martes, 31 de enero de 2006

MIRANDO A LA MECA



Tiene uno la sensación que como sigan así las cosas, tarde o temprano, acabaremos todos mirando a la Meca. Y es que cada vez hay más indicios –el acobardamiento de unos y el envalentonamiento de otros- de que los islamitas radicales están empezando a cortar demasiado bacalao.


Cuando muchos ya estamos de vuelta del cristianismo (algunos sin haber hecho el viaje de ida) y cuando hemos tenido que pelear por cosas tan elementales para los no creyentes como el casamiento civil, el divorcio o que no te pongan en un registro por no ir a misa o hacer la primera comunión, resulta que empiezan a tocarnos los cataplines otro tipo de políticos creyentes, pero esta vez de las tierras de Mahoma. Está visto que los que asumimos y respetamos las religiones ajenas pero exigimos que a los descreídos nos dejen en paz, no vamos a descansar ni cuando nos llegue el juicio final. Cuando parecía que respirábamos aire puro (tras superar la exclusividad católica de tropecientos años de una España y Europa vigiladas por los santos padres romanos y su personal de a pie, con infiltraciones en todos los ámbitos, desde el político al económico pasando por el folklórico y el educativo), resulta que ahora están sacando la cabeza otros capullos -estos con turbante y larga barba- dispuestos a devolvernos de nuevo a la estupidez y las cavernas.


Hasta ahora la cosa apunta sólo en detalles, pero si uno mira hacia delante hay que pensar que –de seguir así las cosas- en pocas generaciones acabaremos mirando a la Meca y haciendo el Ramadán cuando toque. Algunas pinceladas de indicios:


- El presidente Zapatero visita tierras españolas situadas en África (o sea, Ceuta y Melilla), en poder de España hace más de 500 años y cuando todavía Marruecos no existía. El gobierno del primo Hassan se mosquea y dice que el viaje es inoportuno y que así no se juega. En la vieja piel de toro, el Estado más antiguo de Europa, ni un mal gesto ni una boquita entreabierta.¿Miedo? ¿Condescendencia? ¿Gilipollez?


- En Dinamarca un periódico ha publicado un dibujito caricaturesco sobre Mahoma y los islamistas de medio mundo se han tirado como degüello ante el asunto, intentando aplicar sobre los periodistas daneses ¡en su propio país! los calenturientos y troglodíticos principios de su ley coránica. ¡Tiene bemoles la cosa! Y el resto de la prensa y de los países europeos, calladitos como muertos no vaya a ser que los tipos del turbante se vayan a enfadar también con ellos. Sólo algunos periódicos franceses y alemanes se han atrevido a escribir verdades tan elementales como “tenemos el derecho a caricaturizar a Dios” y, añado yo, a todo bicho viviente sea terrenal o celestial. ¿Pero dónde demonios queda el sentido del humor, la crítica, el pensar libremente, la libertad de expresión y tantas bellas cosas que nos ha costado sangre, sudor y lágrimas conquistar y desarrollar durante siglos, para que ahora vengan unos tíos que andan todavía por el medievo y pretendan hacernos censurar en nuestro propio país y dentro de nuestras fronteras?


- En un pueblo de Valencia (de cuyo nombre no quiero ni acordarme) van a publicar todos los bandos en tres idiomas, el valenciano, el castellano y el árabe. Todo porque tienen una población que ronda el 5 % con esa procedencia. ¿Esplendidez? ¿La típica hospitalidad hispana? ¿Complejo de inferioridad o cagarritis?


- Por Andalucía andan construyéndose algunas mezquitas árabes de lo mejorcito que va a parir madre en estos temas. Edificios que serán inviolables en suelo extranjero. Los inmigrantes marroquíes y adláteres se mueren de asco, pero al menos que tengan un sitio bonito donde rezar por sus penas. Si es que no somos más tontos porque todavía no nos entrenamos demasiado.


No nos alarguemos más. En Irán están coladitos por tener energía nuclear (tienen el mismo derecho que los USA, Israel o Mortadelo y Filemón), pero a ver quien es el guapo que pone la mano en el fuego de que lo primero que harán sus cavernosos dirigentes –antes que dar luz a su depauperado pueblo- no será sino lanzar varios pepinazos a Israel o a media Europa, si nos ponemos tontos, por una caricatura o tontería que les parezca mal. Y es que jugamos con desventaja frente a estos islamistas: si la espichan se pasarán de putísima madre el más allá rodeados de huríes y mozas fáciles. Los cristianos tendrán un cielo de lo más soporífero y abstinente. Los ateos y tal, sólo serán presa de los gusanos…


Media Historia se la han pasado los cristianos y musulmanes peleándose por situar a sus monógamos dioses en el primer puesto de la Liga religiosa. Ahora parece que estamos empezando de nuevo a recordar y ejecutar viejos tiempos: empiezan los radicales, le siguen los partidos políticos (no perderemos de vista a Hamas) y les seguirán detrás los gobiernos y los Estados. No es sólo culpa de los islamitas, quede claro, pues dos no se pelean si uno no quiere, pero con gente con tan pocas luces (quiero decir, gente que no sabe lo que es la Ilustración ni la egalité y la fraternité, ni la democracia ni el taquito de jamón con un buen vino) uno estaría más seguro si empezásemos a reaccionar con cierto orgullo civilizatorio. Lo ha escrito bien claro el periódico francés “France Soir”: “Ningún dogma religioso puede imponerse a una sociedad democrática y laica”; “Nunca nos disculparemos por ser libres de hablar, pensar y creer”.


La madre del cordero la ha puesto un periodista danés, al que haríamos muy bien en levantarle un monumento por lo que pueda pasar en un futuro: “Con el islamismo radical pasa lo mismo que con todos los movimientos totalitarios: cuando cedes para alcanzar un compromiso, en seguida te piden más”. Zapatero de mis Españas, aplícate el cuento, machote, que tú eres bastante ligero para estas cosas y así nos va. Ponte algo firme ante el primo marroquí, el paleto etarra o el ávaro Carod o al final nos vamos a quedar la gente decente en paños menores y mostrando las pocas vergüenzas que aún nos quedan por mostrar.

viernes, 27 de enero de 2006

EMPACHO DE FÚTBOL, ANESTESIA COLECTIVA



Ayer se me ocurrió desayunar en un bar atestado de gente. Mal asunto empezar el día con ruido excesivo y fumeteo ajeno incluido, pues cada vez cuesta más trabajo encontrar un chiringuito que no permita fumar. Pronto varios parroquianos, de esos que parece que han nacido pegados a la barra del bar, empezaron a llamar mi aún somnolienta atención. Discutían (decir que “hablaban” sería mentir) sobre lo de siempre: el fútbol. Sobre ese encuentro entre el Valencia y el Deportivo que suspendió el árbitro tras recibir un juez de línea una pedrada de un euro en la crisma, conforme se desciende hacia las cejas. Aquello se fue calentando (fuera hacía bastante frío para lo que es habitual) aunque el dueño del bar (un pedazo árbitro y no el Collina ese) supo templar, mandar y retornar la bronca a sus justos términos.


Hoy, habiendo tantas cosas, noticias y paridas en que hurgar, me viene a la mente la tonta discusión del bar, nacida porque ninguno de los interfectos consideraba que los otros pudieran tener razón. Lo grave es que cada uno se envolvía en la bandera de un equipo (no sólo el Valencia o el Depor), saliendo a colación el Madrid, el Barcelona y hasta la madre que parió a Villar, el presidente de la Federación Española de Fútbol. Y piensa uno qué demonios tendrá el fútbol para que la gente pierda los estribos, la simpatía y el juicio en su nombre. Por qué en las telecacas se destina más tiempo a informarnos sobre este deporte que sobre el resto de las noticias del día. Por qué todo el mundo tiene que ser de un equipo. Por qué los que radian los partidos gilipollean tanto con palabras de guerra y con gritos troglodíticos como ese largísimo gooooooooool que hiere hasta las entrañas. Por qué es más importante la derrota del Barça en Zaragoza que la opinión del Consejo de Estado sobre el Estatut o que el consumo de droga a las puertas de los colegios. ¿No será que el fútbol cumple perfectamente con el rol que la religión tenía en sus años mozos: anestesiar al personal?


Ciudades enteras que laten aceleradamente si “su” equipo (“su” equipo, ¿de qué?) va en los primeros puestos de la Liga. Aglomeraciones de gente en las taquillas de los estadios dispuesta a gastarse 50 euros para ver un partido, en vez de emplearlos en pagarse una buena cena o echarlos en la hucha para hacer ese viaje que nunca podrán hacer por falta de pasta (esa que –a lo largo de todo un año- se lleva el club de sus “amores”). Cada uno es libre de gastarse el parné en lo que quiera, pero resulta lastimoso ver que la prioridad de millones de personas en el mundo sea enterrarlo en un espectáculo tropecientas mil veces repetido, carísimo para lo que ofrece y donde –encima que pagas- estás obligado a apoyar a “tu” equipo haciéndote polvo la garganta, echando improperios a los jugadores rivales o intimidando al arbitrucho de turno para que los tres puntos o la eliminatoria caigan de nuestro lado.


Un extraterrestre que nos visitase y contemplase esta desaforada pasión por el fútbol (ojo, no por practicarlo sino por verlo pagando), a poco que fuese algo inteligente, exclamaría:


-¡Qué locos que están estos terrícolas!


Confieso que soy un tipo raro en esto del fútbol. Me gusta ver de vez en cuando un buen partido, de esos en que se juegan algo importante y no sólo tres puntos. En muchas ocasiones, cuando veo que los jugadores dedican todos sus esfuerzos a engañar al árbitro en vez de a jugar, o que no actúan con deportividad ante sus rivales, cierro la tele y me voy con viento fresco a hacer algo más útil que ver a esos tramposos mercenarios. Y es que el resultado me la trae fresca. No soy de ningún equipo y suelo contemplar el “espectáculo” con mucha objetividad y escaso apasionamiento. Lo de ir a un campo a verlo en directo sería una tortura. Debe ser desquiciante estar rodeado de miles y miles de tipos que gritan como si se los llevaran los demonios. Una vez hice la prueba (en el Nou Camp) y la jaqueca consiguiente me duró una semana.


En fin, que cada cual haga lo que le plazca con tan bello deporte como es el fútbol (sobre todo si ves un partido de infantiles) pero tan maltratado por la parafernalia, el boato, la tontuna pasión y el exceso informativo. Todos estos excesos no hacen sino reafirmarme en mi tesis de que el “pan y circo” romano ha devenido en el “pan y fútbol” de estos desnortados tiempos. Un bello cuento el del fútbol con el que los de siempre, esos que mangonean y dirigen los hilos de la humanidad –sea local, autonómica, nacional o mundial- nos tienen muy, pero que muy entretenidos. Quiero decir, anestesiados. Insensibles para ver más allá de lo que acontece a ras de suelo en el verde césped de un campo de fútbol.

martes, 24 de enero de 2006

EL PULGAR TECNOLÓGICO



Ya en el año 2002 publicaban los periódicos la noticia de que “el uso de los móviles y videoconsolas ha alterado los dedos pulgares de los jóvenes”.

Un estudio en nueve ciudades del mundo (Londres, Chicago, Tokio…) concluía entonces que “el uso de las nuevas tecnologías ya ha provocado mutaciones físicas: los menores de 25 años tienen unos pulgares especialmente musculados y ágiles. Los científicos están boquiabiertos (y no es para menos) pues no han sido necesarias varias generaciones para que se produzcan dichas mutaciones. Además los jóvenes, a medida que su pulgar adquiere destreza, lo utilizan para tareas que el resto de los mortales hace con otros dedos: por ejemplo, llamar al timbre o señalar algo. De hecho, el empleo de los pulgares se hace más evidente en Japón, donde los menores de 25 años se describen a sí mismos como “la tribu del pulgar”.”

Según otro reciente estudio de la universidad británica de Warwick, publicado por el periódico The Observer, “el uso de teclados como el de los teléfonos móviles ha causado una mutación física en los pulgares de los menores de 25 años”. La cosa, como el ajo, parece que se repite y va a ser cuestión de ir creyéndosela.

Y es que el teléfono móvil es la nueva religión de muchos jóvenes, al que andan pegados todo el día dale que te dale a los botonciCos y teclas, enviando mensajes a sus compas y colegas. También enfrascados en cosas de ocio como pequeños videos, radio, música, etc. Una monería, vamos.

-Niño, cómete la sopa que se enfría.
-Papi, ahora no puedo que estoy enviando un mensaje a la gente de mi pandilla. -
¿Y qué demonios les estás diciendo en esta hora santa de la comida?
-Lo que voy a comer en cuanto acabe con los mensajes.

El padre se cisca en la madre que parió al niño (o niña, que da igual) y la madre, que está acabando de poner la mesa, dándose por aludida agarra un cabreo de no te menees. ¿Qué culpa tiene ella de que el nene haya salido vicioso perdido con ese trasto puñetero del móvil?

Pobrecicos los chicos de ahora con tantas cosas importantes que comunicar a sus compis, que se ven obligados a pasar todo el día con el telefonino a cuestas. Leo en una revista que “casi el 80 % de los jóvenes españoles de entre 16 y 17 años tiene un móvil- según el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio-, mientras que más del 45 % de los niños de entre 10 y 14 años disponen ya de móvil propio. La mayoría gasta en él entre 12 y 20 euros al mes”. ¡Y las compañías de telefonía poniéndose las botas, los pantalones, la chaqueta y hasta el gorro!

Digo yo: si en tan poco tiempo se han alterado los pulgares de nuestros púberes, es decir, se ha producido un cambio físico, ¿qué cambios no se estarán produciendo a nivel mental, siendo el cerebro materia moldeable que la plastilina? ¿Cómo estará evolucionando la inteligencia, la afectividad, la conciencia crítica, etc de las nuevas generaciones a partir de tanto dale que te pego a los cacharros tecnológicos? ¿Será una evolución positiva o negativa? ¿Algunas de las manifestaciones comportamentales de muchos jóvenes de ahora podrían tener una explicación a la luz de esta evolución? ¿O todo es una majadería de unos científicos orates que no tienen cosas más importantes que hacer “investigaciones-chorradas”?

viernes, 20 de enero de 2006

UNAS RISAS POR SAN ANTÓN



Hace unos días acaba de celebrarse la festividad de San Antón, patrono protector de los animales. De toda clase de animales, menos de los humanos, los más animales de todo el reino animal. Pero hoy no voy a teclear sobre el debido respeto y amparo que hay que tener a los cerdos, cabras y ovejas. Lo haré sobre una tradición relacionada con San Antón, mucho más original y divertida.


Resulta que por Mijas, ese bello pueblo malagueño donde todavía siguen existiendo los burros-taxis, durante la festividad del famoso santo, las mocitas de la localidad se acercan a la ermita para buscar su bendición, “en la creencia de que les ayudará a encontrar novio, si arrojan una piedra contra su imagen”. Tiene guasa que a estas alturas de civilización todavía andemos con estas mojigaterías, pero traigo a colación el asunto por lo curioso y cachondo pues la cosa no queda sólo en pedirle al tito Antón un buen mozo, inteligente, guapo, sonriente, pachorras y con bastante morro con el que hacer buenas migas casaderas.


La tradición (porque en España todo lo hacemos en función de una ancestral tradición, costumbre o uso que se pierde en la noche de los tiempos) consiste exactamente en hacer lo que ya desde el siglo XV vienen realizando las mujeres que se acercan a la capilla san-antoniana para pedir maridito: apedrear al santo, intentando atinar con la piedra en su entrepierna.


Así que, todos los años por estas fechas, las mozas casamenteras del pueblo afinan la puntería pedrusquera, ya que sólo tienen tres oportunidades para atinar en los cataplines hueveros del Santo, si es que quieren conseguir el novio deseado. Leo en la prensa malagueña que son bastantes las mozuelas y zagalas ansiosas por acudir a ver si tienen suerte gracias a San Antón. Algunas mujeres casadas hacen un buen reclamo y propaganda a favor del santo pues dicen que a ellas les fue muy bien: “La boda con mi marido fue producto de la puntería el día que acudí a la ermita”. (Recogido de “La Opinión de Málaga”, igual que la afoto de arriba)


No me digan, amables y ocasionales lectores, que no tiene bemoles cachondeísticos el asunto del antón pirulero, con su entrepierna milagrosa. Si es que luego sales a la calle, oyes la radio o ves la telecaca y cuando te enteras de cómo va la política, el deporte o la economía, no te sorprendes de nada. ¡Todo es un puro y milagroso delirio!


Más, seamos honestos. Las mozas van a apedrear al santito no por devoción o creencia, si no por ganas de juerga y meneo. No todos los días se puede golpear en los güevines a un santo varón. Y encima, tras los lanzamientos, ponerse hasta las tetas degustando los “callos de San Antón” y los típicos “palmitos” y cañas de azúcar elaborados para tan magna ocasión. Reír, comer y follar (si se puede y lo auspicia el santo). La trilogía del buen vivir y mejor dormir que cada año hacen tradición las sanotas y divertidas chicas de Mijas. Eso es entender la vida y no lo de esos pelmazos con el Estatut de las narices, el salivazo de Etoo o la última memez de los soplapollas esos de Gran Fulano. A todos éstos sí que habría que arrearles unas buenas pedradas en salvas sean sus partes.

jueves, 19 de enero de 2006

MUCHAS LENGUAS Y UNA SOLA BOCA



Cuando sale uno al extranjero es cuando más se da cuenta que si habla un solo idioma, es hombre muerto y al agua. Siempre, claro está, que ese idioma no sea el del imperio, es decir, el pikinglis. Si le das a la lengua de Chakespeare, todo furula normalmente. Milagros de la cosa imperial y multinacional. Pero si lo que parlas es un vulgar castellano almibarado de cientos de expresiones locales y dialectales, entonces vas aviado: tienes menos porvenir que un cerdo ibérico en el Polo Norte.

Hay quien utiliza la lengua como arma arrojadiza para con los demás. Algunos quieren ser nación gracias a que tienen una lengua peculiar. Otros están siempre con la lengua fuera y los más no se enteran ni de lo que hablan entre ellos mismos, cosa bastante corriente (dicho sea entre paréntesis).

Hace un par de años un profesor de árabe en la Escuela de Idiomas de Málaga, en una entrevista periodística, decía que “el árabe debería ser el segundo idioma a aprender en la Enseñanza Secundaria”. Aquello me dejó completamente preocupado porque el menda ha sido incapaz de aprender otro idioma distinto del materno, por más que lo intentara con el inglés y el francés. Y es que hay quien no tiene don de lenguas ni lenguaje extra donde cobijarse. El muá, un suponer.

Así que lo de aprender árabe despertó en mí resonancias casi bíblicas. Por historia y proximidad geográfica, está claro que el Puñetas –aunque ya no calce zapatos de la ESO- debería aprender el árabe. Claro que cada vez que compra cualquier cacharro y ve en un lado “made in China”, sabiendo que –además- son muchos los chinos con los que poder hablar (¡hay tantos!), considera la necesidad de aprender chino. Más después me paso al coreano cuando observo patidifuso que casi toda mi ropa deportiva y más cacharros son de allí. ¿Cómo no aprender un idioma que está aportando tanto a la civilización occidental? Además, como viajo cada vez más a las Cataluñas por motivos familiares, también estoy considerando la posibilidad de aprender el catalán porque es que cada vez me entero menos de lo que allí se parla. Para más inri mi empresa me dice que pronto deberé extender mis tentáculos comerciales al País Vasco, por lo que parece recomendable que me vaya perpetrando de unos conocimientos de euskera (hasta ahora sólo sé decir “gabon” y “gambón”) y de un chaleco antibalas. Me cuentan que cada vez hay más intentos en España de tener cada tierrecilla su idioma particular y específico por aquello de que la cosa da lustre y pedigrí. Y si no se tiene, pues se inventa con un pase mágico por aquí y un garbeo prehistórico-lingüístico por allá. El caso es presumir de lengua larga y ancha.


En mi orfandad lingüística no olvido que desde mi más tierna infancia tuve una prima francesa y que mi bachillerato fue edulcorado con el dulce acento gabacho, pese a lo cual sólo sé algo del “plaisir” y del “amour a la remanguillé”.

Del inglés, en cambio, no entiendo ni papa. Ya sé que es la lengua del imperio y que sin ella soy un huérfano lingual, pero uno –ya se sabe- no es perfecto. Y es que, en vez de aprender un idioma a mis años para así parlar internacionalmente con muchos millones de hijos de vecino, me resulta más atractivo y simpático hincarle el diente a otros saberes del orbe más livianos y pasajeros. Caprichos de la edad, las neuronas y la escasa verborrea con que me adorno. Hay quien con tantos idiomas se hace la pichi un lío et ya no sa muy bian si sui idioma est el latin, landalú, el castiellanu o el quechúa. Yo, que sólo utilizo la lengua que mis papis me enseñaron al nacer, no tengo ese lío.

Tal como dice el profesor universitario, para que a las nuevas generaciones no les pase como a mí, es recomendable que se dejen de tantas mate, historia, naturaleza y demás zarandajas y que aprendan los principales idiomas del mundo. No como uno, el que ésto chirría, que mucho deseo de aprender lenguachas ajenos pero al final rien de rien (por torpe). Y así me va, que sólo sé insultar al prójimo en un idioma. Las lenguas, como la pasta gansa, están muy mal repartidas… ¡Y eso que hay más de 7.000!!

viernes, 13 de enero de 2006

UN PAÍS EN PORCIONES



En este país llamado "El coño de la Bernarda"... (perdón, quiero decir España) tenemos una gran ventaja respecto a otros muchos del orbe terrícola. Mientras que en bastantes lugarejos se aburren soberanamente pues sólo hay un gobierno y un parlamento, aquí -cosas de nuevos ricos- nos lo pasamos de coña con un gobierno y un parlamento nacionales y encima 17 autonómicos (si no he perdido la cuenta, que todo puede ser). Todas las regiones, nacionalidades y villorrios tienen su chiringuito político que gobierna y legisla en muchas ocasiones a su aire y libre albedrío.

Hemos pasado en 30 años de ser un modelo de Estado excesivamente centralista a ser el Estado más descentralizado del orbe, donde -sólo es un ejemplillo- los funcionarios de educación pública, o de la sanidad, cobran 17 sueldos diferentes, según en qué Comunidad Autónoma se encuentren. Pasas de una comunidad a otra y te cambian las leyes, las normas, los visados... Si quieres instalar una empresa te volverás loco pues cada Autonomía tiene unas normas y requisitos diferentes.

No es que esté exagerando. Estoy caricaturizando, que no es lo mismo. Y basta verse en cualquier disyuntiva -traslado de una Comunidad a otra, por ejemplo- para darse cuenta del guirigay en que andamos metidos. Todo un montaje, el ya clásico "café para todos", que aparte de cómico, aparte de carísimo, no se puede decir que haya ayudado mucho a la igualdad entre los ciudadanos, incluso a la descentralización, porque ahora tenemos 18 centralizaciones administrativas: la clásica de Madrid y las nuevas de las capitales autonómicas. Hemos creado un nuevo intermediario político que idealmente está muy bien pero que en la realidad veremos a qué cenagal nos lleva cuando se aprueben la patulea de nuevos Estatutos Autonómicos al alza que andan preparándose y haciendo cola. Encima, cada dos por tres, andan peleándose unos con otros (especialmente con el gobierno central, al que todos tildan de señora Rotenmayer si es de un color político contrario). Mientras, las múltiples Heidis y Pedros campan libremente por la playa, el campo y la montaña, apuntándose todos los tantos agradables. En las desgracias y desastres, la culpa la tienen siempre las otras Administraciones. ¿Y qué hace el abuelo, teórico Rey de la casa, mientras tanto? Lo tienen de adorno, como es natural a su edad: esquía, felicita las pascuas, saca a pasear a los nietos...

Siempre he dicho que el poder (que es bastante cochambroso por naturaleza, aunque la menos mala sea la democrática) debe de estar lo más lejos posible. Yo -un descastado total- lo prefiero, pues tiene la cosa más pros que contras. Sin embargo, con este modelo multiporciones, lo tenemos metido en la mismísima cama. Nos tienen controlados hasta los tuétanos de los huesos. Te controla el gobierno central. En lo que no puede o alcanza, toma el relevo el gobierno autonómico. Y si aún queda alguna parte de tu cuerpo que dirigir, reglar, legislar, saquear..., no temas, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos locales te meterán mano hasta no dejar libre de contagio gubernamental ni un sólo poro de tu piel. Eso sin contar con la porción de mangoneo que se traen desde Europa y el control y vasallaje que ejerce el tío Sam. Y todo esto, no lo hacen gratis, no. ¡A pagar, panolis!

Al final va a resultar que en este país el único que mantiene un espíritu de carácter nacional y coherente en todas partes es EL CORTE INGLÉS. Compre usted en Galicia unos calzoncillos en uno de sus centros comerciales. Vaya a Cataluña y se los descambiarán por otros, si es que se dio cuenta después que no le entraba bien el paquete. Pásese ahora por Extremadura y pídales que le envíen tres pares más a su dirección de veraneo en la Comunidad Valenciana, y con puntualidad y eficacia suiza, todos sus deseos se habrán cumplido. Ahora haga la prueba, pero con un asunto oficial o burocrático, en las dependencias oficiales de los Gobiernos Autonómicos. Lo volverán loco, aparte de desangrarle el bolsillo. Eso si le entienden, pues deberá rellenar papeles en gallego, catalán, castellano…. Es caricatura pero no fantasía. La ventaja es que, pese a estar muy controlados, con este guirigay chiripitiautonómico, no nos aburrimos. El que no se consuela es porque no quiere. Lo malo (y lo bueno, pese a todo) es que no hay marcha atrás.

martes, 10 de enero de 2006

FUMAR... ¡QUÉ ORDINARIEZ!



Tras unos días de cosa navideño-familiar por las Cataluñas del tío Maragall y sus sobrinillos el Saura, el Carod y el Mas (amén de la oveja negra de la familia, el Piqué), regresa el Puñetas al hogar, dulce hogar, o sea, a la rutina diaria que nos da para ganarnos las habichuelas y las lentejas más algún trozo de jamón que cae de vez en cuando en el puchero…


La verdad es que, visto como ha ido el patio en estas pasadas navidades y entrada de año, dan ganas de coger de nuevo otras suculentas vacaciones e irse de picos pardos pero al Caribe o Australia, bien lejos de este meneo en que andamos metidos con las cosas y chascarrillos de nuestra fauna y flora político-militar.


Pero de todo lo que ha ocurrido (desde los tradicionales varios centenares de muertos en las carreteras, pasando por la fragata militar española que hacía caridad por aguas iraquíes, siguiendo por la desvergonzada subida de precios de los productos más básicos y acabando por la asonada verbal del militar Mena) es el tema del tabaco y la nueva ley que lo regula de lo que más se ha hablado y hablará.


Que en la eterna España del fumeteo incombustible y pertinaz, a los amigos de la nicotina y los más de mil productos tóxicos que la acompañan les empiecen a tocar un poco los cataplines los poderes públicos, es algo digno de reseñarse en la próxima edición del Quijote. Por fin empiezan a encontrarse algunos lugares libres de humos. Los fumadores pasivos de oficina están que no caben en sí del gozo. Muchos comensales de restaurante andan como las cabrillas de contentos viendo que el solomillo de ternera que se van a meter entre pecho y espalda ya no va a saber más a Ducados, Fortuna o Winston por culpa del tipo humeante de la mesa de al lado. ¡Milagro, milagro!


Cierto que el gobierno zetaperino (con el aval de todos los partidos que se sientan en el Parlamento) ha hecho una ley cuernicorta que ya está creando numerosos problemas de interpretación y de control. Pero por algo había que empezar, digo yo….


Lo cierto es que muchos fumadores están que trinan porque su derecho de pernada está mermando. A ver, que levante la mano quien alguna vez en una reunión a puerta cerrada, en un bar o en cualquier lugarejo cubierto, se ha encontrado con un tipo o tipa que le ha preguntado si le molestaba el humo del cigarro que iba a encender. Nunca han destacado los fumadores (salvo una minoría escasamente representativa) por su actitud compasiva con el prójimo no fumador ni con la elegancia de la limpieza cigarreril (esos restos y colillas, tiradas a diestro y siniestro). No hablemos de los amantes de las pipas y los puros, que de esos nuestras narices están bien saciadas a costa de su placer ostentoso.


Ahora, angelicos míos, se rasgan las vestiduras porque en algunos lugares (menos de lo esperado) no pueden encender su cochambroso instrumento, en vez de admitir que por una vez se ha legislado para la mayoría (dos terceras partes no fuman). Algunos –como ese primer multado con 240 € euros, allá por Navarra- se empecinan en que nada debe cambiar pues el fumeteo está inscrito en nuestros genes celtibéricos, en vez de exigir al Gobierno que les ayude económicamente para dejar de fumar o que obligue a las tabaqueras a que fabriquen pitillos sin tantos productos químicos nocivos para la salud, al igual que se lo exige a los que embuten chorizos, enlatan atún o embolsan leche. Se ve que a algunos tanta porquería como llevan tragándose garganta y nariz arriba les está taponando también las neuronas responsables del sentido común.


Fumar…¡Qué ordinariez! ¿Es que no hay mejores placeres en la vida que estar chupando un palitroque de nicotina adulterada con mil diferentes tipos de excrementos? Sí, con esta ley del tabaco, muchos de los que se ganaban la vida vendiéndolo van a ver mermadas sus ganancias. Que se dediquen a vender cosas buenas y sanas, que todavía hay miles de trabajos productivos esperando que algunos los desempeñen. A lo peor se gana menos dinero con ellos, pero al menos la conciencia se quedará mucho más limpia y tranquila que traficando con el pestilente y cancerígeno pitillito de mierda. (Si es que las intocables tabaqueras le meten unas porquerías...)