parejas que lo consintieran. Ahora, para cerrar esta crónica social, podríamos hablar de los tiquismiquis filosóficos y hasta políticos de tanta expresión corporal: que si la liberté, que si la fraternité, que si la igualité. Como buen aguafiestas que es, el Puñetas cree que tanto tío y tía en pelotas echó a perder unas bellísimas fotografías de la playa de Zurriola, con su mar brava y su arena dorada. Lo que uno quisiera saber (y a lo mejor lo cuentan algunos de los periodistillas que estuvieron por allí) es si entre tanto roce y tanta pose hubo tiempo para algún orgasmo ocasional, algún flechazo o algún futuro divorcio. Todo lo demás ya no interesa ni a los preescolares de tres añitos.

viernes, 21 de abril de 2006

ENFERMOS DE TANTA SALUD



Será que estoy perdiendo facultades o que no me chupo el dedo. Será, será… Viene al caso la autorreflexión porque estos días nos han dado la murga todos los medios de confusión de masas en torno a un informe sobre la salud de los españolitos y españolitas. Entremos en faena.


Un informe del Ministerio de Sanidad (ese que tiene menos competencias que un bombero en el Polo Norte) analiza la evolución de los indicadores de salud de los españoles de los últimos 10 años. Los resultados son inmejorables: los tipos que vivimos en el territorio situado entre Francia, Portugal y el estrecho con Marruecos, tenemos una salud envidiable, mejor que la media europea y en el caso de las mujeres, con la mayor esperanza de vida de toda la UE. Oh la lá, por aquí, oh, la lá por allá. Esto es una maravilla. Los homínidos hispánicos tienen una esperanza de vida de 76,3 años y las homínidas llegan a los 83. Tenemos cuerda para rato mientras que el resto de los europeos, tan civilizados y modositos, la espichan antes que nosotros. Conclusión del Ministerio de Sanidad: "la salud de los españoles es mejor que la de los países del entorno".


Pero al Puñetas no le cuadran los números ni los indicadores. Y a muchos doctores y especialistas tampoco, pues a la pregunta de “¿realmente nuestra salud es tan buena?” empiezan planteando que estas cosas son difíciles de valorar. El informe habla de muchos números pero muy poco de razones. Así que uno no acaba de aclararse con las cuentas y los cuentos. Junto con Grecia somos el país donde es más fácil morir o quedarse paralítico en un accidente de carretera. Somos el país de la UE con índices más altos de consumo en cocaína y los cuartos en consumo del resto de las drogas habituales. Oye, y aumentando la esnifada. Del consumo de alcohol, ni te hablo. Bebemos como cosacos y de ello dan pruebas los millones de extranjeros que nos visitan cada año y que, dada la permisividad horaria y legal, se hinchan a tomar cervezas, ginebras, vodkas y alcohol de garrafa, cosa que en su país les costaría una pasta gansa y más de una multa según dónde (en la calle, por ejemplo) y cuándo (las tres de la mañana, otro ejemplo). Morimos más por diabetes que en el resto de los países (una enfermedad que, además, se arrastra desde su aparición hasta la defunción, lo que disminuye claramente la salud). Ya somos uno de los países europeos donde hay más gordos (obesos, para no escandalizar a los meapilas de lo políticamente cursi) sordos (a más ruido, ya se sabe…). A sedentarios nos ganan pocos (nuestro deporte favorito es el sillonbol). El consumo del tabaco (con las gravísimas secuelas que provoca) también abunda como el comer y nuevamente recurro al ejemplo de los extranjeros que cuando vienen a España se fuman lo que no está escrito, gracias a los precios tan tirados del tabaco, llevándose cajetones de cigarrillos a sus países de origen, con permiso de sus controles policiales. En enfermedades cardiovasculares y cáncer andamos a la par que los países europeos, pero subiendo en el hit parade pues cada vez trabajamos más horas, tenemos más estrés, a la parienta o pariente no la/le vemos ni en la cama, cobramos menos que por el extranjero y ya ni echamos la siesta, un milagro salutífero más raro en la actualidad que un alumno sacando sobresaliente en Matemáticas. En la cosa del Sida seguimos siendo uno de los países europeos con incidencia más alta. ¡Si hasta la sífilis ha sufrido un repunte!


Total, que uno hace cuentas grosso modo y cuando oye hablar al Secretario General de Sanidad que “la salud de los españoles es buena y sigue siendo globalmente mejor que la de los países de nuestro entorno” es que le entra la risa, el cachondeo, el recochineo y el descogorcio. Y no es que el Puñetas sea un hipondriaco. Es que con los altos de niveles de consumo de drogas, alcohol, tabaco, muertes de tráfico, sida y otros malévolos perendengues, francamente, hay que ser muy ingenuo o muy ignorante para creerse la inocentada de que nuestra salud es de hierro y la de los forasteros europeos está echa un asquito. ¡A otro perro con ese hueso!

martes, 18 de abril de 2006

LA CULTURA DEL DESPERDICIO



Vivimos en una sociedad (el modelo, la norteamericana, la burda imitación, la española), en la que una de las paradojas mayores es que no sólo se produce más de lo que se necesita si no que sale más barato comprar cosas nuevas que arreglar las viejas.


Varios ejemplos de la vida diaria. Es más barato comprar algunas impresoras (con sus cartuchos de tinta de regalo) que sustituir los cartuchos a la vieja impresora. Los televisores de nueva generación que se están vendiendo (esos de plasma y tal) dicen los expertos que sólo tienen una duración vital de 5 ó 6 años. Cojonudo, ¿verdad? Si se estropea el video (cualquier aparato, o sea) lo mejor es tirarlo a la basura porque se encontrarán en el mercado ejemplares más baratos y de mejores prestaciones que el averiado. Si quieres estar a la moda en cuestión de zapatos femeninos, lo suyo es comprarse esos que tienen una puntera –horrorosa- que parece el rabo de un lagarto. Dentro de unos meses, como salga la fémina a la calle con esos puntiagudos zapatuchos, será el hazmerreír de sus colegas porque ahora se llevarán romos y planitos. Los pasados de moda (gracias a la “moda”) a tirarlos a la basura o al desván, por si dentro de 30 años se vuelven a poner de actualidad.


Estamos instalados ya en una civilización de bárbaros que tratamos chulescamente a la naturaleza y al planeta sin que se nos caigan los anillos, los piercings, los tatuajes, la silicona, los implantes y la vergüenza. En esta cultura del desperdicio (que abarca hasta las ideas, suponiendo que algunas “ideas” que nos venden lo sean) el amor que lleva a cuidar las cosas y conservarlas es hoy revolucionario. Sí, hay que rescatar esta palabreja de antaño para –despojándola de cualquier matiz politiquero partidista- referirla a actos tan cotidianos como el comprar, el hablar, el sentir…¡y hasta el leer! Será que uno, con los años, se ha vuelto algo majareta –además de carrozón- y ya se atreve a calificar de revolucionarias cosas tan elementales como un trabajo bien hecho, la lectura de un autor clásico, el obtener sobresaliente en los estudios, no ver la telecaca más allá de diez minutos al día o ninguno, comprar sólo lo que uno considera estrictamente necesario y no superfluo (prefiriendo la calidad sobre la cantidad) o aborrecer tanto exceso semana-santero, futbolero o comadrelesco. Tiempos estos –la historia se repite, claro- en que hay que luchar hasta por lo obvio. Por ejemplo, que no te llamen por teléfono a la hora de la siesta para venderte el cambio de compañía telefónica (las odio a todas, oiga! –respondo cabreado, pero la señorita sigue erre que erre con su cantilena loril) o que tu buzón no lo llenen de rastrera propaganda, a pesar de que lo especificas claramente.


En fin, que consumir de forma cívica y austera no determina las decisiones productivas de las empresas, instaladas en el derroche y el engaño al consumidor. Nos están diseñando una cultura del prealzheimer, inmersos como nos procuran en un espejismo de diversidad que es puro cuento. Pongan la radio un día de partido de Champion Li a ver si encuentran muchas emisoras radiando algo diferente al fútbol. Un ejemplillo de la pluralidad y diversidad que disfrutamos. Es curioso: cada vez los objetos de consumo duran menos, sean muebles, electrodomésticos, coches…, pero la basura que viene acompañándolos o producen puede llegar a sobrevivir durante varios centenares de años. La Cocacola te la zampas de un trago, pero la botellita de plástico en que viene embotellada resistirá unos 500 años a la intemperie. La pila del aparato de mp3 durará diez horas pero, además de contaminarla, seguirá pudriéndose en la Naturaleza más de mil años. Como dicen muchos iletrados y mangantes, vamos mejorando. Que Alá les conserve la vista, la lengua y el morro.

viernes, 14 de abril de 2006

BAI, BAI, GILIPOLLAS...



Acaban de celebrarse las elecciones en Italia, ese país venido a menos desde que Julio César se fuera asesinado al otro barrio. Una prueba, por si hacía falta otra más, de que la especie humanoide viene degenerando desde que Adán y Eva se comieron aquella puñetera manzana en el aburridísimo Paraíso. La campaña electoral fue de lo más divertida gracias a ese ser mostrenco llamado Silvio Berlusconi. El hombre siempre tan ocurrente y lenguaraz. “Venceremos porque no somos gilipollas” –había dicho en un mitin en que todo el mundo saltaba (contagiado por la emoción y la estupidez del líder) al grito de “¡un bote, dos botes, comunista el que no bote!”. Está visto que sacar todavía a pasear al perro comunista despierta las bajas pasiones en mucha podredumbre (perdón, quise escribir “muchedumbre”).


Cuando los efectos del chiste pasaron, don Silvio soltó una perla más seria pero más grave: “No se trata de elegir entre Berlusconi y Prodi, si no entre dos modos de ver la vida, la persona y el Estado”. Y se quedó tan pancho. Porque, por lo visto, sólo hay dos modos de ver la vida en Italia y en el género humano. Opuestos completamente y coincidentes con la visión de uno y otro César venido a menos. Es la perversión máxima de estos sacamantecas disfrazados de miserables politicastros. O estás conmigo o contra mí. O eres de los buenos o de los malos. ¡Ellos, que están contra TODOS durante TODOS los días del año en que no hay campaña electoral! Pero al final, siempre consiguen arrastrar hasta a los más escépticos. Y la inmensa y silenciosa mayoría acude como corderitos a las urnas para sumarse con la papeleta del voto a una de las dos facciones en disputa. Luego regresa a las catacumbas a contemplar el espectáculo desde la televisión, a criticar el invento y hasta la próxima. Fin de la farsa.


Al final, el gilipollas ha sido el propio Berlusconi (ojo, padrino de la hija del Aznar, no te lo pierdas...). Doblemente gilipollas, porque ha perdido las elecciones según los resultados oficiales y porque el aburridísimo y tontísimo Prodi le ha ganado también en la cosa de hacer trampas. Habría que repetir las elecciones según los fraudes que vamos sabiendo, pero la comunidad internacional y más de media Italia prefieren un presidente tonto, aburrido y tramposo a un payaso que sólo cree en sí mismo y en sus esteticistas. El país hermano va a estar regido por un Zapatero II, pero aún más soso. La primera jugada ya se anuncia: retirada de las tropas de Irak a ritmo de danza napolitana. Después vendrán más efectos especiales hasta que los electores comprueben que don Romano es la misma burra que don Silvio sólo que se las sabe manejar con la mano siniestra. Pero tener mano izquierda viste mucho, permite disfrazar mejor el engaño y justifica tropelías que cuando se hacen con la mano derecha están muy mal vistas. Cosas de “esos dos modos de ver la vida, la persona y el Estado”. Las dos orillas que cantaba la Zanichi hace ya una friolera de años. Aunque los que pierden son siempre los que van de mancos por la vida (esa minoría no boba ni crédula) que no tienen ni el consuelo de votar alternativas pseudoilusionantes ni de que les tomen en serio en sus razonadas críticas.


Claro que para auténtico gilipollas, el capo Bernardo Provenzano, detenido estos días en la Italia eterna, jefe supremo de la mafia siciliana, condenado a seis cadenas perpetuas por varios homicidios y huido de la justicia durante 43 años. Que el tío con más poder delictivo de Italia (mejorando al Berlusconi) se haya pasado todos estos años haciendo una vida de topo, de disfraz en disfraz, enterrado en vida para que no lo descubriesen, dice mucho de su estupidez congénita, sólo rota a la hora de empuñar las armas o dictar órdenes de asesinato. ¿De qué le ha servido tanto poder, si su vida ha sido un auténtico sin-vivir? ¡Qué grandísimo gilipollas! Ya te digo, hay quien siendo pobre de solemnidad es más libre y disfruta muchísimo más que gente de tanto poder como el Bernardo ese o el Silvio. Y es que el poder, palabra del Puñetas, agilipolla cantidad. Pero cantidad de cantidades.

martes, 11 de abril de 2006

ALFONSO, EL TROLAS


Decir de un político que es un mentiroso no pasa de la categoría de lo descriptivo. El engaño, la trola y la no-verdad van inherentes con la profesión. Y digo bien, profesión, porque ya no se estilan aquellos seres bienintencionados que hacían su incursión en la política para arrimar el hombro a lo común y una vez cumplida su misión (o el intento) se retiraban igual que entraron. Ahora el político es un profesional que entra (entró) a formar parte del partido desde su más tierna juventud y en él ha ido escalando posiciones gracias a tragar mucho, mentir bastante y a ser muy obediente. Mientras que sepa bailar el agua a lo que digan los jefes de cada momento (ojo, los jefes, no la masa social del partido) el porvenir puede serle venturoso. Tras años de mamoneo y tragaderas, la edad va pasando y las oportunidades fuera del partido, también. ¿Y dónde va a estar mejor que dentro? Si se lo sabe currar, siempre habrá algún puestecillo para el chico aplicado (o chica). A veces hasta se consigue un chiringuito laboral gracias al enchufe de turno, la recomendación y tal. Un seguro de futuro por si vienen mal dadas, pese a los esfuerzos que se hagan. Da gusto ser hoy día un político profesional.


Toda esta introducción la traigo a colación al citar la mentira como modus vivendi del político que desde hace treinta años se estila en nuestra vida social. Ahora es el momento de citar a uno de sus más insignes representantes. El rey de la trola. Don Alfonso Guerra, el chistoso. Se construyó a su medida una biografía en la época de los inicios de la transición hasta que varios periodistas de los que anduvieron por allí cerca (Ignacio Camacho, Reviriego…) pusieron sobre el tapete algunas de sus más sonadas cantadas embusteriles. Su oposición al franquismo fue la misma que la de Lola Flores: puro folklore. Es el inteligente que afirmó que guisaba en la cocina del poder mientras su amigo González ponía el bello careto. El hombre de teatro que sabía dirigir a un mogollón de gente, como un solo hombre. Todo, pura farfolla. El mordaz martillo de la derecha, a la que denunciaba siempre de corrupta y estúpida. Algo de razón tenía, pero cuando el amigo llegó a manejar las tostadas del verdadero poder, mostró su auténtico rostro: inútil para gobernar, incapaz de frenar la corrupción de sus huestes y de su misma familia, tragaldabas de todas las tostadas con tal de seguir simulando en la hornilla que sabía hacer la paella. Un tipo afilado y retorcido al que se le iba la fuerza por la boca. Un caballero tragoncete y algo miserable a tenor de las cosas que dijo e hizo contra gente ajena y gente de su mismo partido. Acusó de golpista al presidente Suárez y todavía está por ver que haya pedido perdón y reconocido su grave error. Él solito fue capaz de quitarse de en medio a dos presidentes de la Junta de Andalucía porque los tíos brillaban más que él y querían volar un poquito por ellos mismos, que para algo representaban los votos del pueblo andaluz. Ni Escuredo ni Borbolla lograron sobrevivir a este Torquermada de la política de la inquina, incapaz él mismo de aplicarse su propia medicina, con lo que hubiera mostrado al mundo que sabía morir de pie aunque parte de su vida política la hubiera hecho de rodillas. Ni para eso vale. (Podría aprender un poco de su “enemigo” Bono).


Ajusto cuentas con don Alfonso porque me repugna su proceder. Lenguaraz y agresivo cuando estaba en la oposición, se volvió un corderito cuando su amigo “del alma” le dio (él decía que no la quería, qué va a decir este cantamañanas) una poltrona. Fue la decisión política más sabia de Felipe González: mostrarnos que de la pareja quien realmente valía algo era él y, al tiempo, poner las miembres para ir deshaciéndose de quien vivió a su sombra. Algunos afirman que al menos don Alfonso fue y es un hombre honrado, comparado con otros de su camada de generación. La honradez no tiene nada que ver con el ánimo de lucro y de pasta. La honradez es un valor personal que se defiende hasta haciendo cola en un aeropuerto o defendiendo las ideas propias cuando vienen mal dadas, aunque sea con riesgo de quedarse algo chamuscado en el intento. Don Alfonso no fue capaz antes de lo uno ni ahora de lo otro.


Últimamente parece que vuelve a asomar las gafas por la gatera. Tras su papelón con el Estatut catalán, que le parece infumable y tal, pero que aprobó sin abrir la boca ni decir ni mú, hace unos días se descolgó con un par de fanfarronadas y tontolinadas típicas de su augusta figura: presumió en Bilbao de haberse cepillado el Plan Ibarreche y limado el Estatut, animó a los militantes psocialistas a “recuperar la concordia entre los partidos políticos” (él, que siempre sembró bronca) y recomendó a todo el mundo mucha calma pues “hay que hablar poco y hacer mucho, porque si hablamos mucho y hacemos poco esto no se va a acabar nunca”. El herrero ahora nos sale con el cuchillo de palo. Pero como es un experto en decir y propugnar lo contrario de lo que hace, acto seguido afirmó sin caérsele el careto que Aznar, en su segunda legislatura, “criminalizó todo y se opuso de una manera brutal a todos los que dijeran algo desde una comunidad autónoma”. O sea, que gran parte de culpa del Plan y el Estatut corresponde al tío del bigote, ese que nos metió en la guerra de Irak y en este desgobierno. Alfonsito sigue como siempre, por él no pasan los años. Es como un niño chico para el que la culpabilidad de las cosas malas que pasan a su alrededor es siempre de los otros. Qué poca autocrítica en un ser que se decía -y dice- muy crítico con el mundanal ruido. En eso sí es un gran es experto, en hacer ruido. Ahora, el inmaculado Alfonsito ya no pinta casi nada en el partido, pero necesita seguir figurando en el cartel de la obra, aunque sea de cómico segundón y cobrando derechos de autor. Fuera de la Compañía sigue haciendo mucho frío. (Un inciso: El asesor de su hermanito, el Juan Guerra, acaba de dar un pelotazo de 150 millones de euros en Estepona vendiendo unas hectáreas que compró hace cuatro años por 44 millones gracias a una hipoteca de El Monte de 43,7 millones). Alfonsito sigue sin enterarse (ni criticar, oiga) de todo cuanto ocurre en su ámbito doméstico más cercano, aunque roce a su pícaro hermano. Ni antes lo hizo, ni ahora. Estas minucias no le interesan. El Guerra está siempre por encima del bien y del mal. Un ángel del señó.


A estas alturas de la función no cabe esperar que el personaje cambie de papelón, pero sí al menos que tenga cierta decencia política (y, quizás, personal) dejándose de tanto histrionismo y cantamañaneo. Su alargada figura no interesa a las nuevas generaciones y a las viejas nos repatea (decir que nos decepcionó sería un elogio). Que siga escribiendo un libro de vez en cuando (él, tan presumido de intelectual…) para recordarnos que, a pesar de los años, sigue conservando intacta su magnífica fabulación y ácida maldad, que aplicada en el mentiroso mundo de la política es muy peligrosa. Pero Don Alfonso no corre riesgo alguno: tiene las espaldas bien cubiertas. Siempre las tuvo aunque le gustase presumir de todo lo contrario. Que algunos te conocemos demasiado bien, camarada… Un tío simpático, oyes, el Guerra. Aunque ya no sea un descamisado...y ande por Bilbao proclamando la armonía universal.

viernes, 7 de abril de 2006

CONSUMIDORES CORNUDOS Y APALEADOS



Cornudos y apaleados. Así veo yo a la gran mayoría de los consumidores. Consumidos y puteados. El trato que les dan algunas de las más importantes empresas y tingladillos económicos del país es de juzgado de guardia, aunque el juzgado suele estar casi siempre cerrado pese a que a veces abre para enchironar o multar a los ninguneados y estafados, que ya es el colmo. Señor, señor, esos bancos y cajas de ahorros del demonio que te cobran una decena de eurillos por el “mantenimiento” de tu libreta de ahorros, cuando hasta tú mismo tienes que actualizarla porque encima los tíos se han vuelto de un vago que no veas. Esas draculinas empresas de telefonía que te anuncian sensacionales ofertas en letras gordísimas, y que cuando sacas la lupa del cajón y lees las hormigas impresas al final de la hoja, compruebas que lo que hacen es mentirte vilmente. ¿Acaso no es un robo cobrar el minuto de llamada a móvil a 25 céntimos? Actúan las unas y las otras con la misma impunidad y alevosía porque ancha es Castilla gracias a la negligencia de los cien mil gobiernos y gobiernillos de turno que les dejan hacer lo que quieren, cuando no les alientan para participar ellos también (de tapadillo) en los beneficios. Que ya nos conocemos todos, coñe.


Pero mi cabreo mayúsculo y perenne como consumidor consumido y agotado ha vuelto a subir otro peldaño con la última jugada, esta vez de las gasolineras. Hubo un tiempo, y no hace mucho, en que llegabas a la estación de servicio y un amable currante (que se ganaba el pan muy decentemente) le echaba la gasolina al coche con esmero y seguridad. Los empresarios del sector (y, sobre todo, las petroleras) empezaron a darse cuenta que el negocio podía ser aún más redondo. Despedir o jubilar a la mayor parte de los trabajadores y hacer que los propios automovilistas se echasen la gasolina. Y todo, por supuesto, manteniendo los mismos precios que en la situación anterior. Algunos conductores desgraciaos, de esos que no ven más allá de sus narices y de ahí lo que luego pasa en las carreteras, empezaron a acudir alegremente a estas gasolineras de autoservicio cuando cerca tenían a su disposición otra de las clásicas, con sus trabajadores y tal. De modo que las petroleras, y otros empresarios del sector tan sátrapas como ellas, han visto el cielo abierto. Y cada vez más, las gasolineras se están quedando con lo puesto: un trabajador para el cobro y los conductores a enchufar la manguera. Hasta ahora, salvo fuerza mayor, siempre me he resistido a la tomadura de pelo y en muchas ocasiones he entrado a una gasolinera y al ver que era de autoservicio (las puñeteras ya tienen buen cuidado de anunciarlo cuando estás dentro) me he largado con viento fresco y un sonoro corte de mangas. Pero la jugada cada vez me resulta más difícil de realizar. Incluso en mi ciudad. Así que he de confesar que, cautivo y desarmado, el Puñetas va a tener que empezar a tragar en esto de tener que echarse él mismo la gasolina porque sus enemigos han copado casi todo el mercado. O vendo el coche (pa los kilómetros que le hago….) y le dan morcilla a estos capullos del negocio gasolineril.


Después hablan de la piratería que hay en interné en la cosa musical, de programas, videos, etc. Para piratas, los que engordan sus bolsillos a costa del latrocinio al consumidor, al que mantienen cornudo y apaleado. El siguiente paso será pagar en un restaurante y hacerse uno mismo la comida. No es por dar ideas, pero que pase la siguiente.