miércoles, 29 de septiembre de 2004

LA TELECACA

Está muy de moda poner a la TV de vuelta y media, que si basura, que si detritus, que vaya mierda que ponen, que si la caja tonta… Pero la gente se traga todo lo que le echan… y más. Incluso muchísimos niños permanecen viendo el maldito cacharro hasta la madrugada, según rezan estadísticas recientes y según manifiesta gente que trabaja con los enanos. De modo que más valdría que el personal reconociera que le gusta la telecaca, que la palabra es indivisible, que responde a la propia esencia de dicho medio de incomunicación y que si la cosa funcionase en plan cultural y con calidad y buen gusto, el negocio duraba dos días y tres cuartos de hora. La prueba está en que la televisión a la carta, como el engendro ese de Digital +, que podría cubrir importantes lagunas televisivas y parcelas info-formativas que numerosos sectores afirman hipócritamente demandar, se limita a echar películas americanas, mucho fútbol y deporte, series también americanas, dibujos animados y algunos documentales. Pura farfolla. Y es que no se puede esperar otra cosa de quienes hacen televisión ni del medio mismo. Esto lo sabía gente más lista que nosotros y que ya opinaba así de la puñetera tele, incluso cuando hace bastantes años era mucho mejor que ahora:

“Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”. (Groucho Marx). "La televisión es el único somnífero que se toma por los ojos". (Vittorio de Sica). "La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural". (Federico Fellini). "Si de la televisión quitaran a los locos y a los bobos, dígame usted qué quedaría". (Indro Montanelli). “Ver televisión produce cáncer mental”. (Yo mismo).

Francamente, no me gusta perder el tiempo estando plantado como un pasmarote delante de un televisor que más parece un WC que un instrumento de comunicación de masas. Y encima, el poder político anda detrás del invento para tenerlo siempre bajo control y que así la manada de espectadores no se salga del guión establecido. La primera medida que adoptó el gobierno Zapateril actual a su llegada al poder, antes incluso que retirar los soldados de Irak, fue ocupar los despachos ejecutivos de la televisión y radio estatal. “Con el púlpito controlado, aquí comulga con nosotros hasta el gato”. Eso sí, todo el invento pagándolo de nuestro bolsillo porque hemos llegado al extremo de que la gente precisa de la telecaca más que del pan o de la leche. Y por si fuera poco con la estatal, ahora nos invaden las televisiones autonómicas (también controladas por el poder político de cada Comunidad), y las municipales. Eso sin contar las diarreicas teleles privadas, sean nacionales o locales, que también costeamos gracias a la publicidad, ese otro engendro moderno que para lo único que sirve es para encarecer el precio de los productos.

Así que a mí me sacarán todos los meses un pastón para costear tantos basureros televisivos, ya que en este terreno los “demócratas” gobernantes no admiten la objeción de conciencia televisual, pero lo que no conseguirán es amarrarme diariamente al sofá con el mando a distancia en una mano, viendo pasar atónito el pestilente desfile de tanta podredumbre audiovisual ante mis miopes y cansados ojos. Hasta ahí podíamos llegar…

¡Lo que faltaba!
(Siemens crea un frigorífico con tele incorporada)

lunes, 27 de septiembre de 2004

A VECES HAY QUE SER DE OTROS PAÍSES

Nacemos circunstancialmente en un lugar, en una historia, en unas costumbres determinadas. Nacemos españoles, franceses, chilenos, brasileños, australianos, senegaleses, chinos… No hacemos nada para merecerlo. Tampoco podemos hacer nada para evitarlo. Un vientre querido nos cobija durante unos meses y luego nos deja al socaire de un país, de una región, de un pueblo o ciudad. Y a vivir, que son cuatro días. (Yo espero vivir seis, je, je).

Sentirse orgullosos de nuestros orígenes es sentirse orgullosos del azar. Una gilipollez. Pero uno comprueba que la inmensa mayoría del personal está encantado de haberse conocido inglés, alemán, ruso, cubano… Una cosa es reconocer nuestra legítima pertenencia a una comunidad y país por obligación físico-geográfica y otra considerar que el azar de nuestro nacimiento fue un acierto al cien por cien del que debemos vanagloriarnos por los siglos de los siglos, amén. Por eso no entiendo a los que ejercen de patriotas. Me gusta mi país pero me encantan otros muchos, donde me gustaría vivir para aprender, para superarme, para cambiarme. De igual modo, quiero para mi entorno social y humano lo mejor de las gentes y lugares del resto del mundo. No reniego del pasado ni de mí mismo (no tiene solución la cosa), pero a menudo me encantaría ser de otro lugar, estar en otro sitio, incluso hasta no ser de este planeta, si es que ahí fuera vive alguien mejor que nosotros (cosa nada difícil tal como funcionamos los humanoides).

En esta dirección, el escritor y académico Pérez Reverte, en su último artículo semanal, señalaba que a veces le apetece ser francés. “Lo que más me gusta de los vecinos es que, cuando la revolución aquella de hace un par de siglos, a base de mucha Enciclopedia, mucho aristócrata y mucho cura guillotinados, y mucha leña al mono hasta que –nunca mejor dicho– habló francés, decidieron que una república es una cosa seria, colectiva y solidaria, y que la verdadera nación es la historia en común y el equilibrio de los derechos y obligaciones de todos y cada uno de los individuos que la componen. Que tonterías, las justas. Que el ejercicio de la autoridad legítima es perfectamente compatible con la democracia. Que la cultura de verdad –no la cateta de cabra de campanario– significa ciudadanía responsable y libertad, y que al imbécil o al malvado que no desea ser culto y libre, o no deja que otros lo sean, hay que hacerlo culto y libre, primero con persuasión y luego, si no traga, dándole hostias hasta en el cielo de la boca. (…) Por eso me hubiera gustado ser francés hace unas semanas, el día que entró en vigor la ley prohibiendo el uso del velo en los colegios públicos de allí. En un ejercicio admirable de civismo republicano, los dirigentes musulmanes franceses dijeron a sus correligionarios que, incluso pareciéndoles mal la ley, aquello era Francia, que las leyes estaban para cumplirlas, y que quien se beneficia de una sociedad libre y democrática debe acatar las reglas que permiten a esa sociedad seguir siendo libre y democrática. Así, todo transcurrió con normalidad”.

Y Pérez Reverte pasa a imaginarse qué hubiera pasado en la España actual de haberse aprobado dicha ley, cosa harto improbable. “Cada autonomía, cada municipio y cada colegio aplicando la norma a su aire, unos sí, otros no, gobierno y oposición mentándose los muertos, policías ante los colegios, demagogia, mala fe, insultos a las niñas con velo, insultos a las niñas sin velo, manifestaciones de padres, de alumnos, de sindicatos y de oenegés lo mismo a favor que en contra, el Pepé clamando Santiago y cierra España, el Pesoe con ochenta y seis posturas distintas según el sitio y la hora del día, los obispos preguntando qué hay de lo mío, ministros, consejeros y presidentes autonómicos compitiendo en decir imbecilidades”.

Como Reverte, yo también quisiera ser francés algunos días. Y otras veces, italiano. Y otras sueco, japonés o panameño. Y sin que ningún comepatrias de derechas o de izquierdas me excomulgue o me grite despectivamente: “¡Pues, lárgate y déjanos en paz!”.

viernes, 24 de septiembre de 2004

PAPÁ NOEL Y EL HOMBRE DEL SACO

En mi infancia (allá por el pleistoceno) eran muy populares dos personajes infantiles: Papá Noel y el Hombre del Saco. Si te portabas bien todo el año, estudiabas, ayudabas a las viejecitas a cruzar la calle y practicabas otras cívicas costumbres (hoy bárbaramente desaparecidas), entonces –allá por la Navidad- Papá Noel te traía lindos regalos como premio a tu buen comportamiento. Pronto comprobé que el tal Papá no era justo en sus dádivas pues mientras a mí y otros amigos de familias más bien pobres sólo nos dejaba unas cuantas chucherías y alguna que otra pequeña bolsa repleta de indios de plástico, a los chicos del cole cuyos padres trabajaban en bellos trabajos (médicos, profesores, oficinistas…) el Noel de las narices les traía mejores regalos, cada uno a cual más deslumbrante y maravilloso para mis ojos de niño que vivía en la más severa modestia económica y cultural. Así que, cuando me di cuenta del asunto gracias al crecimiento paulatino de mis neuronas por culpa de la edad y de mis lecturas robadas y a escondidas, mandé a hacer gárgaras a semejante vejestorio tan clasista e injusto. Me pasé a los Reyes Magos a ver si había más suertecilla en los regalos, pero se ve que lo mío tampoco era el tripartito: los muy tacaños (y eso que eran tres), seguían con las chucherías, los siuxs y los pieles rojas de plástico.

El Hombre del Saco era otra cosa. Si te portabas mal, si hacías la zancadilla al pobre abuelo, si te reías de aquel profe seboso y psicópata que te rompía la regla de madera en la mano por no saber la tabla de multiplicar, si decías palabrotas o levantabas la falda de Pepita en busca de paisajes insospechados, entonces corrías el riesgo de que un mal día llegara a casa el Hombre del Saco para llevarte lejos de tus papis, tus amigos y tu querida calle.

Ocurre, sin embargo, que por muchas perrerías que inocentemente hacíamos aquellos críos, el Hombre del Saco nunca venía, con lo cual siempre estábamos liados en la eterna polémica: unos decían que el tío estaría muy ocupado, otros que era un cuento chino de nuestros padres y profesores. Aquello acabó en frustración. Tantas ganas de conocer al secuestrador de niños y el muy vago –de existir- estaba siempre en otra parte o de vacaciones. Eso sí, con la amenaza de su llegada, las pasábamos canutas.

¿Y por qué recuerdo ahora estas historietas de la niñez? ¿Qué mosca cojonera me ha picado para retrotraerme a los tiempos de María Castaña y al año de la Pera? Pues sencillamente, las declaraciones que hizo el otro día en la ONU don ZP (Zapatero para los amigos, presidente psocialista del gobierno español) y las que simultáneamente pronunció en una Universidad norteamericana don JMA (Aznar para los conocidos, anterior presidente de derechas de toda la vida). El primero iba disfrazado de Papá Noel y el segundo de Hombre del Saco. Para el primero el terrorismo islámico se soluciona con más igualdad entre los sexos, y con un pacto entre Occidente y el mundo musulmán. O sea, pelillos a la mar, to el mundo es bueno, yo te doy un besito, tú me das una carantoña. Como premio, tendremos paz, amor y los típicos regalos por Navidad. Para el segundo, hay un enfrentamiento evidente entre la cultura cristiana occidental y la musulmana e islámica, continuación de una historia que dura muchos siglos. En este enfrentamiento los malos son los moros, a quienes les encanta practicar el deporte de cortar cabezas de inocentes occidentales en cuanto los buenos nos descuidamos un rato. En vista de lo cual, y ante tanta maldad de los terroristas, sólo cabe la cachiporra y la prevención guerrera si no queremos vernos un día con el culo mirando a la Meca.

La verdad de mi niñez: Papá Noel era tonto, guevón, engañaniños, mentiroso y profundamente injusto. El Hombre del Saco era el pretexto para reprimirnos, para calentarnos las orejas o las palmas de las manos, aunque nunca vino a retirarnos de la circulación.

¡Gracias, impresentables míos, queridos Zapatero y Aznar, por hacerme recordar mi querida aunque modesta infancia! Ahora, con mis neuronas en franca estampida, vuestros cuentos chinos sólo me producen una melancólica nostalgia.

miércoles, 22 de septiembre de 2004

LOS VERDADEROS GALÁCTICOS

Se están celebrando en Atenas los juegos paralímpicos. O sea, los verdaderos Juegos Olímpicos. Porque a mí que me dejen de coñas marineras. Si hay unos auténticos héroes del deporte, esos son la mayoría de los que han acudido a estos juegos y no los soplagaitas del fútbol, o los pocachicha de otros deportes olímpicos.

Cuatro mil atletas disminuidos físicos y psíquicos, según reza su carné de identidad corporal, pero con más energía, más sacrificio, más vitalidad y más autenticidad que la mayor parte de los atletas que en el mes de agosto asistieron a los archifamosos Juegos.

Atletas que pese a sus limitaciones físicas, se pegan palizas diarias de seis horas de entrenamientos para castigarse el cuerpo aún más de lo que lo tienen, para buscar ilusionadamente victorias deportivas, para alcanzar la satisfacción que aporta el esfuerzo y el ansia de superación, para servir de ejemplo a los que un mal día tienen la desgracia de pasar a formar parte de las personas discapacitadas a causa de un accidente, una enfermedad o la mala suerte.

Y muchos de ellos, robando horas al sueño o sacándolas del trabajo, si se tiene. Los más afortunados, con la gratificación de una beca más simbólica que otra cosa. La diferencia con los olímpicos que salen en la tele, en la publicidad, que cobran millonadas… salta a la vista. Y en algunos países más que en otros.

Cuando en España algunos se dan con un canto en los dientes porque se alcanza la docena de medallas en las Olimpiadas, nuestros mal llamados minusválidos son capaces de obtener 60 ó 70. ¿Quiénes son los auténticos discapacitados, si no esos profesionales del fútbol incapaces de clasificarse para los Juegos, esos multimillonarios de la raqueta que naufragan a las primeras de cambio, esos nadadores que hacen agua por todas partes o esos atletas que –salvo contadas excepciones- no tocan una medalla si no es por la ayuda milagrosa de Santa Chiripa, patrona de las casualidades?

Sin dinero, con discapacidades y sin público que les aliente. Pero ahí están nuestros deportistas paraolímpicos. Los más auténticos. Los verdaderos héroes. Los que se traerán 70 medallas bien trabajadas en horas y horas de durísimos y anónimos entrenamientos. Esos que tienen un carácter de hierro, una fuerza de voluntad de acero, una capacidad personal de superación a prueba de desgracias y adversidades.

Y mientras, unos zánganos que corretean o pastan una par de horas al día por el césped del estadio Santiago Bernabeu, quejándose y echando al entrenador porque les hace sudar la camiseta y levantarse a las 9 de la mañana. Qué jodío mundo y qué mal repartida está la fortuna. Los auténticos galácticos son los que están dejándose la piel en estos Juegos Paraolímpicos.

lunes, 20 de septiembre de 2004

LA CHICA COLADOR

¡La madre que la parió!

Antiguamente, el hacerse un tatuaje en el cuerpo o un agujero en la oreja o nariz para llevar colgando un arete, era casi privativo de los piratas o de gente de mala calaña. Pero hoy día, como los tiempos adelantan que es una barbaridad, la cosa ha cambiado y raro empieza a ser el encontrarse a un bípedo humano que no tenga pintarrajeado en su cuerpo un tatuaje o que no lleve colgando o adosado a la piel algún trozo de chatarra.

Estéticamente ni el tatuaje ni el piercing son una maravilla. Pero hablar de estética en el siglo XXI es tan descabellado como hablar de fútbol en el siglo V antes de Cristo. Sanitariamente suponen cierto riesgo e incomodidad. Económicamente representan un desembolso innecesario. Pero, oiga usted, la gente pasa de estética, salud y pasta gansa. La gente, mayoritariamente, quiere imprimirse en la piel un dibujito, un nombre, una cursilada. Y a los más lanzados les da por agujerearse el pellejo para “lucir” un arillo, una pequeña perla de hojalata o una cagadita metálica cualquiera. ¡Y a presumir tan ricamente!

No lo entiendo, pero debe ser porque soy muy antiguo. Tan antiguo que sólo pretendo que mi piel esté limpia como una patena. Limpia de granos, de pecas, de pelos, de dibujitos y de cualquier tipo de colgantes artificiales. Hasta de las gafas, si pudiera. Estoy en franca minoría y por ello debo confesar que a veces me siento un “antiguo”, un “carrozón”. Lo siento, pero no le veo gracia alguna a los tatuajes ni a los anillados. Amo demasiado mi cuerpo para someterlo a la tortura china de agujerearlo o picotearlo. Si los demás quieren hacerse en el cuerpo más agujeritos de los que la madrastra naturaleza nos ha dado, allá ellos. Pero que no vengan con cuentos de lo maravilloso y guay que es el asunto. Es horrible, feo, absurdo. A mí no me la dan con queso.

Ni ella. Esta chica que tiene más agujeros que un colador. Dicen que es la que porta más piercings encima de entre todos los humanoides que poblamos este absurdo planeta. Más o menos, dos mil agujeros lleva la moza con despreocupación e hidalguía. Y tanto metal, que cuando pasa por un detector, el aparato literalmente se funde. La chica se encuentra muy mona, llama la atención, sus admiradores la invitan gratis a tomar coca cola y seguro que por la noche, a la luz de la luna (pongámonos románticos), los centenares de pendientes y anillitos que la cubren le dan un toque metalizado la mar de vistoso. Darle un beso a esta moza debe ser como besar una barandilla metálica. El que se acueste con ella acabará morado, pero de cardenales y rozaduras. En fin, que hay que tener ganas. Pero la jai las tiene. La sacan en los periódicos, viaja gratis algunas veces y la gente la mira y remira como el que ve a la octava maravilla del mundo. Y ella es feliz así: con un par de kilos de chatarra encima. Y encima dice que lo suyo no ha hecho más que empezar. Pobre angelico…

viernes, 17 de septiembre de 2004

EL BARÇA ES SAGRADO

El cineasta catalán Antoni Ribas tiene una película para estrenar, titulada “Centenario. Pasión o negocio”. En ella el bueno de Ribas aborda a través de un thriller de acción los primeros años de historia del Barcelona Club de Fútbol, resaltando la corrupción y sed de poder que esconde la directiva del equipo. Pues bien: no hay cine en Cataluña, ni por supuesto en la muy noble y leal villa de Barcelona, donde pueda exhibirse la peli. Al punto que se ha visto obligado a estrenarla hoy en la pérfida Madrid.

Cabe pensar (y acertar) que detrás de este boicot de los cines a la película están los largos brazos del Barça y la gran humanidad de la inmensa mayoría de las fuerzas vivas catalanas, apiñadas religiosa y patrióticamente en torno al equipo de sus amores. Parece que la sociedad abierta, plural, solidaria, avanzada social y económicamente y no sé cuantas cosas más que nos pregonan dichas fuerzas vivas, esconde una ramalazo cerril, sectario y boicoteador cuando se tratan algunos temas sagrados, como son los tejemanejes de un club de fútbol local, por mucho “más que un club” que sea. La fortaleza democrática de esta avanzada sociedad parece más de fachada que de otra cosa. Y aquí no se podrá echar la culpa a terceros, bien al gobierno central –aunque Zapatero sea hincha culé-, bien a otras comunidades autónomas, sean del Betis, el Real o el Rácing. Hasta el propio Ribas es catalán, aunque –obviamente- un “mal” catalán que arderá en los infiernos un día de estos por traidor e ingenuo. Por de pronto ya le han guillotinado su última obra de celuloide en el patíbulo del Nou Camp.

Pero que el árbol quemado de la película no nos oculte el verde y progresista bosque del tripartito gobernante en las Catalunyas. Echemos algunos vistazos paradigmáticos. El Ayuntamiento declaraba este verano a Barcelona como ciudad “antitaurina”, una medida muy progresista y democrática ya que a sus ediles no les agradan las corridas de toros. Afortunadamente les apasiona el marisco, pues en caso contrario también se habrían declarado en contra del desnucado de gambas y langostinos en todos los restaurantes y cocinas de la ciudad. Por el contrario, esos mismos concejales del Ayuntamiento barcelonés están encantados con la práctica del nudismo en la ciudad, no en el dormitorio sino en plena calle, cosa comprensible dado el agradable clima que impera en Barcelona durante todo el año. Se supone que así llegarán muchos más turistas.

Otra gobernanta que destina su tiempo de ocio a apoyar avanzadas labores sociales es la Consejera de Interior, que se dedica a visitar algunos prostíbulos para interesarse directamente por las condiciones de vida de las prostitutas mientras que, un suponer, sus mossos d’escuadra las pasan putas todos los días por la falta de medios disponibles en su encarnizada lucha contra la delincuencia. Otra perla más de una ciudad social y políticamente avanzada: en las últimas semanas varios presos se han escapado del Forum de Barcelona. Los presos visitaban el recinto invitados por las autoridades de la cosa, sin pagar un euro y con derecho a evasión. Algo comprensible pues se sabe que a los jerifaltes de justicia y prisiones la sociedad les remunera todos los meses para que los presos se reinserten (o sea, se escapen…).

Es sólo un breve muestrario de esas actuaciones socialmente avanzadas, provechosas y divertidas que tanto entusiasman a la inmensa mayoría de los barceloneses y catalanes, algunas de las cuales ya figuran en el libro record de los Guinnes, en la Antología completa del bromista y en la famosa Enciclopedia del Disparate. Pero mira por donde, tan buen rollito y tan excelente finura democrática desaparecen cuando se trata de proyectar en el cine una simple películita, ya que su puñetero director es un reaccionario ateo que juguetea con lo más sagrado: el Barça. Tiene bemoles la cosa.

miércoles, 15 de septiembre de 2004

VIOLENCIA EN TODAS LAS TOSTADAS

Cualquiera que asome la nariz por cualquier esquina del mundo, aparte de pillar un sonoro resfriado, verá que la cosa está que echa humo. Vamos, que como te descuides, te parten o cortan la nariz y tras ella el resto de tu querido cuerpo. Estamos regresando a marchas forzadas a las épocas pretéritas (que en realidad nunca se fueron) en que todo se resolvía mediante la violencia pura y dura. Una época en que los forajidos y salvajes arrasaban pueblos enteros, cortando las cabezas de mujeres y niños incluidos, porque en sus cortas entendederas y habitual conducta no figuraba la palabra paz, respeto por los otros y otras bellas nociones que hoy figuran mucho en las constituciones y en los libros religiosos, pero que brillan por su ausencia cada minuto que pasa.

Será que soy un pacífico idiota (no confundir con un idiota pacifista), pero cada vez observo que la violencia está siendo el único patrón de comportamiento para resolver problemas personales, políticos, religiosos, laborales… Cada vez hay más gente incapacitada para resolver por métodos civilizados (hablando, llegando a acuerdos mediante cesiones mutuas…) los conflictos y problemas que le rodean. Será que cada vez estamos más locos, más alejados del sentimiento de pertenecer a una comunidad (no confundir con esa majadería de la patria o la nación) o que nos hemos vuelto unos retrasados mentales. ¡Si hasta hay un imbécil que ha denunciado a su señora porque esta lleva cinco días sin hacer el amor con él!

Esto tiene difícil arreglo. Hablamos del terrorismo: ejemplos los tenemos todos los días en cualquier parte del mundo. Hablamos de la “comprensión” que en muchos sectores sociales tiene la violencia. Me refiero a la profusión y culto de tanto desatino sangriento publicado con delectación por los medios de comunicación de masas. Nos encontramos con la enorme cuantía de fallecidos en las carreteras, reflejo de la actitud suicida de mucha gente a la que no sólo no importa su propia vida, sino que con sus imprudencias puede llevarse por delante la vida de gente inocente. Meto en este talego de violencia claramente estructural, el desprecio al otro por ser mujer, niño o anciano, y que lleva a causarles la muerte por celos, envidia, rabia o locura. Y qué decir de la manera de resolver los conflictos y de protestar que tienen algunos. Basta ver estos días el vandalismo y la meditada guerrilla destructiva que trabajadores de los astilleros españoles están llevando a cabo en las calles: barricadas, quema contaminante de neumáticos, colapso de las ciudades… ¡Y nadie rechista, nadie critica, todo el mundo lo ve natural y justificado! Natural es que muchos de ellos vayan vestidos con pasamontañas, natural que arranquen farolas, quemen contenedores, destrocen el paisaje urbano….

Todo comportamiento violento entra ya en el ámbito de la normalidad, de la comprensión y hasta de la alabanza. ¡Es el único medio de resolver los problemas, dicen los mentecatos de turno! Es normalísimo en muchos lugares del planeta el que sin venir a cuento te secuestren, te maten o te roben simplemente porque eres rubio, o negro, o llevas una zapatilla de marca, o le cae mal tu mirada a alguien, o porque pasabas por allí,…

La violencia es un veneno que quizás llevemos en los genes. Pero nos contemplan varios miles de años de evolución y ha quedado demostrado que podemos vivir con pocas dosis de ella, amaestrándola, reprimiéndola, sublimándola… Lo que muchos no esperábamos es retroceder de nuevo a épocas donde la violencia campaba libremente y sin frenos colectivos. Los humanoides somos la releche y la repera. O sea, un asco.

lunes, 13 de septiembre de 2004

EL PRESTIGE YA NO VENDE

En noviembre del 2002 un barco antediluviano procedente de Letonia se dirigía al peñón de los piratas (Gibraltar) cargado con 77.000 toneladas de combustible. La bomba navegante se vino a pique cerca de las tierras gallegas y desencadenó la de dios. El capitán, un mamonazo, no cumplió con las normas establecidas. Los dueños del barco, los clásicos terroristas de cuello blanco, pasaron de todo. Las autoridades demostraron lo que ya sabíamos: que eran unas inútiles. La prevención del desastre fue prácticamente nula y la reconducción del mismo fue otro desastre aún mayor.

Aquel drama movilizó lo mejor y lo peor de las Españas. Por un lado, la solidaridad y el apoyo de miles y miles de ciudadanos que incluso arriesgaron su vida o su salud para limpiar las playas contaminadas. Por otro, el ansia de sangre y degüello de los cainitas de siempre, quienes aprovecharon la ocasión para insultar, asaltar y hasta quemar sedes del partido en el gobierno, como si el hundimiento del barco lo hubiese realizado Aznar y sus boys.

Miles de páginas, de reportajes televisivos, de entrevistas e imágenes circularon por el país y parte del extranjero hasta el hartazgo. Ya se sabe, las malas noticias, los dramas, las catástrofes suben las audiencias porque el personal es masoca perdido. Y porque las grandes ganancias (de pasta, de votos, de odio…) está demostrado empíricamente que se obtienen en las desgracias. En el chapapote de las miserias extraordinarias.

Ahora ya nadie se acuerda del Prestige. Ya dio sus réditos. Pero el sábado 11, escondida en una esquina de una página par de un periódico de provincias, leí lo que ya no es noticia para el resto de los medios nacionales, de prensa, radio y televisión: la culminación de los trabajos de extracción del fuel del Prestige, hundido a 4000 kilómetros de profundidad frente a las costas gallegas. Con esta extracción desaparece el serio peligro de que salieran al exterior en cualquier momento las más de 13.000 toneladas almacenadas aún en su seno. Se jodió la previsible segunda parte de la catástrofe. Para qué demonios vamos a informar, y en extenso, de tan buena noticia para el mar pero tan pésima para el negocio de la información.

No ha importado que haya sido la primera vez que se ha realizado un rescate de fuel a tan gran profundidad. Ni que se hayan empleado robots y tecnología creados para la ocasión y con la etiqueta made in Spain. Ni puta referencia a todo el complejo entramado llevado a cabo para cumplir tan delicada misión y del que cualquier otro país menos puñetero y masoquista que éste, se hubiera enorgullecido exponiéndolo mediática y empresarialmente durante una larga temporada. Aquí casi nadie se ha enterado. Las buenas noticias no venden. Y es que ahora están en el poder algunos de los que –va para dos años- sacaron tajada a la tragedia y, pese al paso del tiempo, en los medios de comunicación aún continúan pastoreando los mismos vampiros de entonces y de siempre: esos que viven de la sangre ajena, expuesta a los cuatro vientos cuando es derramada por una catástrofe, tragedia o simplemente el destino.

Para una cosa buena que hay que contar y van los muy capullos y se la envainan. Y es que son todos unos profesionales como la copa de un pino.

viernes, 10 de septiembre de 2004

MANOLO EL DEL BOMBO

Acabados los Juegos Olímpicos de Atenas, donde se comprueba que hay deportes tan estrambóticos como el tiro con arco o la doma del caballo, regresa la normalidad con el inicio de las Ligas nacionales e internaciones del deporte por antonomasia: el fútbol.

Regresan los futbolistas, esos deportistas privilegiados en cuanto a máximas ganancias y mínimo esfuerzo. Los niños mimados del deporte vuelven para escribir historias casi siempre más dramáticas que epopéyicas. Siempre casi sin despeinarse pues si comparamos el sacrificio y tesón de una gimnasta, un nadador, una atleta o un ciclista con las pachangas a que se entregan estos “esforzados” del balón, veremos que el arte de Ronaldo o de su primo Ronaldinho no deja de ser una vulgar cipotada, amén de una tomadura de pelo al espectador. El fútbol es un deporte de señoritos. Pero ya se sabe que la pasta, la fama y el poder siempre cae en manos de quien menos golpe da en esta vida.

Tiempo habrá de seguir las gestas homéricas de nuestros prohombres futboleros. Lo que me ha llamado la atención esta semana es el intento de robo del bombo de Manolo. No hablo de Chaves o Fraga, presidentes manolones de dos comunidades históricas del mundo mundial, si no de “Manolo, el del bombo”, un archiconocido hincha de la selección española de fútbol, y al que vemos siempre dando porrazos en la piel de su instrumento para intentar así animar un poco a los abúlicos, perezosos y somnolientos jugadores de la selección hispana. Jugadores que son algo en sus respectivos equipos porque a su alrededor tienen a los mejores ases del balompié mundial, pero cuando juegan sin su compañía, quedan desvalidos y huérfanos de todo. A veces, hasta de vergüenza torera.

Cómo estará el patio en Bosnia que esta semana intentaron robar el bombo a Manolo. Y eso sí que no. El único que suda la camiseta española, aunque sea haciendo POM-POM en las gradas, debe ser especie protegida e intocable. A partir de ahora debería llevar dos guardaespaldas (uno para él, y otro para el bombo). Menos mal que la policía bosnia hizo que se frustrara el intento de robo. Haría bien nuestro talentoso presidente Míster Zapatero condecorando a los agentes bosnios con la gran cruz de Isabel la Católica o invitándoles a pasar unas vacaciones gratis total en Menorca.

Vale que no nos hagamos respetar en el campo de juego por falta de coraje, de ideas y de sacrificio de nuestros representantes e idolatrados futbolistas. Pero a Manolo el del bombo, se le debe respetar como si fuera un dios y no deberían escatimarse medios y apoyo en dicha tarea. Ya que no podemos presumir de selección nacional, al menos que podamos decir que los españoles tenemos el hincha más hincha de todos los hinchas mundiales. Y encima, simpaticón, altruista y más bueno que el pan.

Si Luis Aragonés no logra enderezar a la camada de perezosos que van a trotar a la selección española, sería cosa de plantearse el nombrar seleccionador nacional a Manolo el del bombo. Con la condición de que al futbolista que no corra o haga el ganso le aplique durante tres horas seguidas la melodía que tan bien ejecuta el amigo: el POM-POM. A ver si así, de una maldita vez, despierta a esa pandilla de niñatos que hacen como que juegan al fútbol con la camiseta española.

miércoles, 8 de septiembre de 2004

RELIGIÓN HASTA EN LA PISCINA

Hace unos días un socorrista de Bolzano (Italia) "invitó" a salir de la piscina a dos musulmanas que se estaban bañando con velo y túnica, movido por las quejas del resto de los bañistas, dado que en Italia, como en el resto de Europa, la gente tiene la higiénica costumbre de bañarse o en pelotas o en traje de baño. Las dos mujeres musulmanas no pretendían provocar al resto del personal sino que estaban aplicando al pie de la letra la cosa religiosa que les prohíbe entrar en una piscina en traje de baño salvo que allí sólo haya mujeres. Otra blasfema costumbre de la decrépita Italia y países colindantes, donde los hombres y mujeres se bañan en el mismo sitio y en las mismas aguas, sin que el vicario de turno monte un pollo bananero por tan poca cosa.

Parece ser que los responsables de la comunidad islámica del pueblo italiano (o sea, los grotescos y omnipresentes clérigos) se han tomado la expulsión con cierta comprensión –qué remedio- aunque han exigido la construcción de piscinas “reservadas en exclusiva a mujeres porque la religión prohíbe la mezcla de sexos en estos menesteres”.

Que a estas alturas de la película (varios miles de años de civilización nos contemplan) unos inútiles y feísimos meapilas se atrevan a sugerir o exigir semejante burrada, muestra que a algunos humanoides habría que meterlos en la máquina del tiempo y enviarlos al menos quinientos años atrás, o cuando menos, empaquetárselos a un zoológico para que hagan compañía a los chimpacés y gorilas, aunque me temo que los macacos los despreciarían –y con razón- por considerar que estos zumbados clérigos están por debajo de ellos en la escala de la evolución y de la inteligencia.

¿Qué demonios tiene que ver la religión con el velo o la piscina? ¿Acaso existía el hábito de la limpieza y las piscinas públicas cuando se escribió el Corán? ¿Qué tienen que ver las creencias religiosas con el sexo, el lavado de dientes o la merluza a la vasca? Si admitimos el lógico principio de que la creencia religiosa (cualquiera) no exige la subnormalidad mental, ¿a cuento de qué viene tanta tontería, tanta censura, tanto dirigismo, tanta hipocresía, tanta norma ajena a la pura esencia del pensamiento religioso (cualquiera)? Si tiene que ver con la religión que las mujeres se bañen en piscinas independientes, cualquier estupidez y gilipolllez puede ser también defendida por la religión. Ya cuesta trabajo creer que comer cerdo sea una ofensa a Dios o su idea, que matar al prójimo “infiel” tenga como premio un más allá estupendo, que si no se viaja una vez en la vida a una ciudad “santa”, uno será un desgraciado el resto de la eternidad (¿?). Le cuesta trabajo creer todas estas idioteces a una persona con dos dedos de frente sin la adecuada demostración empírica sobre la verosimilitud de dioses, paraísos, más allás y otras milongas. Y si la hubiera, entonces esa persona inteligente debería volverse tan loca y estúpida como quienes intentan regular nuestra vida con normas y creencias absurdas, estrafalarias y tontas como la del velito en la pisci.

La religión cristiana, debido a la aparición y predominio de las ideas de la Ilustración, del racionalismo, de la revolución burguesa, del movimiento obrero y sus diferentes variantes ideológicas, incluso de otras corrientes en su seno (protestantismo, luteranismo…), a lo largo de los últimos siglos no tuvo más remedio que modernizarse, tragando y renegando de bastantes cosas. La otra religión masiva, la musulmana en sus múltiples ramas, todavía sigue con sus perendengues de hace siglos y seguirá hasta que los pueblos sobre los que actúa impunemente no se pongan en guardia y ataquen y derriben todo aquello que no responde a lo estrictamente religioso. El día que los clérigos cavernícolas empiecen a correr delante de la gente para no ser ahorcados o lapidados en la plaza del pueblo, quizás será el día en que algo empezará a cambiar en el desorden religioso musulmán. Así se hizo en el ámbito cristiano y mira qué suavones están nuestros curitas, cardenales y restantes vividores divinos. Aunque de vez en cuando intentan probarnos a ver si pueden volver a las andadas. Culpa nuestra, de los decadentes y libertinos occidentales, será el que lo consigan.

Moraleja: en la piscina pública el velo y la túnica a hacer puñetas y el clérigo al zoológico a comer cacahuetes. O al pilón por meapilas, mamón y vividor.

lunes, 6 de septiembre de 2004

PIRÓMANOS EN EL PODER

Durante este verano (agosto, mayormente) se han quemado en Andalucía la friolera de 50.000 hectáreas. El fuego también se paseó tranquilamente por otras comunidades autónomas: Valencia, Galicia… El año pasado le tocó la china flamígera a Extremadura y años atrás a Cataluña, ambas Castillas… En España tenemos garantizados todos los años, por los meses veraniegos, un bello espectáculo de arbolado en llamas, casas rurales quemadas, pueblos evacuados y otras espectaculares escenografías.

Técnicamente el desierto ya ha llegado a partes del sur y el este de Spain, pero sus habitantes queremos acelerar y ampliar este avance dándole al mechero dónde y cuándo no se debe. Contribuye a ello nuestro gran amor a las llamas (la “cultura del fuego”, que dicen los cursis) pues no hay fiesta que se precie, charanga o gaita costumbrista que no se vea dignificada con una buena traca, falla, quema de rastrojo, parrillada campera u otros bucólicos festejos. Una chispita saltarina de aquí, una chispita volandera de allá y, et voilá, un infierno forestal primoroso. Gracias a esta cultureta, hacemos fuego con mucha facilidad, no sólo para divertirnos sino a veces para fastidiar al vecino, hacer un sucio negociejo, también porque somos unos insensatos con la barbacoa, el tractor, el rastrojo o dejando abandonada la cristalería de casa y el botellero en cualquier espacio verde campestre.

La ministra psocialista de Medio Ambiente ha empezado a hablar de “terrorismo forestal” y no le falta razón, aunque hemos tenido que esperar a que pusiera su delicado trasero en la poltrona gubernamental para oírselo. Cuando estaba en la oposición se limitaba a denunciar al gobierno de la derecha de “criminalizar a la población por hablar de intencionalidad”. Más vale reconocer la grave situación, aunque sea tarde. Aunque probablemente estemos ante un calentón verbal más de la señora ministra.

Nada más que en Andalucía, al menos de boquilla o en los papeles, la panoplia de medios humanos y técnicos de la Junta para protección contra los incendios es espectacular: diez aviones, 23 helicópteros, 1078 vehículos de transporte, 109 vehículos autobomba, 3000 unidades de transmisión, 21 centros de defensa forestal, 231 puestos de vigilancia permanente, 4714 trabajadores. Y aún así se queman los bosques.

¿Es que no hay solución? ¿Acabaremos achicharrados? ¿Arderá Troya?
Para mí que hay menos medios técnicos y humanos de los que se proclaman. Los gobernantes engañan siempre, y los de la Junta son unos maestros en estos menesteres, no en balde llevan más de 20 años en el machito y se las saben todas. Para mí que hay mucha ineficacia e incompetencia en el empleo de los medios existentes. Y sobre todo, mucha manga ancha con todo lo que a la postre origina el fuego: unos bosques y campos abandonados en limpieza y cuidado, escasa y maltratada población en las zonas rurales, minúscula repoblación, escaso castigo a los posibles infractores por acción u omisión, poca acción preventiva antes del verano y unos gobernantes que se mueven mejor en el ámbito de la “piromanía” que en el de “apagar fuegos”. Cincuenta mil hectáreas quemadas y algunos de ellos sólo las han visto en fotos, porque en agosto los muy capullos andaban de vacaciones pasándolo al fresco. Lo malo es que en Septiembre regresan, los muy idems.

viernes, 3 de septiembre de 2004

PUTIN, SIEMPRE DANDO EL GATILLAZO

En Octubre del 2002 unos cuarenta o cincuenta descerebrados tomaron el teatro Dubrovka de Moscú, cargados de dinamita hasta los dientes. Lo suyo no era el amor a la ópera sino la magia, pues los meningíticos pretendían que con la varita mágica de los casi mil rehenes capturados, Putin (el gran cheff de la cocina rusa) firmase el fin de la guerra con Chechenia, declarase la independencia de este lugarejo y les regalase con la propinilla de una semana con todos los gastos pagados en algún hotel de cinco estrellas de Cancún o Hawai.

Aquello acabó como el rosario de la aurora pues los chechenillos secuestradores no habían leído un solo renglón de las extensas aventuras del camarada Putin, quien recordando sus tiempos del KGB ideó la estrategia adecuada para resolver el secuestro: asaltar el teatro, matar a todos los terroristas y salvar el decorado y algunas butacas. ¿Y los rehenes? Pues que les dieran morcilla o ensaladilla rusa. Dicho y hecho: en vez de agotar a los secuestradores con baladas continuas del Coro del Ejército Ruso, regalarles una moto y un bono turístico para Chernobil, sembrar en ellos la discordia o el aburrimiento, a las cuantas horas del secuestro, don Putin llenó de improviso el teatro con balas, soldados, gases y silencio administrativo. Todo un éxito. Más de un centenar de rehenes desaparecieron, otros muchos murieron y ni siquiera se había previsto un operativo médico para atender a los heridos.

Cierto que la culpa inicial era de los chechenillos pero para cualquier cerebro sensato parece que el Putin se anduvo de ligero, despreció la vida de gente inocente y por ello metió entonces la gamba, la pata y hasta el corvejón. Menos mal que su objetivo principal era salvar rehenes. Un poco más y apenas deja uno con vida. Incluso hubo periódicos suicidas que entonces escribieron en portada: “Todos somos rehenes del Kremlin”.

Nada pasó. Y Putin siguió al frente de la pestilente cocina rusa sin aprender tampoco nada de nada. Hoy, casi dos años después, se ha vuelto a repetir la historia y en mayores proporciones. En vez de un teatro se trataba de una escuela. En vez de actores y espectadores, los rehenes eran niños y padres. Los malos de la película eran otros chechinillos con menos cerebro que un mosquito y menos luces que un topo. Y otra vez el Putin repitiendo la misma jugada de entonces: asalto rápido e imprevisto, chapuza, muerte y desolación.

Todos los jerifaltes del mundo mundial afirmarán “que la responsabilidad es sólo de los terroristas” y que “es fácil criticar cuando no se tienen que tomar decisiones”. Eso al menos dijeron en Octubre del 2002, entre otros, un tal Aznar y un tal Bush. Pero cualquier mindundi sabe que así no se hacen las cosas cuando hay en juego centenares de vidas humanas y que deben agotarse todos los caminos intermedios antes de llegar al de máximo riesgo. Pero es que este Putin de las narices es un pésimo amante: siempre está dando el gatillazo. A ver si con un poco de suerte un día de estos otros chechenillos casposos lo secuestran y el tío se aplica su propia medicina. No caerá esa breva.

miércoles, 1 de septiembre de 2004

SINDROMEADO

Puntual como un reloj suizo acudo a la cita con esta nueva bitácora, “Paridas Grillescas”, heredera en cuerpo, alma y bolsillo de las llamadas “Bitácora Grillesca” y “Bitácora de Paridas”.

Acaba el menda de regresar de unas largas y merecidas vacaciones y me encuentro que tengo un síndrome posvacacional de caballo. Siempre había pensado que unas buenas vacaciones te dejaban el cuerpo como nuevo, pero se ve que eso era antes. En el 2004, retornas a la rutina laboral tras el descanso veraniego y resulta que estás para meterte en la cama …o en un psiquiátrico. Los listos de turno (psicólogos, en su mayoría) afirman que un 40 % de la población padece el “síndrome posvacacional”, caracterizado por la apatía, el agotamiento y, si eres muy avaricioso, por la depresión.

Así que –como el personal es imbécil - la prensa publica estos días amplios decálogos de relamidos psiquiatras para aligerarnos el sofocón septembrino: mantener cierta rutina, descansos cortos y regulares, no agobiarse, ir poco a poco, resolver los problemas pendientes, hacer escapadas de fin de semana… Pronto veremos anuncios en la tele previniéndonos contra las consecuencias fatales del fin de las vacaciones, más temprano que tarde los gobiernos de turno crearán la Subsecretaría del Síndrome Posvacacional, englobándola en el Ministerio de Cagadas y cualquier día de éstos se creará una ONG que ayudará a los damnificados por las vacaciones.

De modo que, sindromeado como estoy, necesito unas nuevas vacaciones que me volverán a fundir los plomos y así sucesivamente. Y es que los acomodados curritos y currantes nos lo montamos pero que muy mal. Una investigación científica de EEUU revela que el 84 % de los veraneantes de este país aumenta su riesgo de ataque al corazón con su comportamiento estival. En España sabemos que este verano ha sentado fatal las vacaciones a las más de mil personas que la han espichado en las carreteras. Mucho más leve fue la diarrea aguda que pilló un primo mío por comer anchoas en el desierto del Sahara, a donde había ido aprovechando un paquete turístico bueno, bonito y barato, con todo incluido, menos el servicio sexual, que iba aparte.

Total, que no valemos una perra gorda los humanoides de este siglo recién estrenado. Si vacacionamos, malo y si trabajamos, peor. Mi psicólogo de cabecera me cuenta que todos estos síntomas se deben a que “realizamos un cambio brusco en el estilo de vida”. O sea, que sólo se salvan de la quema los desharrapados y los difuntos. Los primeros porque, por no tener, no tienen ni estilo y los segundos porque no tienen vida. Hay que joderse.